La característica central de la nueva estrategia es su enfoque en la propia Rusia. Los dirigentes rusos tienen todas las razones para volverse hacia su país y abordar las evidentes debilidades, desequilibrios y desigualdades de su situación interna.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Rusia, de cuarenta y cuatro páginas, firmada por el Presidente Vladimir Putin el 2 de julio, es un documento notable. Es mucho más que una actualización del documento anterior, adoptado en 2015.
En aquel entonces, las relaciones con Occidente ya se habían deteriorado fuertemente como resultado de la crisis de Ucrania, pero aún se consideraban salvables; gran parte de la fraseología liberal heredada de la década de 1990 todavía estaba en uso; y el mundo todavía parecía más o menos unificado.
La versión actual, de la que posiblemente sea la declaración estratégica más importante del Kremlin, abarca no sólo las cuestiones de seguridad nacional, sino toda una serie de otras, desde la economía hasta el medio ambiente, y desde los valores hasta la defensa, es un manifiesto para una época diferente: una época definida por la confrontación cada vez más intensa con Estados Unidos y sus aliados; un retorno a los valores tradicionales rusos; y la importancia crítica para el futuro de Rusia de cuestiones como la tecnología y el clima.
La estrategia expone una visión de un mundo en transformación y agitación. La hegemonía de Occidente, concluye, está en vías de extinción, pero eso está provocando más conflictos, y más graves.
Esta combinación de optimismo histórico (el fin inminente de la hegemonía de Occidente) y de profunda preocupación (como está perdiendo, Occidente contraatacará con más ferocidad) recuerda vagamente a la famosa sentencia de Stalin sobre la agudización de la lucha de clases en el camino hacia el socialismo.
Desde el punto de vista económico, Rusia se enfrenta a una competencia desleal en forma de diversas restricciones diseñadas para perjudicarla y frenarla; en términos de seguridad, el uso de la fuerza es una amenaza creciente; en el ámbito de la ética, los valores tradicionales y el legado histórico de Rusia están siendo atacados; en política interior, Rusia tiene que hacer frente a maquinaciones extranjeras destinadas a provocar una inestabilidad a largo plazo en el país. Este entorno exterior cargado de crecientes amenazas e inseguridades se considera una época, más que un episodio.
En este contexto preocupante, la característica central de la Estrategia es su enfoque en la propia Rusia: en su demografía, estabilidad política y soberanía, el acuerdo y la armonía nacional, el desarrollo económico sobre la base de las nuevas tecnologías, la protección del medio ambiente y la adaptación al cambio climático, por último, pero no menos importante, el clima espiritual y moral de la nación.
Este enfoque hacia el interior se basa en la historia. Hace exactamente treinta años, la Unión Soviética se derrumbó, justo cuando su poderío militar estaba en su apogeo, y no como resultado de una invasión extranjera. Tras haber recuperado recientemente el estatus de gran potencia del país y haber reformado y rearmado con éxito sus fuerzas armadas, los dirigentes rusos tienen ahora todos los motivos para volverse hacia el interior y abordar las evidentes debilidades, desequilibrios y desigualdades de la situación interna del país.
El documento esboza una larga serie de medidas para hacer frente a una serie de problemas internos, desde el aumento de la pobreza y la continua dependencia crítica de la tecnología importada hasta la llegada de la energía verde y la pérdida de la ventaja tecnológica y educativa de la era soviética.
Todo esto tiene sentido. De hecho, el reciente descubrimiento por parte del Kremlin de que el cambio climático es un tema de primer orden es una señal esperanzadora de que Rusia está superando su anterior negación del problema, junto con unas expectativas desmesuradamente exuberantes de la promesa del calentamiento global para un país predominantemente frío. Al fin y al cabo, la anterior aceptación de la digitalización por parte del Kremlin ha dado un gran impulso a la difusión de los servicios digitales en toda Rusia.
La estrategia no ignora los aspectos morales y éticos de la seguridad nacional. Proporciona una lista de valores tradicionales rusos y los analiza ampliamente. Considera que estos valores están siendo atacados por la occidentalización, que amenaza con despojar a los rusos de su soberanía cultural, y por los intentos de vilipendiar a Rusia reescribiendo la historia.
En resumen, el documento marca un hito importante en el abandono oficial por parte de Rusia de la fraseología liberal de los años 90 y su sustitución por un código moral arraigado en las propias tradiciones del país.
Sin embargo, la estrategia pasa por alto un punto clave que está en la raíz de los numerosos problemas económicos y sociales de Rusia: la ausencia generalizada de valores, aparte de los puramente materialistas, entre gran parte de la élite dirigente del país. El documento menciona de pasada la necesidad de erradicar la corrupción, pero el verdadero problema es mayor en un orden de magnitud. Como demuestra cada una de las sesiones telefónicas anuales del presidente Putin con el pueblo ruso, incluida la más reciente del 30 de junio, Rusia está gobernada por una clase de personas que, en su mayor parte, son egoístas y no se preocupan en absoluto por la gente corriente ni por el país, sino que se centran exclusivamente en enriquecerse con su trabajo. El dinero, o más bien el gran dinero, se ha convertido en el principal valor de ese grupo y en el elemento más corrosivo de la Rusia actual. Ahí radica quizás la mayor vulnerabilidad de la Rusia moderna.
En cuanto a la política exterior, la estrategia es bastante escueta, pero da una pista de lo que podría incluir el próximo Concepto de Política Exterior. Estados Unidos y algunos de sus aliados de la OTAN pasan a ser calificados oficialmente como Estados no amistosos.
Las relaciones con Occidente pierden prioridad, con lo que esos países pasan a ocupar el último lugar en términos de cercanía, por detrás de los antiguos países soviéticos; de los socios estratégicos China e India; de las instituciones no occidentales como la Organización de Cooperación de Shanghai, de los BRICS y del trío Rusia-India-China; y de otros países asiáticos, latinoamericanos y africanos.
Además de los despliegues militares de Estados Unidos y su sistema de alianzas, los gigantes de Internet con sede en Estados Unidos, con su virtual monopolio en la esfera de la información, y el dólar estadounidense que domina las finanzas mundiales también se consideran instrumentos para contener a Rusia.
En general, la Estrategia de Seguridad Nacional de Rusia de 2021 pretende adaptar el país a un mundo aún más interconectado y con divisiones cada vez más agudas, en el que los principales frentes de batalla se dibujan no sólo, y ni siquiera en su mayoría, entre países, sino dentro de ellos.
Las victorias se ganarán y las derrotas se sufrirán en gran medida en el territorio nacional. En consecuencia, es el frente interno el que presenta los mayores desafíos, y es allí donde debe dirigirse el principal impulso de las políticas gubernamentales.
Fte. Modern Diplomacy (Dmitri Trenin)
Dmitri Trenin es Director del Centro Carnegie de Moscú