En 2017, el Instituto de Estudios Estratégicos publicó una monografía (190) titulada “La evolución de la demografía y su incidencia en la defensa y seguridad nacional”. El estudio abordaba el problema demográfico y los movimientos migratorios y demográficos a nivel mundial. Es una buena muestra de la preocupación que se empezaba a sentir sobre el asunto. La situación ha evolucionado desde la publicación del riguroso texto agravando el problema de fondo.
En el plano estratégico, una de las debilidades estratégicas que sufre hoy la Federación Rusa es la falta de capital humano cualificado capaz de abordar proyectos complejos en el sector de la seguridad y la defensa. Ello es debido a que tras la caída del Muro de Berlín y la descomposición de la Unión Soviética, mas de diez millones de jóvenes rusos abandonaron el país para establecerse en países occidentales. Esta fuga de talento ha lastrado las capacidades tecnológicas del tejido industrial de defensa ruso hasta el punto de mantener hasta hoy la debilidad demostrada durante la década de los noventa del siglo pasado: privatizaciones, escaso músculo financiero de las nuevas empresas, corrupción…
Durante 2023, el número de españoles expatriados ha batido un récord hasta alcanzar la cifra de 2.790.317 compatriotas, con un flujo de casi 35.000 jóvenes (talentos) al mes. De ellos, aunque muchos desearían volver a España, muy pocos renunciarán a sus puestos en el extranjero dado el diferencial salarial y la falta de oportunidades que les brinda nuestro país. Son en general jóvenes bien formados que hablan idiomas y tienen una sana ambición profesional y vital.
En diez años, el número de expatriados españoles ha pasado de 1,9 millones a 2,8. A pesar de ello, la población residente en España se ha incrementado hasta 48,5 millones de habitantes, de los que 6,4 millones son extranjeros (fuente: INE). Con estos datos es fácil deducir que el nivel académico en España ha disminuido, pues salen titulados y entran personas de escasa cualificación. Ello influye en la productividad y, como consecuencia, en un estancamiento de la renta per cápita: según la OCDE, el reparto de la riqueza en España permanece inmóvil desde hace años, con la oscura previsión de que en unos años nos veremos superados por países como Rumanía, Turquía o Portugal. De hecho, la renta per cápita de los españoles tan sólo se ha incrementado en 420 € durante el quinquenio 2017/22, lo que nos coloca en el puesto 27 de los 27 países miembros de la Unión Europea, un ranquin liderado ampliamente por Irlanda.
El fenómeno de la emigración de los jóvenes no es exclusivo de los países que peor han soportado las sucesivas crisis (España, Portugal, Grecia o Italia). Otros países que la han soportado mucho mejor, como Alemania, también están asistiendo a importantes flujos de emigración de sus jóvenes hacia países emergentes no tradicionales, como hasta ahora habían sido Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá o Australia.
Por otra parte, la natalidad española es de las más bajas del mundo. De hecho, las mujeres españolas tienen una media de 1,23 hijos, superadas por Italia (1,24) o Francia (1,83), siendo de 2,3 la media mundial. A pesar de la inmigración, en 2022 nacieron en España 8.129 niños menos que en el año anterior y la tendencia no parece cambiar, más bien al revés. Tal vez el escaso apoyo estatal a las familias tiene mucho que ver con el drama demográfico que vive nuestra vieja nación, aunque esta es una cuestión que parece ocupar poco espacio en las agendas de nuestros políticos.
El nivel salarial en España, a igualdad de puesto laboral, es muy bajo a pesar de los esfuerzos por elevar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), lo que en un país en que los servicios suponen gran parte de la actividad empresarial, hace que el número de trabajadores cuyas retribuciones apenas superan o no alcanzan el SMI sea muy grande, a lo que se une la estacionalidad de este tipo de actividad. Con el mayor paro de los países de nuestro entorno y unas retribuciones medias por debajo de otros países, es natural que los jóvenes miren hacia otros horizontes ante la frustración que supone el subempleo o el paro. Para hacer más atractiva la incorporación a las Fuerzas Armadas, los salarios de los militares precisan de una urgente revisión al alza en paralelo al incremento del presupuesto del Ministerio de Defensa.
España es el país del Sur de Europa donde más ha aumentado la actividad oculta tras la pandemia. En 2021, se encaramó hasta el 16,9% del PIB, frente al 14% de media de la UE, y la previsión es que continúe subiendo por el efecto de la inflación y las crisis energética y del Mar Rojo. En cifras absolutas, la economía sumergida en España oscila entre los 230.000 y los 240.000 millones de euros, lo que supone unas pérdidas reales a la hora de hacer frente a las grandes inversiones del Estado, lo que afecta claramente a la defensa y la seguridad.
Otro factor importante es la baja industrialización española, que supone un 14,5 % del PIB frente al 20 % propugnado por la Unión Europea, a lo que hay que añadir las escasas inversiones en I+D+i tanto públicas como privadas. Está demostrado que la innovación tecnológica constituye el vector imprescindible para el progreso de organizaciones y países. España necesita mejorar en este aspecto, aunque es difícil que las inversiones se incrementen debido a la elevadísima deuda externa y el inmenso gasto de las administraciones públicas, especialmente en cuanto al número desproporcionado de políticos, asesores y funcionarios (¡3,6 millones!) respecto a la población “administrada”.
La escasez de la inversión extranjera y el elevado cargo fiscal a las empresas, casi todas de pequeño y mediano tamaño, junto al creciente coste de los insumos (transporte, energía, personal, materias primas…) está frenando las inversiones nacionales, como es el caso de Alcoa, Arcelor o Bimbo o propiciando la fuga de firmas que irán siguiendo el ejemplo de Ferrovial, entre ellos, la gran banca y empresas “bandera” como Repsol. Una situación compleja a la que se unen los EREs (Telefónica) y los despidos masivos por causas económicas.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta va de la mano de los impuestos, pues los españoles de a pie soportamos una carga fiscal superior a la de otros países de tamaño y PIB comparables al nuestro. Lo mismo ocurre con los tributos empresariales lo que, unido a la inseguridad jurídica, la disparidad de la legislación por comunidades, la convivencia de varios idiomas oficiales, la falta de incentivos y la enorme burocracia (incluida la justicia), alejan al gran capital de nuestras fronteras. El ejemplo de Irlanda demuestra que otras políticas son posibles.
La balanza energética española, con el abandono de la generación de origen nuclear, a contracorriente de lo que están haciendo otros países de nuestro entorno, como Francia, y la escasez crónica de lluvias, hace que la importación de combustibles fósiles siga siendo imprescindible para mantener el suministro a hogares e industrias, aunque el precio por unidad energética sea muy elevado… otro lastre para la competitividad de las empresas y la capacidad del ahorro familiar.
El problema demográfico y la fuga de talento condicionarán en el futuro las capacidades de defensa de nuestro país. Pensar que las Fuerzas Armadas puedan nutrirse en el futuro de jóvenes inmigrantes de segunda o tercera generación se ha demostrado una utopía en casos como el de Francia o Alemania. En el caso español, contar con población inmigrante de raíces cristianas hispanohablante o europea (Rumanía, Bulgaria…), facilita la integración y permite contar con recurso humano imprescindible para abordar el futuro de la defensa.
Retener el talento y resolver el drama demográfico requiere acciones estratégicas de Estado que nuestros partidos políticos parecen obviar, inmersos como están en sus luchas por el poder. ¿Qué España recibirán nuestros nietos? Los estudios prospectivos que circulan por las redes no invitan al optimismo.
Manfredo Monforte Moreno
GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. MBA. MTIC. Artillero.
De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares