La última tanda de amenazas que ha sufrido Europa desde Washington, marcan el difícil futuro que le espera a la diplomacia del viejo continente a la hora de negociar con un antiguo aliado convertido ahora en duro competidor.
La postura norteamericana respecto a la Unión Europea muestra un importante cambio de actitud justo cuando esta pierde a un país tan importante como Reino Unido.
Las recientes presiones realizadas por importantes responsables del gobierno de los EE.UU. reforzadas por las declaraciones de Donald Trump, retoman los avisos para navegantes que desde la Casa Blanca se lanzaron al viejo continente marcando el futuro de una nueva era entre quienes, hasta hace poco, eran uña y carne.
La implementación de sanciones económicas e imposición de aranceles vividos durante los tres últimos años, han reformado el concepto de relaciones comerciales tal cual se entendía poco tiempo atrás. Por encima de los propios intereses económicos tradicionales, la política de sanciones y aranceles marcan el nuevo enfoque de los Estados Unidos condicionando al comercio mundial a elegir bando o asumir enormes pérdidas económicas.
Tras años de globalización y deslocalización en la economía desarrollada durante los últimos 30 años ha llevado a que las empresas dispersen sus proveedores y sistemas productivos por diferentes países. Las ventajas de la internacionalización pasan ahora factura al erigirse barreras arancelarias y amenazas de sanciones a quienes negocien con determinados países.
EE.UU defiende en el ring del comercio mundial la posesión del cinturón de la economía más poderosa del mundo en un disputado asalto con China, donde todo vale con tal de evitar que el trofeo y la iniciativa pase a un rival que compite por la supremacía contra el país más poderoso desde la segunda guerra mundial.
En el combate por el dominio del comercio y el poder mundial, Europa juega cada vez más el papel de víctima en lugar del de árbitro a lo largo de una contienda donde muestra más debilidad que astucia.
El papel de Europa en el mundo
En un mundo dominado por la tecnología, el software, la inteligencia artificial y las nuevas tendencias de la economía y la industria, Europa es cada vez más un consumidor de tecnologías y servicios Made In USA, mediante dispositivos y productos hechos en China, beneficiando a una industria que apenas paga impuestos en el viejo continente gracias a la ingeniería financiera.
Como consecuencia de esto, Europa pierde terreno frente a las potencias tecnológicas que diseñan el futuro de la economía y los servicios como EE.UU, China, Israel, Singapore y otros centros de desarrollo, quedándose como mero consumidor dependiente a merced de quienes marcan el ritmo del futuro.
Incluso sectores tradicionales, donde la tecnología europea es referente mundial como el automóvil, comienzan a resentirse ante la transformación del sector hacia la movilidad eléctrica y la conducción autónoma, donde la realidad muestra a los fabricantes tradicionales como el software, conectividad y tecnologías de baterías anulan la ventaja y experiencia de las técnicas de diseño y desarrollo acumuladas durante más de cien años.
Precisamente el sector del automóvil, industria clave del PIB europeo, será uno de los más afectados en caso de que las amenazas de Trump se hagan efectivas si Europa no sigue las ‘recomendaciones’ de los Estados Unidos.
La presión política desatada contra países y empresas europeas (incluida Telefónica) durante estas semanas viene marcada por la cruzada contra Huawei, lanzada desde la Casa Blanca, que se configura como mucho más que una lucha por la privacidad y la seguridad de las transmisiones 5G.
La empresa de tecnología china representa la realidad de la superación tecnológica e industrial del gigante asiático sobre los, hasta hace poco, líderes en innovación. Por su parte Estados Unidos trata de no perder el liderato tecnológico frente a China; un rival que cada día le planta cara a nivel político, industrial, económico y hasta militar.
En esta línea, la estrategia detrás de MAGA (Make America Gran Again) pasa por presionar por cualquier método a todos aquellos que no sean afines con el criterio de la Casa Blanca, sean aliados tradicionales o rivales eternos.
Una economía dependiente de dos mercados
En esta tesitura Europa, con una economía dependiente de ambas partes, se encuentra en una encrucijada de difícil salida puesto que cada sanción supone una pérdida potencial de negocio y puestos de trabajo para las empresas que operan por ejemplo en China en sectores claves como maquinaria, auto, electrónica, productos químicos y servicios.
Por otra parte, el mercado europeo depende de las exportaciones de sus productos a EE.UU. situación que aprovecha la Casa Blanca para presionar y amenazar al sector industrial y agrario europeo si sus gobiernos no aceptan las nuevas condiciones.
La nueva política de “mi país primero” pone en peligro los equilibrios comerciales construidos durante décadas especialmente si en Europa no se forma un frente común y unido que defienda los intereses de la unión por delante de los individuales de sus miembros.
Cada acuerdo comercial exclusivo supone una pérdida de ventas de terceros en favor de los productos y servicios de las empresas bajo el paraguas de los nuevos acuerdos comerciales. Cuando China cierra un acuerdo con EE.UU. que implica un incremento del volumen de exportaciones de productos norteamericanos, automáticamente se expulsan las importaciones de terceros países, como los europeos, que se ven despojados de un trozo del mercado del gigante asiático sin recibir ninguna compensación o alternativa a cambio.
Sé el primero en comentar