En el mundo empresarial, las ventajas tecnológicas se obtienen a partir de importantes inversiones, asumiendo riesgos y consiguiendo que la organización se implique como conjunto en el proceso de innovación. La colaboración de cada uno de los departamentos de la empresa es fundamental para el impulso de la cultura innovadora, la cual se consigue a través de un proceso de acumulación de conocimientos, capacidad de gestión de los recursos y voluntad de los distintos estamentos de la firma.
Igualmente, importante es conocer cuáles son las debilidades competitivas y comparativas de la empresa frente a sus directos rivales en el mercado, poseer la información relevante y realizar los análisis necesarios para prever sus movimientos y reaccionar en consecuencia, consiguiendo así mejorar la posición, reducir los riesgos tecnológicos y de producto y obtener unos mayores beneficios.
Una de las mayores dificultades que tiene la OTAN es el grado de implicación y colaboración tecnológica de los países. Cada uno de ellos desarrolla sus propios sistemas tecnológicos orientados a sus necesidades propias, sin que exista una visión global o una obligación de aportar nuevas tecnologías a la Alianza. La fragmentación tecnológica e industrial de la parte europea de la OTAN es un hecho ante el cual se está luchando tanto desde la Alianza, como desde la propia UE a través de diversos instrumentos –Fondo Europeo de Defensa, Cooperación Estructurada Permanente o el Acelerador de la Innovación de Defensa de la OTAN-. Sin embargo, mejorar las capacidades tecnológicas requiere un importante compromiso que hasta ahora no parece haber sido alcanzado.
Los países miembros de la Alianza no cumplen mayoritariamente el acuerdo de gasto en defensa del 2% del PIB, es decir la aplicación de recursos, parte de los cuales habrían de destinarse a mejorar las capacidades tecnológicas. Como consecuencia, la superioridad tecnológica de la OTAN se va recortando en el tiempo con relación a China y Rusia que han elevado sustancialmente sus recursos y, por lo tanto su ventaja tecnológica. ¿Cómo mantener e incluso aumentar dicha ventaja? Esta cuestión es clave y no posee una respuesta única ni sencilla.
Una de las desventajas que posee la Alianza es la necesidad de poner de acuerdo a los diversos países, algo que genera importantes costes de transacción. Esta situación no se da en ninguno de sus competidores, por lo que tanto la toma de decisiones, como su puesta en práctica tienden a ser más rápidas para ellos. Por lo tanto, reducir dichos costes a través de sistemas de compromiso en inversiones tecnológicas sería uno de los aspectos a considerar. En segundo lugar, sería relevante intensificar sustancialmente la colaboración con empresas altamente tecnológicas –que pueden ser grandes multinacionales o PYMEs-, es decir la colaboración publico-privada. Este aspecto se está mostrando extremadamente útil en la guerra de Ucrania, ya que numerosas empresas aportan sus tecnologías y conocimientos contra, por ejemplo, los ciberataques rusos y la inteligencia prospectiva. Sin embargo es necesario profundizar e institucionalizar este tipo de relaciones.
En la Brussels Summit Delaration del año 2018, se manifestaba que es necesaria una gama de capacidades robustas, sofisticadas y en evolución en todos los dominios, incluidas las fuerzas y capacidades más pesadas, que sean totalmente compatibles y desplegables, sostenibles e interoperables y que se mantengan en alta preparación y disponibilidad para realizar todo el rango de tareas y misiones aliadas. En la actualidad, Estados Unidos está desarrollando estas tareas en las denominadas operaciones multidominio, pero la OTAN carece de un concepto global similar. Este planteamiento debe identificar los llamados «mecanismos de derrota» –como los denomina acertadamente el NATO Task Force Report-, que ayuden a la Alianza a considerar los requisitos de capacidades y organizativos que serían necesarios para mantenerse en el liderazgo tecnológico y de capacidades. Se trata de una brecha importante que debe ser abordada y que la Alianza trata de cerrar. Nos estamos refiriendo a tecnologías vinculadas, entre otros aspectos a recursos de análisis e inteligencia, capacidades cibernéticas tanto de defensa como de ataque, grupos de combate de portaaviones, capacidades de mando y control, acciones en el espacio exterior, misiles de crucero, defensa aérea ampliada, etc.
En este sentido, la coordinación entre la UE, particularmente a través de la Agencia Europea de Defensa, y la Alianza resulta necesaria a fin de optimizar los recursos de los países, evitar duplicidades y obtener aquellos sistemas que respondan de manera adecuada a las amenazas actuales y futuras. No es necesario recordar que durante años la defensa europea se ha “echado en los brazos” de los Estados Unidos, con lo que esta situación supone en diversos ámbitos, entre ellos el tecnológico. La existencia de un gap tecnológico entre este país y los miembros europeos de la OTAN requiere un importante esfuerzo en el viejo continente.
Uno de los factores clave de dicho esfuerzo –más allá del obvio incremento de las dotaciones económicas destinadas a defensa-, es la reducción de los tiempos necesarios para la generación de nuevas tecnologías y su posterior traslación a capacidades militares. Si algo nos está enseñando la guerra de Ucrania es que los tiempos son cruciales. La coordinación entre los países miembros de la Alianza y la gestión centralizada por parte de ésta en colaboración, como se ha mencionado, con la UE, es absolutamente necesaria. Las tecnologías cambian de forma continua y los agentes que generan dichos cambios se encuentran, en buena parte dentro de la propia Alianza, ¿por qué motivo no se aprovecha esa circunstancia? Algunas respuestas a esta cuestión provienen del proteccionismo de los mercados de defensa, otras de las distintas necesidades estratégicas de los países, las cuales conllevan desarrollos tecnológicos desiguales entre ellos y, finalmente la falta de compromiso real con la OTAN, algo que se muestra claramente en las insuficientes dotaciones presupuestarias.
En definitiva, existe un importante margen de mejora en la generación, adopción e implantación de tecnologías –en muchos casos disruptivas-, por parte de los países aliados, pero para que ese margen se vaya reduciendo hay que mejorar en ciertos aspectos que se han puesto de relieve en los párrafos anteriores. Aunque si hubiese que subrayar alguno serían las lecciones que estamos aprendiendo a cargo de una lamentable guerra.
Antonio Fonfría
Universidad Complutense de Madrid
Academia de las Ciencias y las Artes Militares