¿Qué queda por hacer en el siglo XXI? La mayoría de los submundos, por lo visto. Uno de esos bajos fondos es el espacio bajo la plataforma de hielo de Doston, en la Antártida, que un equipo de robots autónomos acaba de pasar un año mapeando. Aunque se trata de una misión de investigación totalmente civil y académica, el proyecto tiene lecciones valiosas sobre cómo pueden ser las operaciones autónomas a largo plazo.
En enero de 2018, un equipo de investigadores de la Universidad de Washington, la Universidad de Columbia, el Instituto Coreano de Investigación Polar y la Fundación de la Familia Paul G. Allen desplegaron siete robots para estudiar la región. Tres de estos robots eran Seagliders, una plataforma autónoma de larga duración construida para recoger datos bajo la superficie. Estos Seagliders fueron guiados por un trío de balizas acústicas colocadas en el fondo del océano durante la misión.
Además de los Seagliders, los investigadores lanzaron cuatro flotadores «Electro-Magnetic Autonomous Profiling Explorer», o EM-APEX, desarrollados por la Universidad de Washington. Estos sensores fueron bajados a la corriente caliente más profunda de agua salada y densa, y luego arrastrados bajo el hielo durante un período de varias semanas antes de que fueran expulsados con el flujo de agua fría cerca de la superficie. Tres de los flotadores EM-APEX fueron expulsados a las ocho semanas. Uno de los flotadores permaneció bajo el agua durante casi un año entero, resurgiendo el 5 de enero de 2019.
La ciencia de la expedición es fascinante y, de nuevo, su propósito principal. Al examinar la interacción entre el hielo marino y las plataformas de hielo, los investigadores esperan aclarar algunas de las incertidumbres en las estimaciones del aumento del nivel del mar como resultado del aumento de la temperatura media mundial. Mientras que las subidas del nivel del mar tienen impactos de segundo y tercer orden para los planificadores militares, es la operación combinada y la larga duración de la misión lo que nos interesa hoy en día.
Bajo el agua es lo que se puede considerar como un ambiente naturalmente negado, con las dificultades de transmitir órdenes a través del mar y el hielo. Las balizas acústicas son una solución parcial que proporciona un conjunto de puntos fijos alrededor de los cuales los robots pueden navegar. La autonomía es el resto de la solución: al igual que los submarinistas que funcionan en silencio, los robots siguieron las órdenes al máximo de su potencia de cálculo y duraron hasta que llegó el momento de volver.
No todos los robots lo lograron; se presume que uno de los Seagliders sigue operando bajo el hielo. Aunque todos los flotadores que llevaban sensores regresaron, el paso bajo el hielo podía llevar entre seis semanas y casi un año. Los seres humanos en el control y de los que dependerán los robots en el futuro deben esperar cierto desgaste en las máquinas que despliegan.
A medida que el mundo de la investigación y el mundo comercial se sienten más cómodos con las posibilidades de despliegue que ofrecen los sistemas autónomos, los planificadores militares también deberían tener en cuenta lo que la presencia de robots ambientales y ambulatorios puede ofrecer, especialmente en lugares donde es difícil para los humanos ir.
El video muestra el mapeo realizado por los tres Seagliders y los cuatro flotadores EM-APEX.
Fte. C4ISRNET