Desde que Rusia invadió Ucrania en febrero de 2022, la tierra ha estado temblando, no por terremotos naturales, sino por bombardeos y otras explosiones de guerra. Aprovechando los datos sísmicos de sensores situados en Ucrania, científicos internacionales han utilizado los temblores de tierra tras las explosiones para seguir los acontecimientos de la guerra.
Es la primera vez que se aprovechan estos datos para seguir casi en tiempo real las explosiones en una zona de combate activa. Los resultados, publicados en la revista Nature, muestran un número de explosiones muy superior al registrado hasta ahora: más de 1.200 explosiones en los nueve primeros meses de la guerra, en Kyiv, Zhytomyr y Chernihi
«Los datos sísmicos proporcionan una fuente de datos objetiva, que es importante para comprender lo que está ocurriendo en la guerra, para aportar posibles pruebas cuando se denuncian infracciones del derecho internacional o para verificar ataques individuales», explica el autor principal, Ben Dando, sismólogo del Norwegian Seismic Array (NORSAR).
Los datos de Dando y sus colegas proceden de un conjunto de 23 sensores sísmicos situados en las afueras de Kiev. A partir de las señales registradas por estos sismómetros, los investigadores pudieron determinar la hora, el lugar y la intensidad de cada explosión. Las perturbaciones más pequeñas, como la explosión que acompaña a un disparo, son demasiado débiles para que las detecten estos sensores; lo que sí pueden observar son, casi con toda seguridad, grandes impactos, como los de misiles y bombas.
Estas detecciones pueden aportar claridad a la confusión de los conflictos armados. Es especialmente vital en Ucrania, que se ha visto inundada de desinformación y propaganda. La información precisa y oportuna sobre los acontecimientos de una batalla es clave para que otros países y organizaciones de vigilancia intervengan, especialmente si parece que se están infringiendo las leyes internacionales. Marco Bohnhoff, sismólogo del centro de investigación alemán GFZ Potsdam que no participó en el estudio, declaró a la revista alemana SPIEGEL que este tipo de monitorización sísmica podría usarse para confirmar sucesos y desenmascarar la desinformación deliberada en los reportajes de guerra.
Los datos sísmicos «pueden proporcionar información sobre cómo se atacan determinados lugares y con qué intensidad», afirma Dando. Por ejemplo, la presa de Nova Kakhovka, en Ucrania, fue destruida en junio de 2023, provocando inundaciones generalizadas y una crisis humanitaria. Las autoridades ucranianas afirmaron que los daños se debieron a los bombardeos rusos. De ser cierto, la destrucción de infraestructuras civiles se consideraría un crimen de guerra según varios protocolos internacionales. La esperanza es que la vigilancia sísmica, como la realizada por Dando y sus colegas, proporcione más información sobre situaciones como éstas y permita respuestas internacionales.
No es la primera vez que la tecnología científica de vigilancia de la Tierra coincide con un conflicto. Otras técnicas, como las imágenes por satélite, también se han usado para este tipo de vigilancia en la historia reciente, incluso durante la guerra entre Rusia y Ucrania. Los satélites han captado imágenes de infraestructuras destruidas y de movimientos a gran escala de material bélico. Un proyecto de la NASA basado en el espacio y destinado a rastrear fuentes de luz nocturnas creadas por el hombre, conocido como Black Marble (Mármol Negro), ha identificado incluso cortes de electricidad relacionados con la guerra en Ucrania. Estos datos satelitales «resultan inestimables para identificar a las poblaciones vulnerables que merecen ayuda inmediata», afirma Ranjay Shrestha, experto en teledetección que participa en el proyecto Black Marble del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA.
Las técnicas de teledetección tienen sus limitaciones. Funcionan mejor cuando se combinan con información sobre el terreno y el contexto para producir interpretaciones precisas. «Pensemos, por ejemplo, en los casos de Ucrania, donde los residentes apagaron intencionadamente las luces para reducir el riesgo de ataques aéreos», explica Shrestha. «Sin corroborar la información de la verdad sobre el terreno, podríamos interpretar erróneamente la situación como un corte de electricidad resultante de daños en la infraestructura».
La organización de Dando, NORSAR, se fundó sobre el principio de emplear datos sísmicos para estudiar las explosiones nucleares como parte del Comprehensive Nuclear Test Ban Treaty (Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares). Los 23 sensores situados a las afueras de Kiev que alimentaron este estudio forman parte de ese sistema, que se ha empleado para detectar pruebas nucleares en todo el mundo que violan el derecho internacional. Sin embargo, no suele haber sensores sísmicos de alta calidad tan cerca de un conflicto militar activo. «Ahora estamos viendo que con los sensores adecuados en el lugar adecuado», afirma Dando, «los datos sísmicos y acústicos pueden aportar un valor significativo a la vigilancia activa de conflictos».
Fte. Popular Science (Briley Lewis)
Briley Lewis es escritora científica independiente y candidata al doctorado y becaria de la NSF en la California University de Los Ángeles, donde estudia Astronomía y Astrofísica.