Medio siglo después del descubrimiento del estrecho de Magallanes, Francis Drake lo atravesó con la intención de saquear las costas americanas del Pacífico, que se encontraban muy desprotegidas; finalmente, completaría la segunda vuelta al Mundo. Este hecho causó alarma en la Corona española por lo que el virrey del Perú envió una expedición al estrecho mandada por el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa. El objetivo era estudiar la posibilidad de asentarse en el lugar y así controlar el paso de futuros navegantes que podrían poner en peligro los enclaves españoles.
En octubre de 1579, salió Sarmiento del puerto del Callao a bordo del navío Nuestra Señora de la Esperanza, siendo acompañado por el San Francisco, como almiranta. Debían registrar todos los recovecos del intrincado estrecho de Magallanes, levantar cartas y derroteros y sugerir posibles lugares para establecerse. A los tres meses la almiranta abandonó sin motivo alguno y Sarmiento, una vez finalizados sus trabajos, se dirigió a Sevilla para informar al rey que era factible el asentamiento. En la narración de la expedición, describe los elementos más significativos de la costa, así como las corrientes y vientos habituales, que serán de gran utilidad para la navegación. También menciona a los indios Patagones, llamándoles Grandes o Gigantes, incluso asegura haber tenido uno a bordo de su buque. Y para completar la información añade observaciones muy valiosas sobre la flora y la fauna.
A pesar de que a influyentes personajes de la corte, como el duque de Alba o el general de la Armada Cristóbal de Eraso, les parecía una quimera la propuesta, Felipe II dio por buenos los informes de Sarmiento y decidió enviar una numerosa expedición compuesta por 23 embarcaciones y casi tres mil personas, con la idea de levantar dos poblaciones, así como dos fuertes a ambos lados del estrecho. La designación del capitán general de la expedición provocó gran malestar en Sarmiento y los capitanes, pues le precedía su mala fama. Sus primeras actuaciones confirmaron los temores, arruinando con sus decisiones una buena parte de los objetivos de la expedición. Después de numerosos contratiempos incluidas pérdidas de buques y vituallas, Sarmiento desembarcó en el estrecho con 330 personas, incluidos mujeres y niños. Llegaron a fundar las dos poblaciones planeadas con escasez de medios, ya que se había perdido gran parte de los pertrechos que transportaban, lo que unido a la falta de alimentos y al duro clima impidieron que los asentamientos perduraran.
Durante el siglo XVI varios buques que pretendían penetrar en el estrecho fueron empujados por los temporales hacia el sur, alcanzando algunos el paralelo del cabo de Hornos, pero al desconocer que allí finalizaba el continente americano, volvieron al norte una vez pasado el temporal. Esto le ocurrió a Francisco de Hoces en 1526 cuando viajaba en la expedición de García Jofre de Loaysa, y a Francis Drake en 1577, por lo que durante un tiempo los españoles conocieron las aguas del cabo de Hornos como el Mar de Hoces, mientras que los británicos lo bautizaron como el estrecho o pasaje de Drake. Por entonces, todavía no se había descubierto el continente antártico, anunciado por Ptolomeo en su Geografía.
Utilizando los informes de Francis Drake en su navegación por el estrecho, el holandés Jacobo Lemaire organizó en 1615 una expedición con el piloto Schouten, tratando de pasar del Atlántico al Pacífico por el sur del continente americano. Una vez sobrepasado el estrecho de Magallanes continuaron rumbo sur para atravesar otro estrecho, situado entre la Tierra de Fuego y una isla a la que bautizaron como isla de los Estados (refiriéndose a Holanda y Zelanda). Al estrecho por el que pasaron lo bautizaron como estrecho Lemaire, y tras navegar al sudoeste con fuertes vientos contrarios lograron ver un cabo al que bautizaron con el nombre del puerto donde residía su compañía, Hoorn, penetrando así en el Pacífico. De esta forma se abrió una nueva derrota, vital para los mercantes holandeses que no pertenecían a la Compañía holandesa de las Indias Orientales (VOC), como era el caso de Lemaire, ya que su compañía tenía vetado el paso por el estrecho de Magallanes.
Durante el siglo XVII y XVIII se utilizó preferentemente el cabo de Hornos para acceder al Pacífico, aunque la travesía no era nada fácil. El momento de paso ideal era durante el verano austral, que era cuando los fuertes vientos de poniente resultaban algo más llevaderos. De hecho, en el ambiente marinero se considera que tanto el cabo de Buena Esperanza como el de Hornos, son las zonas de navegación más peligrosas del globo. Y si la derrota lleva de levante a poniente es todavía peor, al ser habituales fuertes vientos contrarios. Son múltiples los casos de expertos navegantes que necesitaron semanas e incluso meses para cruzarlo. Hay que recordar las dificultades de Elcano al tratar de doblar el cabo de Buena Esperanza en su circunnavegación, mientras que, en Hornos, el comodoro inglés Anson necesitó en 1742 tres meses para pasarlo, con la pérdida de tres navíos.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, en pleno proceso de levantamientos cartográficos de la costa española con el apoyo del Observatorio astronómico de la Marina de Cádiz y, de un nutrido plantel de oficiales expertos, se decidió enviar al estrecho de Magallanes una expedición científica que determinase si era más conveniente su utilización para alcanzar el Pacífico, pensando en los frecuentes viajes comerciales al continente sudamericano. En 1785 salió la fragata Santa María de la Cabeza bajo el mando del capitán de navío Antonio de Córdoba, que llevaba como segundo a Fernando Miera. La misión consistía en levantar la cartografía del estrecho, ya que solo existían hasta entonces unas cartas inglesas escasamente contrastadas. Por entonces, ya se contaba con nuevos instrumentos náuticos y científicos, y con los nuevos métodos de observación astronómica puestos en práctica en el levantamiento del Atlas Marítimo de España, la gran obra dirigida por el brigadier Vicente Tofiño.
De las observaciones y utilización del instrumental cartográfico se ocuparon los oficiales astrónomos Dionisio Alcalá Galiano, Cosme Churruca, Ciriaco Cevallos y Alejandro Belmonte, todos ellos con amplia experiencia en estos trabajos al haber participado en el Atlas Marítimo mencionado. El piloto Joaquín Camacho se ocupó de levantar los portulanos de puertos, así como de bahías y ensenadas. Debido al mal tiempo se tuvo que interrumpir la expedición, que había generado unas cartas magníficas. Al quedar inacabado el proyecto se preparó una nueva expedición en 1788 que concluyera la cartografía de la zona, disponiendo en esta ocasión de los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia, bajo el mando, de nuevo, del capitán de navío Antonio de Córdoba.
Como resultado de los trabajos realizados se determinó que para acceder al Pacífico era recomendable utilizar el paso por el cabo de Hornos dadas las dificultades encontradas en el estrecho. Son contadísimas las expediciones que cruzaron el estrecho de Magallanes sin haber perdido alguna de sus unidades, por lo que habría que valorar en su justa medida la travesía de su descubridor.
Enrique Tapias Herrero
Capitán de Navío (RR)
Doctor en Historia