El Presidente ruso Vladimir Putin podría anunciar en breve la segunda movilización previa a una nueva ofensiva contra Ucrania. Aunque en el último año Ucrania ha expulsado a las fuerzas rusas de gran parte de su territorio, ha seguido sufriendo un tremendo coste humano.
Putin intenta restablecer el telón de acero
Puede que el sueño de Putin de una victoria en dos semanas haya desaparecido, pero aún cree que puede ganar una guerra de desgaste. Ucrania, después de todo, tiene menos de un tercio de la población de Rusia. Incluso con el abastecimiento occidental, Ucrania consume municiones más rápidamente de lo que los gobiernos occidentales pueden suministrarlas. Moscú también sabe que la unidad europea es transitoria: Dentro de la Unión Europea, suele haber un gobierno de un Estado miembro, elijan entre Berlín, París o Roma, que tratará de sacar provecho de las oportunidades comerciales mientras alega cínicamente la necesidad de diplomacia.
La situación política es aún peor en la OTAN, dada la naturaleza consensuada de su diplomacia. Turquía ya intenta aprovechar su veto de facto para obtener concesiones diplomáticas y al mismo tiempo sacar provecho de los conflictos. Para Putin, todos estos factores juntos le llevan a creer que puede ganar su guerra con sólo transformar la totalidad de Ucrania en un Stalingrado del siglo XXI.
¿Se preparan las tropas rusas para la próxima gran ofensiva?
Con este nuevo enfoque ruso asomando en el horizonte, ha llegado el momento de que Estados Unidos y sus aliados cambien radicalmente su planteamiento respecto a Ucrania. Hasta la fecha, la Casa Blanca ha calibrado cuidadosamente su ayuda militar para permitir a Ucrania combatir a las fuerzas rusas en su propio territorio, pero sin llevar la lucha directamente a Rusia. La lógica de esta medida era permitir a Ucrania defenderse sin provocar a Rusia para que extendiera su guerra y quizás incluso utilizara armas nucleares. Los diplomáticos también esperaban que frenar la resistencia ucraniana diera a Putin una vía diplomática para salvar la cara y transigir.
No ha funcionado. Putin no sólo sigue fanfarroneando, sino que interpreta la moderación estadounidense como una luz verde para continuar su asalto con el objetivo final de borrar del mapa a la Ucrania independiente.
Compromiso y apoyo occidentales
Ya he argumentado antes que Estados Unidos no sólo debe proporcionar a Ucrania las plataformas que necesita, como los carros de combate Abrams, sino también adiestramiento en otras que pueda necesitar en el futuro, como los F-16. Al mismo tiempo, tiene el deber moral y militar de permitir que Ucrania ataque las fábricas rusas que producen cohetes y artillería, aunque estén en las profundidades de la propia Rusia. De lo contrario, equivaldría a permitir que Putin dispare a un pez en un barril.
Ante la posibilidad de una nueva ofensiva rusa, se aplica la misma lógica. Suponiendo que el nuevo esfuerzo de movilización sea más eficiente que el anterior, o incluso un 25% más eficaz, Ucrania se enfrentará pronto a una nueva avalancha de tropas. La mayoría estarán mal armadas y tendrán la moral baja, pero los números importan. El Ministerio de Defensa ruso tendrá que reunirlas, equiparlas y transportarlas a territorio ucraniano. La mejor forma de amortiguar su impacto y proteger a Ucrania es permitir que ésta les ataque mientras se reúnen y avanzan hacia la frontera ucraniana.
Ampliar las capacidades de Ucrania
En vez de limitar los arsenales ucranianos a misiles de relativamente corto alcance, Estados Unidos y los países occidentales deberían permitir a Ucrania atacar con aviones, drones, misiles o artillería las zonas de concentración y las columnas en las que podrían reunirse las fuerzas rusas.
Proporcionar alternativas a Kiev significaría también menor tentación de usar municiones de racimo contra el avance de las fuerzas rusas y mercenarias. Ni Ucrania ni Rusia, y mucho menos Estados Unidos, son partes de la Convención sobre Municiones de Racimo.
Putin no puede lanzar armas nucleares por sí mismo y todos y cada uno de sus colaboradores saben que facilitar su lanzamiento significaría una muerte casi instantánea. Que la administración Biden se autodisuada no trae la paz; sólo afirma a Putin que las bravatas y el chantaje funcionan y le anima a creer que su sueño de poner Kiev bajo control ruso es alcanzable. Si Putin no quiere una escalada y otro 12% de su ejército enterrado precipitadamente en campos ucranianos fangosos o devuelto a casa en bolsas para cadáveres, tiene una única opción: Poner fin a las hostilidades ahora.
Ahora depende de la Casa Blanca y de sus aliados europeos convencerle de que ésta es su única opción. La mejor manera de hacerlo es permitir a Kiev golpear donde más importa y poner fin a la ofensiva rusa antes de que llegue a suelo ucraniano.
Fte. AEI. 19fortyfive.com