La riqueza mineral del país sudamericano interesa especialmente a Pekín, y el PCCh está dispuesto a realizar fuertes inversiones para garantizar su extracción.
El 17 de mayo, el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, recibió a una delegación encabezada por Lin Mingxiang, Viceministro del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino, y discutieron formas de fortalecer aún más la asociación estratégica entre los dos países.
Semanas antes de que esto ocurriera, después de que Maduro se reuniera con el Embajador chino Li Baorong, Patricia Laya y Fabiola Zerpa, de Bloomberg, sugirieron que ambos estaban «restableciendo conexiones tras años de enfriamiento de los lazos, con la reanudación de los contactos gubernamentales».
Aunque las autoras tienen razón al señalar que la naturaleza pública de estas reuniones es en parte una reacción a la intensificación de la rivalidad entre Estados Unidos y China, calificarlo de «acercamiento» está lejos de ser cierto.
La colaboración de China con el régimen de Maduro ha sido persistente, incluso aunque no se vea en las pantallas de televisión. Esto no se debe sólo a la necesidad china de petróleo; también tiene que ver con los minerales, un sector en el que Venezuela se está expandiendo silenciosamente, con el respaldo de Pekín.
Según Gerardo Berthin, de Freedom House, en una videoconferencia hace dos años, «en este momento, Venezuela es el país del hemisferio occidental con más inversión china». Más llamativo aún, Berthin sugirió que según estimaciones de organizaciones de la sociedad civil, cerca de 68.000 millones de dólares en préstamos ha otorgado China a Venezuela desde 2007, además de que se han firmado alrededor de 490 acuerdos en «diversas áreas de inversión». Berthin añadió que de estos acuerdos conocidos, el 65 por ciento de ellos contenían términos de trato que no son de conocimiento público, mientras que otro 22 por ciento contenía sólo información parcial.
Teniendo en cuenta la evidente implicación del gigante asiático en el país sudamericano, los vastos recursos naturales en tierras venezolanas y la naturaleza del régimen de Maduro, ciertamente no es injusto plantear que China está haciendo movimientos para asegurar parte de la riqueza mineral de Venezuela.
Periodistas y académicos venezolanos se han hecho eco de esta creencia al afirmar que las empresas chinas están detrás de inversiones masivas en el Arco Minero de Venezuela, una zona que, según el ex ministro de Desarrollo Minero Ecológico de Venezuela, Roberto Mirabal, tiene un valor mineral potencial de 2 billones de dólares.
Además, mi experiencia reciente y personal confirma que algo sospechoso está ocurriendo. Tras pasar unas semanas en Caracas, viajé a la catarata ininterrumpida más alta del mundo, el Salto Ángel, situado en la Amazonia venezolana. Antes incluso de que mi avión tocara tierra, ya se podía apreciar el contraste entre los altos árboles de la orilla del río Caroní y las cercanas montañas artificiales de arena. Aunque al principio el fenómeno me confundió, gracias a una conversación con un talentoso cuentista y piloto privado, supe que esas montañas y los colores verdes radiactivos de las aguas cercanas eran el resultado del uso de mercurio en el proceso de extracción del oro.
Tras esta primera conversación, conocí a F.C., que me llevó a unas cataratas impresionantes en un paseo de cinco horas en curiara motorizada (la versión pemón de una canoa) por las aguas de color rojo sangre del río Carrao. Al igual que el piloto, F.C., orgulloso miembro de la tribu pemón, conversó conmigo sobre cómo la minería está destruyendo el lugar que él llama hogar y quién cree que está detrás de ello.
«Los jóvenes de Canaima tienen hoy dos opciones: la minería o el turismo», me explicó. «Elijo el turismo porque amo nuestra naturaleza, y he visto cómo zonas llenas de verde han perdido su color». Aun así, entiende que la minería, incluso con todos sus peligros y abusos, parece una fuente de ingresos más fiable para algunos, ya que el turismo viene en oleadas, a diferencia de la demanda de minerales. Y añade: «He perdido amigos, he perdido primos, he perdido vecinos que se han ido a las minas y nunca han vuelto. ¿Por qué? Pues porque allí no encuentran más que muerte».
Además de compartir historias muy personales, habló de las caras cambiantes del comercio y el turismo en la región, diciendo que más «turistas» chinos y rusos empezaron a venir a Canaima en las últimas décadas.
Asimismo, el piloto afirmó que no es sólo la minería ilegal lo que asola la Amazonia venezolana. De hecho, sugirió que el Gobierno y sus socios internacionales están detrás de ello. Relató una ocasión en la que se desvió mientras sobrevolaba Canaima. Explicó que fue «uno de los momentos más aterradores de [su] vida», ya que su radio fue interceptada por un hombre malhablado y agresivo, que le exigía que abandonara la zona inmediatamente. «Hay un espacio aéreo prohibido cerca de Canaima que existe para ocultar la actividad minera», me explicó, asegurando que «los generales están detrás de esto».
«La mayoría no entiende cuánto se está invirtiendo en minería en Canaima y en todo el país», añadió el piloto.
Aunque no muchos hablan de minería en Venezuela, pues el país es sinónimo de petróleo, es bien sabido que el país posee amplias riquezas minerales, y desea explotarlas. En 2018, por ejemplo, Venezuela inauguró su primera planta concentradora de coltán, que además se convirtió en la más grande de América Latina. Además, en junio de 2019, Maduro anunció un plan nacional de minería basado en alianzas con empresas nacionales e internacionales dedicadas a la exploración y explotación de trece minerales. No se conocen públicamente las empresas exactas con las que el Gobierno se ha asociado.
Además, según Maduro, con el plan de 2019, «el oro alcanzaría la certificación legal internacional de 2.236 toneladas, (unos 94.000 millones de euros), convirtiendo al país en la quinta reserva del mundo y aspirando al primer lugar». Asimismo, con otros minerales como la bauxita, el mandatario venezolano agregó que el país cuenta con 321.350.000 mil toneladas en reservas certificadas. En cuanto al níquel, Maduro afirmó que Venezuela cuenta con 28.027.980 toneladas certificadas, lo que lo convierte en el país con las mayores reservas del mundo.
Sin duda, estos detalles captan la atención del PCC. Es por esta razón que han estado haciendo inversiones masivas en el sector minero en toda la región, ya que los minerales críticos son esenciales en el mundo tecnológico y de la energía limpia, que China espera dominar.
La implicación china en Venezuela no es diferente de su implicación regional más amplia, y la falta de información disponible públicamente no debería hacernos pensar lo contrario. Más aún, es esencial considerar los hilos que China mueve detrás de la cortina si queremos medir adecuadamente su fuerza. Al presentar a Venezuela sólo como una nación caótica que lucha contra la minería ilegal, muchos periodistas y académicos evitan explorar los diversos esfuerzos dirigidos por el gobierno, y otros evitan cuestionar por qué el Estado consentiría al enfrentarse a la ilegalidad en este sector. Sin embargo, cuanto más se indaga, más se comprende que la cuestión de la legalidad no es relevante en un país en el que el Estado de Derecho es casi un recuerdo lejano.
Un proyecto más concreto y constructivo consiste en evaluar mejor quién se beneficia de la minería venezolana, cómo se beneficia y cómo afectan estos acontecimientos a los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. Como observa Gregory Wischer, de Westwin Elements, en nuestro llamado patio trasero, «el Gobierno de Estados Unidos ha estado en gran medida ausente, cediendo el terreno de juego -o, en este caso, los yacimientos minerales- a China». Esta realidad representa una amenaza más inmediata para Estados Unidos que la catástrofe ecológica o la corrupción extranjera. Por ello, es hora de que cambiemos la conversación en esta dirección. China lo entiende bien: para liderar el mundo, hay que controlar sus recursos. Es una ecuación sencilla, ¿lo hemos olvidado?
Fte. The National Interest (Juan P. Villasmil)
Juan P. Villasmil «J.P. Ballard» es un comentarista y analista que escribe a menudo sobre cultura estadounidense, política exterior y filosofía política. Ha aparecido en The American Spectator, The National Interest, The Wall Street Journal, International Policy Digest, Fox News, Telemundo, MSNBC y otros.