La guerra de Gaza ha convertido a Palestina en un pararrayos de la frustración y el descontento crecientes en autocracias árabes como Egipto, Jordania, Túnez, Argelia y Marruecos.
Mano dura
Preocupados por la posibilidad de que la guerra movilice a segmentos de la sociedad civil, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, donde está prohibida cualquier forma de protesta pública, han reprimido las expresiones de solidaridad con Gaza, incluido el uso de keffiyehs, el pañuelo a cuadros que simboliza el nacionalismo palestino.
En diciembre, los activistas propalestinos presentes en la cumbre climática COP28 de Dubai se enfrentaron a restricciones sin precedentes. Esto incluyó la prohibición de banderas y de nombrar explícitamente a un país en las conferencias de prensa, así como el escrutinio de sus eslóganes.
En enero, el Festival de Cine del Mar Rojo de Yeda, el mayor evento cinematográfico de Oriente Medio y el Norte de África, acogió cine palestino, pero prohibió que los asistentes se pusieran keffiyehs.
¿Enfadados, por qué?
Al igual que en la segunda mitad del siglo XX, las protestas en Oriente Medio más allá del Golfo en apoyo de los palestinos y contra el asalto israelí a Gaza tienen tanto que ver con la guerra como con el enfado por los mediocres resultados económicos de los gobiernos.
En ningún lugar es más agudo el enfado que en Egipto. La divisa egipcia cayó bruscamente frente al dólar estadounidense después de que el banco central subiera su principal tipo de interés en 600 puntos básicos, hasta el 27,75%, y afirmara que permitiría que las fuerzas del mercado fijaran el tipo de cambio de la moneda. Fue la quinta devaluación de la libra egipcia en dos años.
¿Preocupados por Israel?
Duramente golpeado por las guerras de Gaza y Ucrania, el gobierno egipcio esperaba que las medidas frenaran la tasa de inflación del 31% de Egipto, atrajeran la inversión extranjera que tanto necesita y resolvieran su asombrosa escasez de divisas.
Egipto ha sufrido una serie de acontecimientos negativos: La pérdida de turismo, la reducción significativa de los ingresos del transporte marítimo por el Canal de Suez debido a los ataques de los yemeníes Houthi a los buques comerciales en el Mar Rojo, el aumento de los precios del trigo tras la guerra de Ucrania y la mala gestión económica.
Esta última incluye la inversión en megaproyectos, como la construcción de una nueva capital del desierto de 58.000 millones de dólares, la concesión de un trato preferente a las empresas de propiedad militar y la excesiva participación de los militares en la economía.
La flotación de la libra aseguró una ampliación de 3.000 a 8.000 millones de dólares del préstamo de rescate de Egipto al Fondo Monetario Internacional, lo que convierte al país norteafricano en uno de los mayores prestatarios del FMI.
El fin de los agujeros negros
En los últimos años, los países del Golfo, incluido EAU, han dejado de inyectar fondos en agujeros negros. En su lugar, vinculan cada vez más las inversiones en países como Egipto y Pakistán a reformas económicas y perspectivas de rentabilidad.
EAU fue pionera en este enfoque cuando envió a un ministro del gobierno a El Cairo inmediatamente después del golpe de Estado del general convertido en presidente Abdel Fattah Al-Sisi, respaldado por ella, que derrocó al primer y único presidente elegido democráticamente en Egipto. El ministro intentó empujar a Al-Sisi hacia la reforma económica.
¿Demasiado para asumirlo?
El programa de austeridad del FMI podría llevar a los egipcios en apuros a un nivel de indigencia nunca visto desde las revueltas egipcias del pan de 1977, a pesar de la insistencia del gobierno en que pondrá en marcha medidas de protección social para proteger a los más vulnerables.
El encarecimiento de los productos básicos ha agravado las penurias de los egipcios de clase media y baja. Han sufrido subidas de precios desde que el Gobierno emprendió en 2016 un ambicioso programa de reformas para sanear la maltrecha economía. Casi el 30% de los egipcios vive en la pobreza, según cifras oficiales.
Por ahora, los egipcios, como otros en el resto del mundo árabe, temen que las revueltas no hagan sino aumentar el caos que ya se apodera de su parte del mundo.
¿Por qué tanta restricción?
Al-Sisi cree que los activistas propalestinos a los que se permitió organizar protestas bajo el mandato del ex presidente Hosni Mubarak cambiaron su enfoque en 2011 hacia su régimen y, en última instancia, lo derrocaron durante los levantamientos populares árabes.
Además de en Egipto, las revueltas también provocaron la caída de gobiernos autocráticos en Túnez, Libia y Yemen. Y desencadenaron manifestaciones masivas contra el gobierno en otros lugares de Oriente Medio.
No queremos refugiados
Sin duda, a Egipto le preocupa que la destrucción de Gaza por Israel sea un intento de librar a la Franja de su población induciendo a los gazatíes a huir a Egipto.
En El Cairo también temen que agentes de Hamás puedan infiltrarse en la península del Sinaí, donde el ejército ha estado combatiendo una insurgencia de bajo nivel. El gobierno de Al-Sisi desconfía de Hamás por sus vínculos con los Hermanos Musulmanes.
Mientras, muchos egipcios están resentidos por los estrechos vínculos del gobierno con Israel en materia de seguridad y por su apoyo al bloqueo israelí de Gaza, que dura ya 17 años y que se ha reforzado desde la guerra.
Conclusión
Dada la frustración generalizada entre la población egipcia, así como en gran parte de Oriente Medio más allá del Golfo, el futuro de estos regímenes es incierto. La pregunta que queda abierta es hasta qué punto llegará a ser virulenta la incapacidad o la falta de voluntad de los Estados árabes para aliviar el sufrimiento palestino.
Fte. Geostrategic Media