En política exterior es esencial indicar a amigos y enemigos por igual, dónde están los intereses nacionales de un país. Algo de esto se hace en documentos como la Estrategia de Seguridad Nacional. Pero los posibles adversarios en el sistema internacional, a menudo optan por indagar si esos documentos reflejan realmente los intereses de una nación y su voluntad de defenderlos. Así que, los estados señalan su resolución de diversas maneras, normalmente mediante las conocidas como «sunk cost signals», operaciones no reconocidas,con el fin de evitar desafíos más agresivos y costosas operaciones defensivas.
Para demostrar que no están fanfarroneando, los estados a veces envían «costly signals», que suponen un coste para el emisor. Esto es lo que la Administración Trump hace cuando publicita ciertas actividades cibernéticas contra, digamos, Irán o Rusia.
De hecho, la mayor parte de la información que tenemos sobre las recientes actividades cibernéticas de EE.UU. ha venido de fuentes gubernamentales no identificadas, pero probablemente autorizadas. Estas revelaciones corroboradas permiten a la Administración Trump señalar a sus adversarios, que considera que ciertas acciones infringen los intereses nacionales de Estados Unidos, pero también mantienen abierta la posibilidad plausible de negarlas, por lo que mantiene abiertas las opciones de la Administración y reduce los riesgos políticos internos.
Esto representa un cambio con respecto a la Administración Obama, que era mucho más reticente a combinar las actividades cibernéticas encubiertas con señales abiertas. Seguramente, durante ese periodo, Estados Unidos emprendió operaciones clasificadas D4M (degradación, interrupción, destrucción, manipulación) en el ciberespacio. Sin embargo, según se informa, la Administración Obama desconfiaba de los efectos de segundo y tercer orden de lo que entonces eran capacidades relativamente no probadas, y rara vez publicitó esas operaciones, actuó mediante sunk cost signals.
La operación cibernética, más famosa de la era de Obama fue Stuxnet, un gusano, que hizo que las centrifugadoras nucleares iraníes se destrozaran. La Administración sólo se implicó a regañadientes en la publicidad de los daños realizados: negaron oficialmente su participación, no hicieron comentarios autorizados y finalmente hablaron con periodistas selectos sólo en secreto, después de que la operación se discutiera en los medios de comunicación.
En comparación, la Administración Trump emplea más abiertamente las actividades del ciberespacio para señalar a los adversarios que cuando se cruzan ciertas líneas se producen consecuencias. Entre los ejemplos figuran las operaciones contra Irán después del ataque al petróleo saudí en agosto; después del derribo del avión no tripulado en septiembre; y las operaciones contra Rusia después de las elecciones de 2018.
La Administración ha adoptado una señal aún más evidente en su esfuerzo por disuadir a Moscú de inmiscuirse en las elecciones de 2020. Los responsables han informado al Washington Post y a otros medios de comunicación de los planes para el desarrollo de tácticas de guerra informativa dirigidas a los altos dirigentes y las élites de Rusia. Estas declaraciones abiertas representan costes aún mayores, constituyen en esencia una apuesta mayor, porque son «señales de manos atadas», de las que no se puede dar marcha atrás fácilmente sin reducir la credibilidad de Trump en el país y en el extranjero.
La genialidad, o la locura, de las señales de manos atadas es que la publicidad preventiva de la amenaza vincula a la Administración con el público, que esperará una respuesta. Este aumento de los costes de audiencia ata a la Administración a un curso de acción y aumenta la fiabilidad de la señal. En consecuencia, la estrategia de «manos atadas» es una señal mucho más creíble en las relaciones internacionales, aunque puede crear una espiral escalonada, más que las sunk cost signals.
Si funciona, es decir, si la amenaza resulta ser lo suficientemente creíble y poderosa como para disuadir a los rusos de inmiscuirse en las próximas elecciones, Estados Unidos harían bien en continuar con esta señal, junto con la denegación de las actividades adversarias en el ciberespacio, ya que parece no llegar a instigar un conflicto armado y sigue señalando a los adversarios la determinación de Estados Unidos en la defensa de sus intereses.
Fte. Defense One
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