Cuando pensamos en la guerra y la defensa nuestra mente comúnmente se dirige a los soldados, las armas y la violencia, sin embargo nos olvidamos de toda la industria y la producción que hay detrás. Olvidamos que, aunque la guerra es devastadora para la mayoría, para algunos es un gran beneficio. A nivel mundial, la industria armamentística es una de las más poderosas y rentables. Sin embargo, producir, ensamblar y distribuir armas y armamento no es una acción que deba tomarse a la ligera. La industria armamentística no puede considerarse como una industria común con un simple análisis de coste-beneficio, ya que el efecto final de la fabricación de estos productos es mortal.
Estados Unidos posee alrededor de 750 bases militares en al menos 80 países diferentes, tiene el mayor presupuesto de defensa nacional del mundo, 4.800 centros militares a escala mundial y más de 2.150.000 militares en servicio activo. Asimismo, es el país con las empresas armamentísticas más poderosas, ellas solas representan el 61% de las ventas de armas y armamento a nivel mundial. Por lo tanto, ¿son estas estadísticas una mera coincidencia? ¿Es sólo por amor nacionalista? Por supuesto que no. Estados Unidos es un país que depende de la industria bélica para su crecimiento económico y la usa también como punto de referencia para su política exterior.
La industria armamentística estadounidense tiene una fuerte y estrecha alianza con el gobierno desde el presidente George Washington. Hoy en día, las autoridades gubernamentales de Estados Unidos permiten que las industrias armamentísticas y los contratistas florezcan debido a la cantidad de dinero que esto aporta al país. Las ventas en 2019 ascendieron a 361.000 millones de dólares, lo que a su vez supuso el 3,2% de su Producto Interior Bruto. Sin embargo, cuando hay dinero de por medio, la humanidad siempre sobrepasa los límites de la moral. Al tratarse de productos cuya única razón de ser es matar, no se pueden evitar las cuestiones éticas. Lo que nos lleva a una indagación muy importante: las armas producidas que no son para las «necesidades» estadounidenses, ¿a quién se venden y bajo qué regulaciones?
En la actualidad, los principales clientes de la producción de armas de Estados Unidos son de Oriente Medio, África y Asia. Arabia Saudí es el principal comprador, que gasta anualmente unos 1.389 millones de dólares estadounidenses. Así pues, Estados Unidos vende armas a países no democráticos y a regímenes conocidos por reprimir a su población con violencia y fuerza. Y, aunque las ventas directas a ciertos países, como China e Irak, no están permitidas, las armas estadounidenses acaban en esos países, al no tener en cuenta que otros países las exportan. A la vista de todo esto, cómo es posible que la responsabilidad de para qué acaban siendo usadas esas armas esté sólo en manos de los soldados que las portan. Es ingenuo creer y actuar como si los fabricantes y comerciantes de armas no estuvieran propagando y fomentando la matanza de seres humanos.
Además, se han hecho esfuerzos a nivel mundial para intentar regular a los fabricantes y contratistas, pero a pesar de ello, Estados Unidos sigue y seguirá actuando movido por los beneficios, pase lo que pase. El Tratado de Comercio de Armas (TCA) fue adoptado en abril de 2013 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, aun así, su efecto fue casi irrelevante porque los países más fuertes que producen armas no han firmado y ratificado el tratado; entre de ellos, Estados Unidos de América. Parece que, de repente, el fuerte discurso de los derechos humanos y de la libertad característico de la política estadounidense, queda atrás.
Al fin y al cabo, cuando se gana tanto dinero fabricando productos que tienen como único objetivo matar y agredir a otros seres humanos, es inevitable pensar que la guerra se provoca en cierta medida; si hay más necesidad de armas y más mercado, se generará más dinero. Asimismo, no se puede ignorar que cada vez que la economía de Estados Unidos ha tenido algún tipo de problema, lo ha resuelto yendo a la guerra y generando beneficios con ello. Por ello, parece que, al menos en el caso de Estados Unidos, la industria armamentística forma parte de la identidad del Estado-nación americano. Entonces, poniendo en evidencia la hipocresía de sus acciones a nivel local y global. No obstante, debemos preguntarnos si existe una forma legítima de vender armas y si ciertos asesinatos están justificados.
Fte. Modern Diplomacy