Durante casi 20 años, la USAF se ha orientado a las operaciones antiterroristas en espacios aéreos no disputados. Ahora, a medida que cambia su enfoque de guerra hacia potenciales conflictos entre pares, busca extraer una lección de sus propias operaciones de la Segunda Guerra Mundial, construyendo aviones de combate económicos que puedan abrumar las defensas aéreas enemigas avanzadas saturándolas través de un gran número de ellos.
El Kratos XQ-58A Valkyrie, un vehículo aéreo de combate experimental no tripulado, es difícil de detectar en el radar y podría estar directamente conectado al F-35 a través de una conexión de datos encriptados para servir como compañero de ala bajo el control del piloto. Pero incluso con estos pros, es el coste de la Valkiria, no sus capacidades, lo que podría cambiar la estrategia de guerra aérea estadounidense.
Aunque no hay duda de que EE.UU. se jacta de la mayor fuerza aérea del mundo en términos de aviones militares totales, la composición y el tamaño de esa fuerza ha cambiado drásticamente desde los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, los EE.UU. contaba con unos 300.000 aviones de combate. Hoy en día, la nación sólo tiene alrededor de 13.400, repartidos entre sus diversas ramas militares.
La razón de este cambio es el constante progreso de la tecnología, que ha aumentado dramáticamente las capacidades de combate y el costo de cada avión en servicio hoy en día. Estos desarrollos paralelos en la producción de la aviación han dado como resultado no sólo una Fuerza Aérea más eficiente y capaz, sino un cambio total en la estrategia de combate. Ya no existe la mentalidad de la Segunda Guerra Mundial que exigía la superioridad a través del volumen. En el campo de batalla de hoy, es la tecnología, no los números, lo que hace la mayor diferencia.
Pero la brecha de capacidad que ofrece la tecnología por sí sola es difícil de mantener. A medida que los oponentes de nivel cercano como China y Rusia despliegan sistemas de defensa aérea más avanzados, las aeronaves se enfrentan a la posibilidad de un espacio de batalla más disputado que nunca. Los cazas estadounidenses cuestan más de 80 millones de dólares cada uno, independientemente de si poseen o no capacidades de sigilo, por lo que todas y cada una de las pérdidas se sentirían realmente en un conflicto a gran escala. Es por eso, por lo que la balanza estratégica podría estar inclinándose hacia una fuerza que dependa de un gran volumen de aviones, en lugar de la cantidad de tecnología que se puede meter en cada uno. Y ahí es donde el Valkyrie Kratos XQ-58A podría realmente destacar.
La capacidad de carga interna de armas del Valkyrie es de, al menos dos bombas de pequeño diámetro, y cuenta con más de 2.000 millas de autonomía de vuelo, pero lo más importante es que el Departamento de Defensa (DoD) tiene un plan para conectar estos vehículos aéreos de combate no tripulados (UCAV) a los F-35 y a los nuevos F-15EX, a través de enlaces de datos codificados, para servir como aviones teledirigidos de apoyo, una iniciativa conocida como programa Skyborg. Estos enlaces, junto con la inteligencia artificial a bordo, permitirán a los pilotos de aviones tripulados controlar a sus aviones no tripulados, incluso enviándolos por delante para transmitir la información de sus sensores al piloto.
Esto significa que los Valkyries podrían atacar objetivos terrestres en nombre de un caza tripulado e incluso sacrificarse para proteger los aviones de los misiles atacantes.
«Podemos arriesgarnos con algunos sistemas para mantener otros más seguros», dijo recientemente el Dr. Will Roper, secretario adjunto de la Fuerza Aérea para adquisición, tecnología y logística.
Actualmente, las aeronaves de combate dependen de sus propios sensores para identificar objetivos y amenazas potenciales, pero con el Programa Skyborg, las aeronaves no tripuladas podrían volar por delante, para detectar objetivos y transmitir datos a los pilotos. Eso permitiría a los cazas enfrentarse a las amenazas desde más lejos o evitarlas por completo.
Fte. Popular Mechanics
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