La tensión en la península coreana dibuja futuro incierto que puede originar un holocausto nuclear producto de una guerra entre Corea del Norte, EEUU y sus aliados en la zona: Corea del Sur y Japón.
Continuos despliegues militares por tierra mar y aire por parte de Estados Unidos, sanciones económicas, embargos, amenazas de la comunidad internacional (el Gobierno de España ha expulsado del país a un diplomático de la legación diplomacia de Corea del Norte) y hasta China secundando y apoyando las resoluciones de Naciones Unidas no han sido suficientes para frenar el desafío nuclear de Kim Jong-un.
Los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos y Corea del Sur fueron respondidos por Pyongyang con el lanzamiento de un misil balístico intercontinental (ICBM) que sobrevoló la isla de Hokkaidō al norte de Japón disparando las alarmas y atemorizando a la población nipona.
La respuesta al régimen norcoreano fue el despliegue de dos bombarderos nucleares estratégicos B-1B escoltados por los aviones más sofisticados del mundo F35B Lightning II y varios F-15 de las fuerzas areas surcoreanas y japonesas. También hubo reacciones por parte de EEUU: el embajador estadounidense dijo que Kim Jong-Un está «pidiendo una guerra».
Bomba H
La amenaza de la aviación de la coalición desembocó en la detonación de una bomba H que eleva el órdago de Kim Jong-un a un nivel sin precedentes en la larga historia de enfrentamientos y amenazas entre dos naciones que técnicamente a día de hoy continúan en guerra.
La escalada de la crisis sin fin está en un callejón sin salida que sólo puede solucionarse mediante la vía diplomática (respaldada fuertemente por Rusia y China), militar (opción que cada día toma más fuerza en la Casa Blanca) y económica.
La opción militar, cerca que nunca
Donald Trump asegura que todas las opciones militares están sobre la mesa al tiempo que el Secretario de Defensa Jim Mattis amenazaba con una respuesta militar «masiva» y «abrumadora» al sexto y mayor ensayo nuclear de Pyongyang.
El fantasma de una guerra entre Estados Unidos y Corea del Norte que nunca llegó a su fin renace abriendo la puerta a un desastre humanitario, económico y medioambiental nunca antes visto como han confirmado expertos y líderes alrededor del mundo.
El ataque preventivo que tanto gusta en el Pentágono no garantizaría la supresión de la amenaza nuclear en un primer asalto ni mucho menos la respuesta convencional en forma de tormenta de obuses sobre la ciudad más poblada de toda Corea: Seúl, la capital del sur situada a pocos kilómetros de la frontera más militarizada del planeta.
La lluvia de misiles de crucero desde submarinos y destructores norteamericanos secundados por misiles balísticos surcoreanos (probados esta semana por Seul) y continuos bombardeos desde los B-1B y otros caza bombarderos no impedirían la respuesta aunque limitada de las potentes baterías de artillería que arrasarían Seul y otras zonas.
Pero Corea del Norte está preparada para los bombardeos puesto que recibió más bombas que la Alemania Nazi en toda la Segunda Guerra Mundial. El país se ha construido sobre refugios excavados en su montañosa orografía donde esconde el arsenal del ejercito más numeroso del mundo. Los bombardeos forman parte de ADN norcoreano que se recuerda a través de la dogmática educación a la que se somete a todo el pueblo desde guardería. Corea del Norte es un país educado y entrenado para la guerra, los bombardeos y la supervivencia desde la cuna.
El alto mando norteamericano sabe que a pesar de todo su potencial un misil o más podría escapar al primer ataque y golpear Guam, Corea del Sur, Japón o incluso territorio continental norteamericano escalando el conflicto convirtiéndolo en mundial.
La opción diplomática y la económica
Corea del Norte nació bajo el poder de una sola persona, Kim Il-sung, que se ha extendido hasta los días de hoy a través de sus hijos en medio de represiones, embargos y sanciones. El país asiático es el más sancionado de la historia y el más aislado. Ni la Unión Soviética, ni Alemania del Este o Cuba han conseguido un hermetismo como el que los Kim han impuesto desde el nacimiento del país.
Ni Rusia ni China son capaces de ejercer la presión e influencia que antaño se alternaron sobre el país. La era ‘moderna’ dirigida por Kim Jong-un ha ido un paso más allá que su padre y abuelo independizándose hasta de sus tradicionales aliados siendo el primer dirigente que no se ha reunido nunca con el Presidente de China ni tampoco con el de Rusia. El asesinato de Jang Song Taek el enlace de China con Pyongyang, tío de Kim Jong-un, fue un mensaje a Beijing de la independencia del nuevo “Líder Supremo”.
A pesar de la desconfianza mutua, China sigue siendo el principal socio comercial y único capaz de hacerle daño económicamente a Pyongyang concentrando más del 80% de sus exportaciones e importaciones.
Las sanciones económicas a lo largo de la historia han demostrado ser eficaces sólo en el inicio. La política de los embargos fracasa en el largo plazo. Una muestra reciente la vivimos actualmente en Rusia donde las sanciones americanas y de la Unión Europea impactaron negativamente al inicio pero tras cuatro años han conseguido reforzar la economía rusa y su agricultura haciendo del país eslavo una nación más independiente tecnológica, militar y logísticamente.
Si Rusia pudo dar la vuelta en cuatro años a los efectos de las sanciones Corea del Norte en décadas construyó una economía de autosuficiencia ajena a los recortes.
En un régimen donde el objetivo final es la supervivencia el pueblo pude sacrificarse. Las sanciones no son suficientes para frenar a un Kim Jong-un y un país con un PIB según fuentes de la CIA y la OCDE no llegaría a igualar al de Asturias.
¿La navaja de Occam como única solución?
Las opciones norteamericanas terminan en una intervención militar toda vez que su agresiva política y diplomacia han demostrado no ser las adecuadas para lidiar con un país como Corea del Norte, Rusia hace hincapié en la diplomacia y el dialogo mientras que China parece tener menos influencia de la que se le presume y no muchas más ideas que en Washington para solucionar la crisis coreana.
Mientras los líderes mundiales buscan una salida, Kim Jong-un continúa su carrera contra reloj para alcanzar la única medida que le asegurará no terminar como Saddam Hussein o Muammar Gaddafi: el reconocimiento de Corea del Norte como potencia nuclear.
Pyongyang ha apostado por la nuclearización como disuasión ante las injerencias de las potencias mundiales en su territorio. Una vez que consiga la bomba nuclear perfecta y un misil capaz de llegar a Washington una nueva línea roja marcará los límites que una parte y otra no deberán superar. En una lógica que podría recordar la navaja de Occam, quizás el reconocimiento mutuo podría ser la única solución a la crisis.
Ni China, ni Rusia quieren una potencia nuclear en su patio trasero pero mucho menos Pekín quiere ver junto a su frontera una Corea unificada con soldados norteamericanos apostados en su frontera.
Estados Unidos por su parte no quiere sentirse acorralada ni chantajeada por el líder de 33 años justo en el momento en que la Casa Blanca parece buscar el escenario donde emprender una nueva guerra que de ser contra a Kim Jong-un sería nuclear.