Un aspecto poco conocido de las reformas realizadas en el segundo periodo de privanza de fue el de la creación de Comandancias Generales Militares en territorios de especial importancia estratégica. Su justificación debe buscarse en un intento de ofrecer una articulación defensiva más eficaz e inmediata ante las amenazas de las escuadras británicas, aunque también, seguramente, al deseo del valido de colocar a su frente a personas de su absoluta confianza, como veremos.
De este modo, “por convenir a mi servicio y conformándome con lo que me ha propuesto el Generalísimo de mis Armas”, diversos reales decretos de 1805 dispusieron la erección de comandancias generales en Vizcaya, Guipúzcoa, Menorca, Campo de Gibraltar, Ceuta, Canarias y, el 5 de febrero, la que nos ocupa, “Comandancia General Militar del Principado de Asturias y costa de Cantabria”. Estas nuevas jurisdicciones castrenses se segregaron de facto de sus respectivas Capitanías Generales, aunque sus titulares (brigadieres o mariscales de campo) mantenían cierta dependencia orgánica respecto a éstas.
De este modo, la comandancia de Asturias y Cantabria fue separada de la Capitanía General Militar de Castilla la Vieja, y abarcaba todas las “aguas vertientes a la costa de todas las Montañas comprendidas entre Ribadeo y Laredo, esto es, desde el límite de la Galicia hasta el de Vizcaya”. Por su parte, la jurisdicción civil de este nuevo distrito se agregó a la Audiencia de Oviedo.
Su comandante, al que se advirtió de que cuidara “con esmero de no alterar el sistema del país”, residía en Santander y percibía un salario mensual de 3.750 reales de vellón, “que habéis de gozar desde el día que toméis posesión”.
Sus competencias eran varias: el “castigo de los excesos de la gente de guerra y la administración de justicia (a quienes gozaban de fuero militar), en que pondréis particular cuidado”, intermediar entre el gobernador político y militar de las Cuatro Villas y el comandante del “Tercio Naval” de Santander (Comandante Militar de Marina), recabar información sobre rentas y utilidades de los vecinos más pudientes del Bastón de Laredo (jurisdicción del regimientode Milicias Provinciales) o desempeñar “varias comisiones conferidas por distintas Secretarías, habiendo recorrido su provincia y pasado revista a todos los regimientos que estaban en ella, cuyos estados pasaron a la de Guerra”.
Durante su breve existencia tuvo dos comandantes, Pedro Trujillo y Juan Crisóstomo de la Llave, y ambos sufrieron en sus carnes la balumba de la guerra contra el invasor napoleónico. Ofrecemos a continuación unas pinceladas biográficas de cada uno.
Pedro Antonio Trujillo y Tacón
El nombramiento de Trujillo obedeció a su cercanía a Godoy, pues era esposo de una de las hermanas de Pepita Tudó, la esposa de Godoy, llamada María Micaela, con quien se había casado en 1791. Poco más de un año estuvo en el cargo, pues el 11-4-1806 se le nombró fiscal militar del Consejo Supremo de Guerra.
Ser “concuñado” del Príncipe de la Paz le permitió en abril de 1798 siendo capitán de navío, obtener por motivos médicos el retiro del servicio activo, dando de inmediato el salto a cargos de gobierno: el 7 de mayo se le nombró gobernador militar y político de Málaga, ascendiendo el 27-8-1799 a brigadier y el 24-4-1804 a mariscal de campo; en 1802 se le concedió el hábito de Santiago.
Nacido en Cartagena el 10-7-1757 en el seno de una familia oriunda de Málaga y orientada al servicio en los ejércitos, ingresó como guardiamarina el 19-11-1772, realizando diecisiete campañas de mar (destacan las expediciones de Argel de 1775, de Buenos Aires de 1776 y de las Islas de Barlovento de 1781, el bloqueo de Ceuta y el bombardeo de Tánger) en las que estuvo embarcado doce años.
Esta “criatura” de Godoy se hallaba en Granada con licencia junto a su familia cuando fue detenida por la Junta local y asesinada horriblemente por la plebe el 31-5-1808 por (infundadas) sospechas de afrancesamiento: “recibió el infeliz una puñalada en el vientre. A esta herida siguieron otras que le desfiguraron, y por último buscaron unas cuerdas, las ataron à los pies, y arrastrando el cadáver por la calle de Elvira, Triunfo, calle de San Juan de Dios, y otras, le despedazaron completamente”. En 1809 su viuda consiguió de la Junta Suprema certificación de su inocencia, y la Junta de Granada ordenó el 15 de septiembre “conservar su buena memoria”.
Juan Crisóstomo de la Llave y Margueli
El brigadier Juan Crisóstomo de la Llave empezó a servir como cadete en 1763 en el Regimiento de Lisboa y en 1765 entró en el de Infantería Española. Era sobrino de un oficial de la Secretaría del Despacho de Guerra, lo que sin duda debió facilitarle los primeros pasos en su andadura castrense y le permitió en septiembre de 1766 comprar una tenencia en el recién creado Regimiento de la Princesa, donde en 1775 fue ascendido a capitán de fusileros y en 1784 era coronel graduado. Participó a lo largo de su vida militar en multitud de campañas (Darién, Gibraltar, Menorca…) en los citados y en los regimientos de Cantabria, Burgos, Granada y Valencia, y ascendió a brigadier de Infantería con motivo de la boda del Príncipe de Asturias el 5-10-1802.
Fiel a las órdenes del Gobierno, el 9-5-1808 intentó prender a dos patriotas asturianos enviados para sumar Santander a la revuelta. Para tratar de aplacar la rebelión Murat lo nombró el 17 de mayo Regente de la Real Audiencia de Asturias y Comandante General del Principado, por lo que pasó a Oviedo con un batallón del Regimiento de Hibernia que se hallaba en Santander.
En la sublevación del 24 de mayo en Oviedo fue apresado por sospechas de deslealtad, y el 19 de junio estuvo a punto de ser fusilado junto a otros reos por una multitud de varios miles de personas, que lo habían sacado de la cárcel. Finalmente fue juzgado, exonerado de todo cargo y puesto en libertad.
Se ocultó en Cantabria, aunque fue descubierto por los franceses y obligado a jurar a José I. Pudo huir a La Coruña por Santoña en junio de 1810, siendo destinado al 6º Ejército como presidente de su Consejo de Guerra y pasando luego a ser vocal nato del Consejo de Generales; a finales de 1813 estaba en Irún a disposición del jefe del 4º Ejército, “por no depender de Cuerpo alguno” (no estar asignado a ninguna unidad).
Por el cumpleaños del rey, el 14-10-1816 se le promovió a mariscal de campo, y en 1817 se le concedió la Gran Cruz de San Hermenegildo. Murió el 25-2-1819 en Talavera, donde había nacido y de donde era Comandante de las Armas.
Rafael Palacio Ramos. Doctor en Historia, capitán (RV) ET
Asociación Española de Militares Escritores