La crisis de Ucrania puede constituir un hito histórico más impactante que la caída del muro de Berlín en 1989, en opinión del ministro de Asuntos Exteriores de Singapur, Vivian Balakrishnan.
La invasión rusa de Ucrania es «quizá un momento más importante que la caída del Muro de Berlín», dijo Balakrishnan. «Creemos que estamos en un punto de inflexión», añadió. «El pequeño Singapur está defendiendo los principios y expresando una esperanza en las reglas de compromiso para esta nueva era».
En una ruptura con la tradición diplomática, Singapur se unió a las naciones occidentales para sancionar a Rusia, la primera nación del sudeste asiático en hacerlo en ausencia de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Es posible que el Sr. Balakrishnan tenga razón, aunque el muro de Berlín provocó el fin del comunismo como ideología y no como sistema político impulsado por el poder, mientras que Ucrania probablemente saque a Rusia de la carrera por el poder global en un orden mundial bipolar o multipolar emergente.
A pesar de la caracterización de la crisis ucraniana como una que enfrenta a la democracia con la autocracia y del hecho de que la gran mayoría de las naciones que han tomado medidas contra Rusia resultan ser democracias, lo que está en juego en la crisis es realmente la adhesión al derecho internacional, independientemente del sistema político de un país.
Esto es evidente en las maniobras de países como China, India y Emiratos Árabes Unidos, que han tratado de situarse en un punto intermedio. También lo han hecho Israel y Turquía, aprovechando sus intentos de mediar para poner fin a la crisis de Ucrania.
China se ha esforzado por mantener su antiguo principio de rechazo a la injerencia en los asuntos de los demás con su estrecha asociación con Rusia, que se consolidó aún más durante una visita a Pekín a principios de febrero del presidente ruso Vladimir Putin.
El príncipe heredero de EAU, Mohammed bin Zayed, dijo al Sr. Putin en una llamada telefónica el 1 de marzo, a raíz de la injerencia emiratí en múltiples países, incluidos Libia y Yemen, que «Rusia tiene derecho a garantizar la seguridad nacional». El Sr. Bin Zayed se refería a la invasión rusa de Ucrania.
Aparte de la guerra, la destrucción y la pérdida masiva de vidas, Ucrania se parece en muchos aspectos a la crisis del Golfo en la que EAU, junto con Arabia Saudí, lideraron un boicot económico y diplomático a Qatar de tres años y medio de duración que, al igual que la invasión rusa, tenía como objetivo vaciar la soberanía de un Estado vecino.
La invasión rusa constituye la tercera vez en una década, tras la crisis del Golfo de 2017 a 2021 y la anexión rusa de Crimea en 2014, que los Estados autocráticos tratan de ignorar el derecho internacional e imponer brutalmente su voluntad a un vecino.
En ese sentido, la equiparación del Sr. Balakrishnan de la invasión con el muro de Berlín da en el clavo. También sugiere que el hecho de no actuar inmediatamente para detener las violaciones del derecho internacional abre la puerta a invasiones cada vez más atroces, incluidas las violaciones masivas de los derechos humanos.
Las analogías entre las crisis de Ucrania y del Golfo son más evidentes en las demandas planteadas en ambos incidentes.
Al igual que EAU y Arabia Saudí, Rusia ha puesto sobre la mesa demandas maximalistas que someterían a Ucrania a su política exterior, de defensa y doméstica y someterían a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a su voluntad.
En su momento, EAU y Arabia Saudí exigieron que Qatar cortara sus lazos con los islamistas, cerrara la cadena de televisión Al Jazeera, expulsara a las tropas turcas y rompiera de hecho las relaciones con Irán.
Del mismo modo, Rusia exige que la OTAN se retire de los Estados miembros en las fronteras de Rusia y que Ucrania detenga su resistencia a la invasión, modifique su constitución para garantizar que Ucrania no pueda convertirse en miembro de la Unión Europea y/o de la OTAN, y reconozca la anexión rusa de Crimea y de las repúblicas escindidas de Donetsk y Lugansk, apoyadas por Rusia.
La resistencia qatarí al rechazar las demandas de EAU y Arabia Saudí y su capacidad para compensar las consecuencias del boicot acabaron por convencer a los dos Estados de que abandonaran sus demandas y levantaran el embargo en enero de 2021.
En lo que parece ser una maniobra similar al reconocimiento por parte del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy de que es improbable que Ucrania se convierta en miembro de la OTAN y puede que no quiera hacerlo dada la negativa de la Alianza a imponer una zona de exclusión aérea, Qatar hizo en su momento concesiones silenciosas que estaban muy por debajo de las demandas emiratíes-saudíes y no alteraron fundamentalmente las políticas del Estado del Golfo.
Se pidió a los islamistas, incluidos los miembros de la Hermandad Musulmana, que se trasladaran a Estambul y Londres, mientras que Al Jazeera redujo su cobertura más crítica de EAU y Arabia Saudí.
En los noticiarios de Al Jazeera de esta semana prácticamente no se informó de la ejecución de 81 personas en el Reino, muchas de ellas activistas chiíes. Sin embargo, el sitio web de Al Jazeera English sí informó de ellas. Se cree que han provocado la suspensión por parte de Irán de las conversaciones con Arabia Saudí, patrocinadas por Irak, destinadas a reducir las tensiones entre los dos rivales regionales.
El fracaso del boicot liderado por Arabia Saudí puede haber mostrado los límites de su poder, pero ponerle fin sin poder reclamar el éxito no amenazaba la supervivencia de los gobernantes de ambos países. Sin embargo, encontrar una solución para salvar la cara de la crisis ucraniana que, en última instancia, no ponga en peligro la posición del Sr. Putin podría resultar mucho más complicado.
La comunidad internacional y Qatar estaban dispuestos a dar un pase al Sr. Bin Zayed y a su homólogo saudí, el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Es poco probable que se conceda ese lujo al Sr. Putin.
Fte. Modern Diplomacy (Dr. James M. Dorsey)
El Dr. James M. Dorsey es investigador principal de la S. Rajaratnam School of International Studies, codirector del Institute for Fan Culture de la Universidad de Würzburg y autor del blog The Turbulent World of Middle East Soccer, de un libro con el mismo título, Comparative Political Transitions between Southeast Asia and the Middle East and North Africa, en coautoría con la Dra. Teresita Cruz-Del Rosario y de tres libros de próxima aparición, Shifting Sands, Essays on Sports and Politics in the Middle East and North Africaasí como Creating Frankenstein: The Saudi Export of Ultra-conservatism y China and the Middle East: Venturing into the Maelstrom.