Los ejércitos consumen ingentes cantidades de energía y el problema no hace más que agravarse, por lo que se hace necesario recurrir a centrales eléctricas móviles con huella de carbono reducida.
Durante miles de años, los ejércitos únicamente necesitaban unos pocos suministros esenciales: armas, munición, alimentos y vestuario, pero los actuales ejércitos funcionan con electricidad, porque todos esos sofisticados dispositivos -sensores, ordenadores, drones, etc. necesitan energía. Si a esto añadimos la aparición de láseres en el campo de batalla y otras armas de energía dirigida, así como vehículos de combate eléctricos (el Ejército de EE.UU. tiene previsto disponer de vehículos tácticos totalmente eléctricos en 2050), resulta evidente que, en futuro, los ejércitos consumirán cantidades ingentes de energía.
Esto es especialmente problemático para Estados Unidos, que con frecuencia envía fuerzas a todo el mundo, por lo que las centrales eléctricas móviles que las unidades puedan llevar consigo, por remoto que sea el lugar, constituyen un valor añadido.
Para complicar el panorama está el hecho de que las Fuerzas Armadas estadounidenses ya son el mayor emisor institucional de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, así como el mayor usuario institucional de combustibles fósiles, según algunos investigadores. En 2020, el «consumieron casi 78 millones de barriles de combustible para alimentar buques, aviones, vehículos de combate y bases de contingencia, con un coste total de 9.200 millones de dólares», según el Departmente of Defense’s 2020 Operational Energy Annual Report (Informe anual sobre energía operativa 2020 del Departamento de Defensa).
No se trata sólo de que el Ejército tenga un plan climático que exige cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050; los combustibles fósiles también son voluminosos, volátiles y difíciles de transportar, por lo que encontrar una fuente de energía portátil que no funcione con petróleo facilitaría mucho la logística.
Una solución es la energía nuclear. En los años 50, el Ejército se planteó desarrollar un tanque de propulsión nuclear; dada la tecnología de la época, habría sido una pesadilla de seguridad y mantenimiento. Pero el Pentágono cree que los reactores actuales son viables como centrales móviles.
En 2022, el Departamento de Defensa (DoD) anunció el Project Pele, un intento de desarrollar un microrreactor móvil. Pele formaría parte de una generación emergente de reactores de cuarta generación, diseñados para ser seguros y generar menores cantidades de residuos radiactivos. También tienden a ser reactores reproductores, que crean más combustible del que consumen, pero no en una forma que pueda servir para fabricar armas nucleares.
Pele generaría entre 1 y 5 megavatios de energía eléctrica. No es mucho comparado con los reactores comerciales que producen 1 gigavatio (1.000 megavatios), pero el objetivo es mantener una base de operaciones avanzada o un batallón de vehículos eléctricos de combate -no abastecer a toda una ciudad, y el ahorro potencial sería considerable.
«El DoD consume aproximadamente 30 teravatios-hora de electricidad al año y más de 10 millones de galones de combustible al día», apunta el anuncio del proyecto. «Un reactor nuclear seguro, pequeño y transportable abordaría esta creciente demanda con una fuente de energía resistente y libre de carbono que no aumentaría las necesidades de combustible del DoD, al tiempo que apoyaría las operaciones críticas en entornos remotos y austeros».
Otra opción es la energía solar; varias empresas ya ofrecen generadores alimentados por energía solar. También está la energía eólica: el Department of Energy está desarrollando turbinas eólicas, lo bastante pequeñas como para caber en contenedores de transporte, para misiones militares y de ayuda en catástrofes.
Fte. Popular Mechanics