La tendencia a lo largo de siete siglos sugiere que las tropas del mañana llevarán un equipo muy pesado.
En 2050, los soldados equipados con exoesqueleto podrían llevar el tipo de ametralladoras pesadas que hoy van montadas en vehículos, mientras que los tanques podrían estar armados con cañones del calibre de los obuses, según una fórmula matemática derivada de siete siglos de desarrollo de armas.
Para construir la fórmula, el científico del Laboratorio de Investigación del Ejército Alexander Kott analizó cuidadosamente los rendimientos de las armas a lo largo de los años, comenzando por las ballestas y continuando por los mosquetes y los tanques.
«Construir un modelo de la evolución de la tecnología, basado en atributos de rendimiento más que en atributos de diseño, nos permite buscar regularidades a través de múltiples familias tecnológicas, ampliar el alcance temporal de la investigación y ofrecer una capacidad superior para el pronóstico a largo plazo», escribe Kott en un artículo que aparecerá en el Journal of Defense Modeling and Simulation.
El trabajo de Kott se remonta a siglos de desarrollo de armas, comenzando con las ballestas y avanzando a través de mosquetes y tanques, con el fin de crear un modelo para predecir futuros desarrollos en armamento. (Aunque es un científico del Ejército de Estados Unidos, el documento no representa la doctrina oficial.)
La previsión tecnológica existe desde hace décadas. El ejemplo más famoso es la Ley de Moore, que pronostica el tamaño y la potencia de los ordenadores, en función de la cantidad de tiempo que se tarda en duplicar el número de transistores en un chip (aproximadamente 18 meses) y el consiguiente efecto sobre el precio. Desde 1965, ha sido notablemente coherente, permitiendo a los gestores de fondos de inversión, diseñadores y empresarios planificar para el futuro, basándose en la probable disponibilidad de potencia computacional en un punto de precio particular.
La fórmula de Kott hace algo similar, pero con proyectiles militares en lugar de chips de computadora. Examina factores como el año de creación del arma, la velocidad del proyectil que dispara, la masa del proyectil y del arma en sí, la rapidez con que se mueve el arma, la velocidad de disparo, el tamaño de la tripulación, etc. Todos estos aspectos se colocan en una fórmula para mostrar cómo una innovación prepara el escenario para otra.
Basándose en su trabajo, Kott cree que los avances en los exoesqueletos usados por los soldados permitirán a las tropas desmontadas llevar mucha más coraza y potencia de fuego, ya que, dadas las tendencias actuales, deberían aumentar la capacidad de carga de los soldados en un 50 por ciento para el año 2050.
Sobre la base de ello, y de las tendencias a largo plazo de la evolución de las armas de fuego en términos de velocidad de disparo y de la energía cinética que producen por proyectil, anticipa que los futuros soldados de a pie, con sus trajes blindados potenciados por baterías, podrán disparar ametralladoras que hoy son transportadas usualmente en vehículos o trípodes, como la china QJZ-89 y la rusa Kord.
Los tanques también serán más pesados y estarán mejor armados. Las tendencias actuales sugieren que las unidades acorazadas del 2050 podrían contar con tanques de 70 toneladas tripulados por tres o cuatro personas, armados con un cañón de 152mm o incluso 155mm, similar al de un obús M777. Pero Kott también prevé tanques más pequeños, de dos personas, que podrán moverse fuera de la carretera a 45 km/h, disparando hasta diez proyectiles de 135 mm por minuto contra objetivos a una distancia de 5.000 metros.
Kott reconoce que el modelo no puede anticipar avances tecnológicos, como los de la ciencia de los materiales o la energía dirigida, que podrían cambiar la trayectoria histórica del desarrollo de armas. «Sin embargo, también es posible que surja una tecnología completamente diferente capaz de proporcionar niveles comparables de energía», afirma.
En medio de frecuentes advertencias sobre las limitaciones de su propio enfoque, el documento de Kott insta a investigar más, sobre lo que las tendencias observables de hoy podrían decirnos sobre las armas del mañana.
«El alcance de la generalidad de una determinada ley, es decir, el número de tecnologías diferentes que se pueden describir con una sola curva, requiere una serie de investigaciones empíricas y un tratamiento teórico adecuado. Tal vez, esto llevaría a lo que podríamos llamar leyes universales de evolución para tipos muy amplios de tecnologías», escribe.
En otras palabras, puede existir una fórmula o explicación universal para el futuro del desarrollo de armas en una variedad de sectores, que permitiría a cualquiera predecir con increíble detalle, qué tipo de tecnologías futuras podrían llevar los soldados del futuro. Pero hasta que los investigadores puedan mostrar mejor cómo las innovaciones anteriores en el diseño dieron lugar a otras, ese futuro seguirá siendo invisible.
Fte. Defense One