En estos tiempos en que el Sahara Occidental ha estado y está frecuentemente en los medios de comunicación, especialmente desde la declaración del anterior presidente estadounidense, Donald Trump, el 10 de diciembre de 2020, reconociendo la soberanía marroquí sobre el citado territorio incluido en la lista de los 17 territorios no autónomos de las Naciones Unidas bajo supervisión de su Comité Especial de Descolonización, la Asociación Española de Militares Escritores ha programado el III CICLO AEME/21 titulado «Impresiones, historia y recuerdos de la presencia de España en el Sahara Occidental», en el que han participado miembros de la Hermandad de Veteranos de Tropas Nómadas del Sahara, a la que AEME agradece su amable y altruista colaboración para organizar y preparar este Ciclo que esperamos sea del agrado de todos los lectores de AEME».
España siempre había demostrado un gran interés por África y los nombres de Ceuta, Melilla, Orán Argel, Bujía, Tripoli, etc., que un día pertenecieron a la Corona española, van unidos a nuestra Historia. Pero el destino africano tuvo que esperar tres o cuatro siglos porque América se cruzó en su camino; España se vuelca en aquellas tierras con todo el bagaje que poseía- hombres, barcos, dinero, religión y cultura- para salir humillada al cabo del tiempo y con pocos deseos de embarcarse en una nueva aventura colonial. No obstante, América representa en nuestra Historia o, mejor dicho, en la Historia de la Humanidad, el mayor timbre de gloria que una nación puede tener: ver y admirar como al cabo del tiempo existe una veintena de pueblos, ya independientes, que hablan, piensan, estudian y rezan en español.
Los canarios tenían muy cerca la costa africana y con un magnífico banco pesquero al alcance de la mano; y, como es lógico, pedían al Gobierno de turno en España que ocupara parte de la costa para dar protección a su trabajo. Así van pasando los años y los siglos- y los pescadores que no consiguen nada del Gobierno, se van organizando para dar a luz las Sociedades Pesqueras.
Las primeras Sociedades tuvieron vida efímera y muchas desaparecieron antes de tener presencia en la costa africana, pues no será hasta el año 1884, cuando aparece la Compañía Mercantil Hispano-Africana, que con más medios y resolución será actor principal en los primeros momentos de la ocupación del Sahara.
En otro orden de cosas, aunque dentro del mismo contexto, en Europa se va formando, a lo largo del siglo XIX, la idea de que África era la tierra donde los europeos tenían que encontrar expansión y mercados. África encerraba grandes posibilidades de reparto, sin ninguna duda, y esta idea, aunque muy superficialmente, también fue calando en España, especialmente después de la fundación por el rey de Bélgica de la «Asociación para la exploración de África» y los propósitos de Mackenczie respecto a la factoría de Cabo Juby (1876).
En España se funda la «Asociación española para la exploración de África», filial de la de Bruselas. Casi inmediatamente aparece la Sociedad Geográfica de Madrid que, en sesión de mayo de 1883 y por boca de Joaquín Costa, propone que debe darse por terminada ya, con los siete años que lleva de existencia, su período de iniciación y propaganda teórica y entrar de lleno en los problemas de exploración y colonización del vecino continente.
En diciembre de 1883, se constituye la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas que, rápidamente, enero de 1884, solicita al Gobierno la ocupación de Río de Oro en base a su riqueza pesquera, los vínculos con los pescadores canarios y que la península de Río de Oro había sido adquirida por la Sociedad de Pesquerías Canario-Africana. El Gobierno contestó negativamente, si bien prometía proteger los intereses particulares que allí se crearan.
Desde febrero de 1884 había empezado a operar la Compañía Mercantil Hispano-Africana, fondeando goletas, como pontones-almacenes frente a Río de Oro y Cabo Blanco, pero como en el mes de octubre tuvieron noticias de que los ingleses establecido en Tarfaya pensaban fundar otra factoría en Río de Oro, se envió, en el siguiente mes de noviembre, la expedición de Bonelli, que llevaba como misión el establecer en la costa casetas de madera con el pabellón español. El sistema a emplear sería mixto: mitad conquista, mitad empresa comercial, de forma tal que si fracasaba sería sólo el error de una Sociedad mercantil, más no del Gobierno; y en caso de éxito estaba asegurada la incorporación a la soberanía española de una zona vital para las Canarias. El Gobierno puso a disposición de Bonelli tres embarcaciones: la goleta «Ceres», la goleta «Inés», que portaba géneros para regalos e intercambios y el pontón Libertad.
La expedición partió de Las Palmas en octubre de 1884 en dirección a Cabo Bojador, que fue desechado por las dificultades para llegar a tierra; continuó hacia el Sur, visitando varias zonas con posibilidades. Por unas u otras razones se fueron desechando unas y otras, hasta quedar solamente Río de Oro, situada a 12 kilómetros de la Punta Dumford, donde se pensaba construir un faro, buen refugio para los barcos, excelentes condiciones de defensa y posibilidades de agua de un pozo, algo lejano, pero factible.
El 3 de noviembre por la tarde fondea Bonelli en Río de Oro estableciendo, a partir del siguiente día, casetas prefabricadas que traían desde la Península. Montaron una próximo a la factoría pesquera, que llamarían luego Villa Cisneros y donde quedaba la goleta «Inés», otra en la Bahía de Cintra con nombre de Puerto Badía y, una tercera, en Cabo Blanco donde ancla el portón «Libertad», que denominaría Medina Gatell, en las cuales dejó una reducida guarnición de Infantería; estas dos últimas serían pronto retiradas. Ante los buenos resultados de la expedición, el Gobierno español dirigió una Circular a las potencias extranjeras, participándoles haber declarado bajo el Protectorado de España, la costa occidental de África, comprendida entre los paralelos 20 y 27 de latitud Norte, desde el Cabo Blanco hasta el Cabo Bojador.
Poco tiempo permaneció Bonelli en Río de Oro, pues el 1 de diciembre de ese año, marchaba para la Península. Las circunstancias eran, al menos, embarazosas; Eusebio Pontón era Delegado para África de la Compañía Hispano-Africana, que había adquirido la propiedad de la península de Río de Oro, y tenía mando total en la factoría. La llegada de Bonelli, que no representaba al Gobierno español sino a la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, tuvo que originar recelos por ambas partes y Bonelli, considerando que las circunstancias no le eran favorables y que precisaba recabar una mayor representatividad, dejó el Territorio.
Sufrió la factoría un ataque el 9 de marzo de 1885, con seis muertos, varios heridos, la caseta de madera incendiada y la goleta «Inés» saqueada y hundida. Los supervivientes fueron socorridos por un indígena de Ulad Bu Sbaa, curados y enviados a Las Palmas en el buque «Pino». Cuando parte de los supervivientes, entre ellos el Sr Pontón, llegan a Las Palmas, se produce en España un movimiento general de indignación.
El 8 de junio, por la noche, el vapor Río de Oro, pone rumbo hacia la costa sahariana. Su carga, dos oficiales de Estado Mayor, Chacón y Manzano, un teniente de Artillería Jefe del Destacamento, Brotons, 25 artilleros y 31 trabajadores. El 10 de junio desembarcan en Río de Oro. Efectúan un breve reconocimiento de la zona, donde sólo encuentran los restos de la antigua factoría, sin detectar presencia de moro alguno. Al medio día del 15 de junio, se alza el Pabellón español, con las formalidades de rigor.
Nuevamente volvió Bonelli a desembarcar en Villa Cisneros, el 26 de agosto de 1885, pero ahora con un Destacamento de veinte hombres, un cañón de 8 cm y 150 disparos, además del título de Comisario Regio (máxima autoridad civil y militar en la zona) y con Pontón ya destinado fuera de Río de oro. Restablece el orden, castiga a los causantes del ataque a la factoría y el Protectorado inició su singladura.
Coronel (R) JuanTejero Molina