Dice un proverbio saharaui que «Envía Dios con su poder y sabiduría unos aires entre el cielo y la tierra que curan y purifican todos los males, y que solo son disfrutados por los que cabalgan a camello». No es cuestión de poner en duda las creencias populares, pero con que dichos aires aliviaran un poco las agujetas y rozaduras que producen al jinete novato, sería más que suficiente para dar gracias por su soplo. El dicho no es verdad, pero es bonito, y al final, endurecido el cuerpo, al desaparecer rozaduras y molestias, se está en disposición de disfrutar del camino.
El meharista es la representación más pura de la tradición saharaui, es el soldado nómada por excelencia, el alma de la Agrupación de Tropas Nómadas del Sahara (ATN) que, por medio de él, enlaza con las tropas meharista españolas organizadas en el año 1927 por el entonces teniente coronel don Guillermo de la Peña. La figura del meharista nos lleva a rememorar la patrulla a camello, en realidad dromedario, smel, en hasanía, la unidad más característica de los Grupos Nómadas de Policía y de la ATN de tal modo que no sería concebible su existencia si no formara parte de ella. El nombre de meharista proviene de «mehari», una clase de dromedario de alzada mayor de la común, apto para la carrera, pero menos para marchar por un terreno duro y pedregoso como era el del Sahara español, lo que, unido a su menor fortaleza física. justifica que no formara parte de la cuadra de la ATN, que optó por el camello del lugar más resistente y duro.
La Agrupación de Tropas Nómadas fue una unidad mixta montada-motorizada tipo regimiento con tres grupos equivalentes a batallón, cuyas compañías guarnecen permanentemente todas las bases establecidas en el territorio, desde donde parten las patrullas previstas por el mando del Sector. De sus aproximadamente 1.600 soldados en plantilla, la mitad son saharauis (nativos), y la otra mitad soldados españoles (europeos) de reemplazo, composición que la clasifica como unidad indígena, última de esta clase en nuestro ejército. Desde el punto de vista estrictamente militar no es una unidad potente, pero tiene otras características muy importantes: gran movilidad, velocidad, muy ágil y operativa, si bien, donde sobresale por su impronta indígena, es cualitativamente: su presencia permanente en todo el territorio es el testimonio vivo de España en cualquier lugar del Sahara, y la no menor significación política por la implicación activa del saharaui en la seguridad de su territorio.
La duración de la patrulla a camello puede variar entre quince, treinta e incluso noventa días, pero es la quincena la más frecuente y en cuanto a su composición habitual es de tipo pelotón de 15 hombres con sus correspondientes monturas, más cuatro camellos de carga para la munición, víveres y bagajes. Su armamento: el individual y una ametralladora ligera, más una emisora de 5 watios con generador a mano. Una o dos benias (especie de tienda portátil típica saharaui) completa el somero equipo. Constituida en su totalidad por soldados saharauis, salvo el mando, la patrulla a camello lejos de despertar recelo entre los nativos siempre es recibida con agrado en la jaima o en el frig, y justificación para tomar un té y entablar una conversación con las noticias (jabar) más recientes.
La patrulla a camello es una experiencia única que todo aquel que tuvo la fortuna de realizar alguna vez difícilmente olvida; es en ella donde se logra la integración plena con el medio, con el elemento siempre vivo y presente en el nomadeo: el desierto, donde la exigua mata protege del sol y del viento; la cama, el suelo; el colchón el iligüis y el techo, las estrellas. Nomadeando a camello se siente la necesidad tanto de prestar ayuda como recibirla y donde el desierto con su rudeza, austeridad e inmensa belleza se valora plena y certeramente.
La lenta marcha del camello obliga a contemplar un mismo paisaje durante horas y horas, reparando en esa incesante observación hasta en los más pequeños detalles que, de no ser así, pasarían inadvertidos. Esta continua concentración crea un hábito especial de vida e influye de tal manera en la valoración de las cosas, hechos y conceptos que muchos sentimos por primera vez lo que es la verdadera libertad. Es por ello por lo que el desierto se adueña de nuestro espíritu dejando una huella imborrable en él a pesar del tiempo transcurrido desde nuestra salida del Sahara. Sus componentes se encuentran aislados, pero no solos, sus compañeros, sus amigos, los seres queridos están presentes en su pensamiento, pero no añorados melancólicamente con tristeza; se tiene la certidumbre que todos están prestos a la ayuda espontánea y generosa, solo falta la llamada para acudir en su auxilio. Esta seguridad firmemente sentida por todos los nómadas es lo que imprimía carácter a las Tropas Nómadas, su unidad de doctrina, su estilo de vida y su compañerismo inquebrantable superador de distancias y aislamientos.
Es allí, con la diminuta patrulla y sus escasos medios, cuando las necesidades y aspiraciones que nos oprimen y agobian en la vida rutinaria de la sociedad moderna toman su verdadera dimensión, deseo y valor, muy inferior al que en principio se les había otorgado y, así, liberado de esas ataduras se dispone de tiempo, serenidad y predisposición para pensar, hablar, escuchar y observar todo cuanto nos rodea, envueltos en una apacible serenidad que permite dejar trascurrir las horas sin preocupación ni sentimiento de culpabilidad por considerarlo pérdida de tiempo. La distancia física no se valora, está dominada y superada; el valor de las cosas está en función de su necesidad y utilidad; las horas sólo señalan distintas formas de comportamiento relacionado con la climatología unida a ellas. Nadie está esclavizado por el reloj. Es en esencia la paz y serenidad que tan a menudo se busca.
César Goas Escribano
Coronel de Infantería (R)
Hermandad de la Agrupación de Tropas Nómadas del Sahara