Los problemas de la política exterior en Gaza y Etiopía, combinados con una aguda crisis financiera, podrían significar inestabilidad para Egipto, la nación más poblada del mundo árabe.
La estabilidad en Oriente Medio es vital para los intereses estadounidenses. La región sigue siendo una fuente crucial de energía y está situada en la encrucijada del comercio mundial. También actúa como incubadora de movimientos terroristas que han sido capaces de llegar hasta Occidente y Estados Unidos. En este terreno, Egipto, con una población de 109 millones de habitantes, es un eje para la estabilidad. La relación de seguridad del país con Israel y Estados Unidos ayuda a amortiguar las graves amenazas islamistas radicales dentro de la región, del mismo modo que ha impedido el expansionismo iraní dentro de Oriente Próximo.
Por tanto, es importante que la política exterior estadounidense reconozca los desafíos a la estabilidad egipcia. Lo más destacado es que Egipto ha estado en el punto de mira mundial en los últimos meses debido a la guerra en curso en Gaza. Mientras Israel prosigue su campaña contra Hamás, los acontecimientos en la frontera del Sinaí, cerca de Rafah, podrían considerarse violaciones de la soberanía egipcia con consecuencias políticas en El Cairo.
Mientras, se fragua otro conflicto en el sur, donde Egipto se enfrenta a la creciente escasez de agua debido a la nueva presa del Grand Ethiopian Renaissance, y las tensiones con Etiopía aumentan después de que las negociaciones llegaran a un «callejón sin salida» en diciembre. Para complicar este conflicto está el reciente reconocimiento por Etiopía de Somalilandia, región autónoma de Somalia no reconocida por el gobierno somalí. El presidente egipcio, Abdel Fattah el-Sisi, organizó una conferencia de prensa con el de Somalia en la que amenazó explícitamente con apoyar militarmente la soberanía de Somalia. Este conflicto salpicó al Congreso de Estados Unidos después de que la representante Ilhan Omar (demócrata por Minnesota) pareciera comprometerse a apoyar la reivindicación del gobierno somalí.
Además de estos posibles conflictos internacionales en Gaza y con Etiopía, se avecina una amenaza más insidiosa para la estabilidad egipcia en el frente económico. Los ataques de los Houthi al comercio marítimo internacional que pasa por el estrecho de Bab-el-Mandeb han tenido enorme impacto en las cadenas de suministro mundiales y producido el descenso del 30% en el volumen mundial de buques portacontenedores que pasan por Suez, según el FMI. De hecho, grandes navieras como Maersk han suspendido indefinidamente sus rutas por el canal. Si bien el impacto de los Houthi en el comercio mundial es pronunciado, aún es mayor en los ingresos de Egipto por el Canal.
La deuda externa de Egipto ronda los 164.500 millones de dólares. El déficit comercial del país significa que Egipto está hambriento de dólares, de modo que el gobierno ya no puede mantener una paridad de la libra egipcia (EGP) de 31 EGP por 1 $ (el tipo de cambio oficial del gobierno). El mercado paralelo valora ahora 1$ a unos 60 EGP, un nivel que los egipcios consideraban antes inimaginable. El desvío del tráfico del Canal de Suez a otras rutas marítimas compromete una de las mayores fuentes de ingresos dolarizados de Egipto. La interrupción del flujo de ingresos del Canal de Suez es significativa y compromete aproximadamente el cuarenta por ciento de los ingresos del canal.
Sin embargo, la actual crisis económica de Egipto, aunque significativa, oculta otra financiera más amplia que se cierne sobre el país. Los enormes préstamos públicos de la última década para proyectos de financiación estatal se han hecho principalmente mediante la impresión de moneda por parte del banco central, y la mayoría de los préstamos suscritos en Egipto se han destinado a financiar megaproyectos como la New Administrative Capital y un nuevo y ambicioso monorraíl. Aunque alabadas como empresas que impulsarían la inversión extranjera directa en el país, estas iniciativas no consiguieron atraer apetito significativo de la comunidad internacional. En lugar de desecharlas, el gobierno simplemente decidió financiar estos proyectos por su cuenta.
Ahora, la factura está al caer, y Egipto necesita desesperadamente reestructurar sus obligaciones para evitar el impago. En su actualización de las perspectivas regionales de Oriente Medio, el director del FMI para Oriente Medio afirmó que «las macropolíticas restrictivas siguen siendo esenciales para reducir la elevada deuda y la inflación en determinados países». Según se informa, esta actualización, entregada el 31 de enero, precede a un nuevo acuerdo del FMI que se está negociando para conceder más préstamos a Egipto. El rumoreado acuerdo implicaría la devaluación urgente de la libra egipcia. Esto, junto con las continuas medidas de austeridad del gobierno, puede sumir al ya debilitado consumidor egipcio en una mayor pobreza.
Cualquier posible desestabilización económica puede servir para amenazar la estabilidad interna, proporcionando una apertura para que los actores radicales vuelvan a la palestra. El gobierno de Sisi suprimió ampliamente la infraestructura de los Hermanos Musulmanes tras el derrocamiento por los militares del anterior presidente, Mohamed Morsi, en 2013. Sin embargo, sería insensato subestimar el posible retorno de los partidos extremistas en el contexto de un acusado declive económico.
Gaza, Etiopía y la inminente devaluación: todos estos factores conforman una tormenta perfecta para Egipto en 2024, que representa tanto una oportunidad como una crisis potencial para la política exterior estadounidense. Acercarse a Egipto ahora, con ayuda económica y militar, podría dar lugar a una influencia estadounidense más eficaz en las políticas egipcias y ofrecer potencialmente un contrapeso a la creciente presencia rusa en otros lugares del norte de África y el Sahel. Por otra parte, un Egipto desestabilizado podría suponer un grave problema para el mundo occidental. Siendo con mucho el país más poblado de Oriente Próximo, una crisis allí podría significar una oleada de refugiados económicos que empequeñecería todo lo visto hasta ahora, en un momento en que el sentimiento antiinmigración en Europa está minando a los partidos políticos de orientación atlantista. Los intereses estadounidenses en la estabilidad de Europa y Oriente Medio se han entrelazado. Washington haría bien en actuar con rapidez y dar una señal de apoyo a Egipto para evitar el desorden, que sólo beneficiaría a los adversarios de Estados Unidos, ya sean Irán, Rusia, China o los extremistas islamistas.
Fte. The National Interest (Russell A. Berman y Mohamed Mohsen)
Russell A. Berman es Senior Fellow de la Institución Hoover, donde dirige el Grupo de Trabajo sobre Oriente Medio.
Mohamed Mohsen es antiguo becario de X-Force en la National Security Innovation Network.