La geopolítica que ha dominado el mundo desde la IIGM con sus diferentes modelos de la bipolaridad hasta comienzos de los años 90 del siglo XX, materializada en la llamada guerra fría, y de la unipolaridad que protagonizó Estados Unidos como único hegemón, hasta la guerra de Georgia, en el año 2008, ha finalizado. A partir de dicho año, está tomando el relevo el nacimiento de una nueva era geopolítica de multipolaridad de la que aún no se ha definido ni el modelo geopolítico que se implantará ni qué normas mundiales serán establecidas.
Para ser realistas, desde la guerra de Georgia de 2008, estamos inmersos en un desorden internacional donde cada una de las superpotencias, grandes potencias y potencias emergentes están marcando su territorio estableciendo sus propias normas y reglas, en una vuelta a las zonas de influencia que caracterizó una gran parte del siglo XX y que va a dificultar la definición de unos valores y principios universales que sean aceptados por toda la comunidad internacional.
En estos momentos, se perciben dos concepciones diferentes del modo en que se puede estructurar la nueva era geopolítica. Por un lado, la que está basada en los valores y principios de la democracia y, por otro, la que se sustenta en el autoritarismo, en la falta de libertad y en un orden represivo. En román paladino, se vislumbra una competencia geopolítica entre fuerzas geoestratégicas democráticas y fuerzas geoestratégicas autoritarias.
En este marco de referencia, en la concepción autoritaria, Rusia y China han realizado maniobras navales conjuntas en el Pacífico, en el mes de agosto pasado; China e Irán están apoyando a Rusia, en la guerra de Ucrania, con tecnología de doble uso, componentes de armas y capacidades satélite el primero y con drones, municiones y misiles el segundo; en el mar Báltico, el granelero chino Yi Peng 3 cortó cables submarinos con datos críticos, en la segunda quincena del mes de noviembre de 2024 y a lo largo del pasado mes de diciembre y de este mes de enero, diferentes barcos, supuestamente de procedencia rusa, están dañando dichos cables que comunican Suecia con los países bálticos; y desde fechas recientes unos 10.000 soldados de Corea del Norte están luchando en la guerra entre Rusia y Ucrania, formando parte de las fuerzas militares rusas, aparte de la entrega de municiones y de misiles a Rusia.
Sin duda, y en una visión global del mundo, estos acontecimientos están señalando un cambio geoestratégico esencial en el entorno de la geopolítica mundial del primer tercio del siglo XXI. Los cuatro (4) países revisionistas – China, Rusia, Irán y Corea del Norte, que forman el grupo denominado el Cuarteto Revisionista – están operando en plena colaboración, cooperación y coordinación en contra del actual sistema internacional implantado por Occidente al final de la II Guerra Mundial, bajo el liderazgo de Estados Unidos, al objeto de debilitar el liderazgo global del país del Mississippi y, por derivación, de la Unión Europea.
En el otro lado, en la concepción democrática, si desde la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, Occidente ha estado completamente unido en su política frente a Rusia y de defensa del país del Dniéper, desde que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el pasado 4 de noviembre, y especialmente, a partir de su toma de posesión de su segundo mandato, el 20 de este mes de enero, sus declaraciones y actuaciones están erosionando, fracturando y debilitando gravemente el vínculo transatlántico y, en general, la unidad de Occidente.
En la actualidad, se identifican cuatro grandes dilemas geopolíticos[1] en el planeta, en los que están implicados superpotencias, grandes potencias y potencias emergentes. El primero de estos dilemas es el Intermarium, un concepto geopolítico que se refiere al itsmo que se extiende entre el mar Báltico y el mar Negro, que se manifiesta en una pugna entre la Unión Europea y Rusia. La guerra en Ucrania es una muestra de esta pugna. El segundo se halla en el laberinto bélico de Oriente Medio, donde compiten actores locales, regionales e internacionales. Los actuales conflictos de la región como la guerra de Gaza, la crítica situación del nuevo gobierno en Siria o la guerra civil en Yemen son ejemplos de este laberinto.
El tercero lo conforma el Este de Asia, en el que se juntan la actitud agresiva china por el dominio del Mar de China Meridional (MCM) frente a los intereses de los estados ribereños, la crisis nuclear de Corea del Norte, la cuestión de Taiwán, la rivalidad chino-japonesa, además del interés de otros actores mundiales. Por último, el cuarto escenario lo constituye el escenario Indo-Pacífico, que encierra un foco de tensión en el teatro de la rivalidad chino-estadounidense, acompañada de la intervención de algunos países con fuerte protagonismo en esta región como puede ser India y Japón.
Estos cuatros grandes dilemas de la geopolítica están impregnados en un contexto inestable, fragmentado, complejo e impredecible, con soluciones inciertas que pueden producir situaciones imprevisibles e incontrolables no solo para las superpotencias, grandes potencias y potencias emergentes, sino también para el actual sistema de seguridad internacional, que se encuentra y en un precario estado de equilibrio inestable.
Lo razonable y deseable hubiera sido que Donald Trump, tomando como apoyatura esta visión geopolítica holística del mundo, hubiera declarado cual es la postura estadounidense acerca de la política u hoja de ruta a llevar a cabo para hacer frente a estos diferentes grandes dilemas geopolíticos al objeto de que la solución definitiva a los mismos sea favorable y beneficiosa para los intereses del mundo occidental. Veamos como los está tratando el presidente estadounidense.
En el primer gran dilema, Intermarium, en estos últimos días ha aparecido en el medio de comunicación ucraniano Strana un primer borrador de un plan de paz de Estados Unidos para finalizar la guerra de Ucrania el 9 de mayo próximo – 100 días en lugar de 24 horas -. Entre sus aspectos más relevantes destacan la renuncia de Ucrania a pertenecer a la OTAN pero se contempla su ingreso en la UE en el 2030, declaración de neutralidad, así como mantener el tamaño actual de su Ejército que continuaría recibiendo el apoyo de Estados Unidos.
Mientras tanto, se levantarían las sanciones a Rusia en los próximos tres años, pero no queda claro cual es el destino de los territorios ucranianos ocupados por Rusia ni como se desarrollaría el proceso de su recuperación, en su caso. Se celebraría una Conferencia Internacional de Paz, el próximo 20 de abril, para formalizar el acuerdo entre Rusia y Ucrania con la mediación de Estados Unidos, China, países europeos y otros países implicados en las conversaciones de paz.
Con referencia al gran dilema de Oriente Medio, es verdad que ya se ha acordado una tregua de alto el fuego, entre Israel y Hamás, estructurada en tres fases. En la primera que durará seis semanas, el gobierno israelí liberará a mil prisioneros y Hamás a 33 rehenes. En la segunda fase se negociará el final permanente de la guerra en la que Hamás liberará al resto de los rehenes vivos y los cuerpos de los fallecidos e Israel pondrá en libertad a unos cientos de presos palestinos al mismo tiempo que retirará sus tropas de Gaza. Pero queda la tercera fase en la que está previsto que se lleva a cabo la reconstrucción de Gaza, aunque aún no han sido negociados los pasos a seguir entre los que se encuentra la autoridad que gobernará en el territorio gazatí.
En cuanto al tercer gran dilema, el Este de Asia, la Administración Trump aún no ha tomado ninguna decisión. Entre otros asuntos, se debiera tratar la crisis nuclear con Corea del Norte, la construcción de bases militares chinas en atolones del Mar de China Meridional junto con su implicación con las zonas económicas exclusivas con los países ribereños, así como la evolución de la rivalidad chino-japonesa.
Por último, en el gran dilema geopolítico del Indo-Pacífico, Estados Unidos ha puesto en marcha una estrategia integral para enfrentar los desafíos que representan China, Rusia y Corea del Norte. De hecho, se están transformando las capacidades militares estadounidenses en el teatro de operaciones con más importancia estratégica del siglo XX.
En conclusión, de cara al nuevo orden mundial que se avecina en esta primera mitad del siglo XXI, los resultados que consiga Trump, en estrecha colaboración y cooperación con sus aliados, para que la solución final de estos grandes dilemas geopolíticos sea favorable al mundo occidental, serán decisivos ya que marcará la nueva geopolítica holística del siglo XXI. Para ello, es imprescindible que Trump priorice el marco multilateral. No será fácil, pero es posible.
Jesús Argumosa Pila
General de División del ET, r
Director de la Cátedra de Estudios Estratégicos del Instituto Europeo de Estudios Internacionales (IEEI) y Vicepresidente 2º de AEME
[1] Se entiende como gran dilema geopolítico a “una potencial situación de conflicto una zona o área estratégica regional, cuya solución o destino definitivo tiene una fuerte repercusión en la arquitectura de seguridad internacional, capaz de influir poderosamente en la nueva era geopolítica que se anuncia”