No hay ninguna duda de que la nueva postura de Estados Unidos en Naciones Unidas, el pasado 24 de febrero, alineándose directamente con el régimen ruso frente a la Unión Europea y los países democráticos, supone un cambio de Washington respecto a quienes, durante 80 años, han sido sus aliados, asumiendo los argumentos inventados por el Kremlin para justificar la invasión. Mostró claramente el giro radical del actual pensamiento geopolítico que impera en la Casa Blanca.
Con independencia de la actitud indignante y arrogante mostrada por Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance, en su Reunión pública con Zelenski en el Despacho Oval, el pasado 27 de febrero, poniendo en cuestión el empeño de varios líderes europeos de alcanzar un alto el fuego justo, lo cierto es que la política de hechos consumados que Trump trata de imponer a Zelenski se parece mucho a una claudicación de Washington ante Moscú.
Trump parece dispuesto a conceder todo lo que Putin está demandando: su salida del aislamiento internacional; la no entrada de Ucrania en la OTAN; que se quede Rusia con todos los territorios ucranianos ocupados; no habrá soldados estadounidenses desplegados en Ucrania; que Ucrania sea un estado neutral; o que, al mismo tiempo Estados Unidos levanta las sanciones a Rusia. Ya hemos dicho en estas páginas que los principales objetivos de Trump consisten en conseguir unas estrechas relaciones de cooperación y colaboración con Rusia para hacer frente a su verdadero adversario geopolítico que es China.
Es de destacar la prisa que tiene Estados Unidos frente a la parsimonia de Rusia. Putin está encantado de negociar con el líder estadounidense que, sin darle nada a cambio, le está dando un tratamiento como gran potencia en el campo internacional, con su aceptación a negociar sobre la guerra de Ucrania sin Ucrania, produciendo una división entre los aliados del país invadido poniendo fin al orden mundial liderado por Estados Unidos desde final de la II Guerra Mundial basado en un sistema internacional sustentado en unas reglas y normas universales, de cooperación multilateral y estabilidad global.
En la cumbre extraordinaria de Bruselas del pasado día 6, la Unión Europea aprobó un proyecto para acelerar el gasto en defensa y mantener el apoyo a Ucrania, después de que la Administración Trump advirtiera de que Europa tendría que defenderse por sí misma en el futuro. Se trata de movilizar hasta 800.000 millones de euros para financiar un aumento masivo del gasto militar. Constituye un plan de rearme, pero a medio plazo.
Incluye un “nuevo instrumento” para proporcionar 150.000 millones de euros en préstamos a los Estados miembros para financiar inversiones conjuntas en capacidades de Defensa paneuropeas, incluyendo defensa aérea y de misiles, sistemas de artillería, misiles y municiones, drones y sistemas anti-drones. A pesar de la muestra de unidad sobre el gasto de defensa, los 27 no lograron ponerse de acuerdo sobre una declaración conjunta sobre Ucrania, debido a la oposición del primer ministro húngaro, Viktor Orbán.
Occidente sustentado en unos valores democráticos y de libre mercado teniendo como marco de referencia en todo momento los derechos humanos, la libertad y el bienestar se ha roto. Europa queda ahora como único representante de lo que llamamos Occidente tras el reciente cambio trumpista en Estados Unidos. Y la causa de su destrucción, de su fractura, se encuentra dentro de la comunidad occidental. Es decir, se ha destruido a sí mismo sin que haya sido motivado por ninguna amenaza externa.
La Comisión Europea ha insistido en que Estados Unidos sigue siendo un aliado pese a la reciente decisión de Trump de suspender temporalmente la ayuda militar – según la Casa Blanca afecta a 1.000 millones de dólares em armas y municiones – y el intercambio de información de inteligencia con Ucrania, que incluye el cese de envío de datos que las agencias de espionaje estadounidense proporcionan a Kiev, principalmente, para el ataque a Rusia con drones y misiles de largo alcance.
La UE aún no ha aceptado la “realidad”. Sigue declarando que Estados Unidos es un aliado y ya no es así. Tiene miedo a operar sin el paraguas estadounidense. Para ser exactos no hay liderazgo en Europa. Macron y Starmer no representan a la UE cuando van a visitar a Trump. ¿Dónde se encuentran los líderes comunitarios como Ursula Van der Leyen, Antonio Costa o Kaja Kallas? La UE aun no dispone de una estrategia autónoma. El compromiso de Estados Unidos con la OTAN está en el aire.
En relación con las garantías de seguridad a Ucrania después de que se firme el alto el fuego, que es la principal preocupación de Zelenski y de Europa en este momento. ¿Cómo se van a llevar a cabo dichas garantías de seguridad ? La “coalición de voluntarios” puede ser una excelente medida, pero aún no se conocen los países que la van a integrar. Se habla de que también formarían parte de ella Reino Unido, Canadá, Noruega, Islandia y Turquía. Es decir, se actuaría fuera del ámbito de la Unión. Y para ello es preciso contar con la autorización de Rusia.
En la nueva era geopolítica de multipolaridad que se avecina, antes de que Donald Trump se hiciera cargo de la presidencia de Estados Unidos, se contemplaba al modelo geopolítico de la bipolaridad dual representado por un polo transatlántico (democrático), compuesto por EE. UU. y la UE como centros de poder, que descansaba en el vínculo transatlántico. El otro era el polo asiático (autoritario-comunista), liderado por China y Rusia como centros de poder, que se sustentaba en la asociación estratégica chino-rusa. En el actual tablero geopolítico este modelo ha quedado obsoleto como consecuencia de que Estados Unidos ha cambiado repentinamente el papel a desempeñar en el mundo.
En la actualidad, se vislumbran dos modelos de bipolaridad dual modulada en los que la UE ya no se contempla junto a Estados Unidos formando el polo transatlántico. En el primer modelo, se organizarían dos polos, uno el polo estadounidense liderado por Estados Unidos y otro el polo autoritario-comunista bajo la dirección de China y Rusia. En el segundo modelo, se contemplan también dos polos, un polo ruso-estadounidense, bajo el liderazgo de Estados Unidos y Rusia, y otro polo comunista capitaneado por China.
Otro posible tercer modelo geopolítico, podría ser diseñar un nuevo Yalta, donde apareciera una tripolaridad, representada en este momento por tres polos: Estados Unidos, China y Rusia. El primer polo, Estados Unidos tendría su esfera de influencia desde Groenlandia hasta Chile; el segundo polo, China, se extendería por el Este de Asia y el tercer polo, Rusia, abarcaría el área euroasiática. Un modelo geopolítico donde también Europa queda fuera como actor principal.
En definitiva, el nuevo mundo del siglo XXI se presenta como una gran metamorfosis geopolítica cambiante no sólo en el campo geoestratégico sino también en el de las relaciones internacionales, en el tecnológico, en el militar y en el cultural. Ya ha quedado atrás el sistema internacional liberal liderado por Occidente en las últimas ocho décadas en el que Estados Unidos era el actor que garantizaba la defensa europea. Queda en duda el futuro de la OTAN en la reconfiguración geopolítica que sufrirá el mundo en los próximos años.
GD (R) Jesús Argumosa
Asociación Española de Militares Españoles