La famosa frase de William Faulkner: «El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado», se ha convertido en el mantra entre quienes agitan los resortes de la sociedad a través de un revisionismo de la historia que no corresponde, precisamente, a criterios académicos.
La interpretación de la historia junto a las ahora conocidas como ‘fake news’ son tan antiguas como la humanidad, formando parte de acciones dirigidas a jugar con la psique de las personas para conseguir un apoyo o una corriente que concuerde con unos intereses particulares.
Las técnicas clásicas de manipulación siempre han echado mano del revisionismo histórico para remover el sentimiento social de pueblos y naciones. Albert Speer, el arquitecto de Hitler, admitió que el gobierno nazi: «Utilizó todos los medios técnicos posibles para dominar su propio país». Estos medios eran la tecnología de comunicación que por aquel entonces todavía estaba en sus albores, siendo la radio y los altavoces la forma de que «80 millones de personas fueran privadas de pensamiento independiente».
Tanto la reinterpretación histórica como las ahora conocidas como ‘fake news’ son tan antiguas como la humanidad, formando parte de acciones dirigidas a jugar con la psique de las personas para conseguir un apoyo o una corriente que concuerde con unos intereses particulares.
Desde las acusaciones de los demócratas hacia Donald Trump por beneficiarse de granjas de ‘trolls’ en sus primeras elecciones, a convertir las protestas por la brutalidad policial tras la muerte de George Floyd en Minneapolis en un ataque contra monumentos y estaturas, como las de Fray Junípero Serra o Cristóbal Colón, muestran los efectos del revisionismo histórico cuando este se propaga a velocidad ‘Instagram’.
Durante la Segunda Guerra Mundial Joseph Goebbels dirigió la propaganda nazi, de principio a fin, careciendo de las capacidades tecnológicas que permiten llegar a millones de personas a golpe de tweet o post virales que traspasan las barreras nacionales. La Alemania Nazi construyó un imperio de desinformación con herramientas que ahora resultan prehistóricas, lo que debe situar a la sociedad del siglo XXI en alerta ante el desarrollo de los medios de comunicación, redes sociales, memes, grupos, etc., que las personas tienen a un golpe de click en su dispositivo móvil.
La nueva visión del mundo construida sobre los pilares del ‘#hashtag_lo_ que_sea’ dinamita la capacidad intelectual que se le atribuye a las generaciones que presumen de ser las mejores educadas y más preparadas de la historia.
Cuando el acceso a la noticia es un ‘post’, una imagen o incluso un meme, la capacidad de análisis y de absorción del mensaje puede verse altamente afectada. La cultura del ‘postureo’ unida a un entorno ‘digital’ que vigila nuestras interacciones ante un determinado comentario o ‘like’, genera reacciones rápidas guiadas, en ocasiones, por nuestro subconsciente para satisfacer lo que Maslow (1954) colocaba en el segundo escalón de la pirámide de las necesidades humanas: «la pertenencia al grupo».
Este escenario abre la puerta a nuevas amenazas para una sociedad excesivamente expuesta a los efectos de la ‘influencia’ que recorre el mundo digital. La manipulación de la imagen y la información puede producir una distorsión de la realidad y perspectiva de la ciudadanía que lleve a este a escenarios de enfrentamiento y polarización que dividen a la sociedad en su conjunto.
El derribo indiscriminado de estatuas por una incitación viral en las redes o la complicidad estado-estudios cinematográficos que ponía de manifiesto Oliver Stone, en una reciente entrevista en el programa Real Time de Bill Maher, al confirmar que «Hollywood ha producido más de 800 películas» en colaboración con el Pentágono, CIA y otras agencias federales estadounidenses. Todo esto representa la continua manipulación que de la realidad o la historia se hacen a diario para instrumentalizar la opinión pública y dirigirla hacia unos determinados intereses.
El ejemplo más común de esta tendencia son las películas a las que el aclamado cineasta mencionaba donde se muestra un resultado de la contienda finalizada hace 75 años, la Segunda Guerra Mundial, donde Estados Unidos por sí solos fueron los únicos responsables del final del III Reich.
La realidad es que a pesar de que Rusia y los aliados terminaran derrotando a la Alemania Nazi, al igual que lo que ocurrió con su tecnología de misiles, las viejas técnicas de manipulación de los aliados parecen haber desarrollado las artimañas de desinformación y manipulación de Goebbels, quien no hubiera dudado ni un sólo segundo en usar todas las herramientas a su alcance, redes sociales incluidas, para reescribir la historia a su antojo.
Prof. Iván Martín y Ladera
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