¿Importa la personalidad en las relaciones exteriores? El curioso caso del Sr. Putin

Vladimir PutinLos efectos de la personalidad en los procesos de toma de decisiones ante cuestiones cruciales siempre han sido difíciles de cuantificar. Sin embargo, su influencia tiene efectos en el ámbito de la política y, por supuesto, no puede se trata de una mera argucia retórica, ya que los anales de la historia política moderna ha sido el mejor testigo, para demostrar la relevancia de la personalidad de los líderes mundiales.

En aras de la personalidad, como en el caso de las teorías realistas en las relaciones internacionales, la personalidad cambiante puede no tener relevancia, especialmente cuando se trata de las decisiones burocráticas más rutinarias. Al analizar la influencia de la personalidad en la política exterior, es importante subrayar que los diferentes entornos políticos que rodean a los líderes crean de forma natural, límites muy variables dentro de los cuales tendrán la libertad de actuar. Es un hecho que el dictador de un régimen autoritario tiene mucho mayor poder, de forma incondicional e irresponsable para crear políticas que se ajusten a sus intereses personales, que el líder de una democracia.

El análisis de la personalidad del presidente ruso Vladimir Putin y sus rasgos más intrínsecos abre muchos caminos para comprender sus posturas en el ámbito de la política exterior rusa. Los expertos occidentales y los kremlinólogos que contribuyen con columnas al Washington Posts o al New York Times han pintado a menudo a Putin con colores sombríos, como un hombre decidido a gobernar Rusia recordando perpetuamente la notoria historia del país de los despóticos zares.

Pero los pasos dados por el presidente Putin, desde el día en que entró en el Kremlin en los albores del nuevo milenio, en 1999, como líder de Rusia, y las trayectorias que han marcado en la política exterior de Rusia en el espacio post-soviético, han demostrado palpablemente que los deseos de Putin están impulsados por objetivos individuales, que permanecieron oscuros en su psique política, más allá del análisis de cualquier crítico de sillón occidental.

Por ejemplo, la imagen que percibió Occidente de Putin durante el encuentro inicial con Washington fue más bien ingenua, ya que muchos expertos rusos tendían a retratarlo como un joven líder que seguiría admirando a Occidente mientras liberalizaba las ruinas de la Unión Soviética. Después de la reunión entre Putin y el entonces presidente estadounidense George W. Bush en la cumbre de Eslovenia en 2001, éste último comentó sobre los ojos de Putin: «Miré al hombre a los ojos». Lo encontré muy directo y digno de confianza, pude percibir su alma».

Esta era la percepción de Occidente con respecto a Putin en este idílico periodo como líder amateur del Kremlin. Sin embargo, su personalidad gradualmente se volvió incómoda, manifestando audacia en situaciones como al aplastar el movimiento separatista checheno que, al mejorar la imagen de Rusia, ayudó a Putin a consolidar su poder. La campaña militar rusa en Georgia en 2008 fue un golpe de gracia a la imagen engañosa que Putin creó entre los líderes occidentales como un estadista pacífico.

Para entender su astuta personalidad en la toma de decisiones y en la política exterior, hay que entender que Putin es un hombre de su entorno. Su educación, la experiencia de primera mano de la caída de la poderosa Unión Soviética y, finalmente, la preparación que recibió en San Petersburgo como teniente de alcalde, han alimentado significativamente su enigmática perspicacia política. La forma audaz en la que manejó a los manifestantes alemanes para evitar que saquearan la oficina de la KGB en Alemania Oriental, fue un ejemplo que revela su férrea personalidad, ya que en esta situación particular fue capaz de domar a las turbas enfurecidas. En esa situación le dijo a la multitud que había hombres armados esperando dentro de las oficinas para disparar a los manifestantes no deseados. De hecho, era mentira y salvó muchos de los valiosos archivos de la KGB archivados en Alemania Oriental.

Sin embargo, parece que muchos de los expertos occidentales que consideran que la personalidad de Putin es relevante en la política exterior rusa, han olvidado los efectos del colapso de la Unión Soviética en la psique de Putin. Desde la total humillación que presenció como oficial de la KGB en Alemania Oriental, seguida de los acontecimientos ocurridos en Rusia, que dieron el golpe de gracia al imperio comunista de la Unión Soviética, el objetivo final de Putin no fue otro que el de restaurar la gloria de Rusia. Su patriotismo incondicional y su profundo interés en ubicar a Rusia en el lugar apropiado son, por supuesto, factores que deben ser observados como factores dominantes en el desarrollo de su personalidad.

El quid de las dificultades al que se enfrentan los kremlinogistas convencionales, y en cierta medida muchos otros expertos extranjeros, es que son incapaces de comprender, cómo Putin ha llevado el tradicionalismo de Rusia y su creencia en el papel histórico de Rusia a la formación de su personalidad. Muchos ejemplos relacionados, con sus decisiones políticas han demostrado lo fervoroso que se ha mostrado con las tradiciones históricas de Rusia como estudioso entusiasta de la historia. Por ejemplo, en 2011 declaró su intención de volver a la Presidencia, al conmemorar el centenario de la muerte del primer ministro progresista del zar Nicolás II, Piotr Stolypin, mostrando un especial interés en compararse con este ministro liberal.

En definitiva, la comprensión de la personalidad de Putin, imbuida de su amor por las virtudes tradicionales rusas, y su imagen de conservador del orgullo ruso son los factores indispensables que han iluminado claramente sus decisiones en materia de política exterior. Si bien su personalidad es muy diferente de la de José Stalin, que siempre sufrió de paranoia, Putin sí manifiesta algunos rasgos similares, en cuanto a su narcisismo.

La forma en que el Kremlin tiende a mostrar cómo Putin pasa su verano de la manera más aventurera en los bosques salvajes de Rusia, cuando los líderes occidentales pasan su tiempo en las soleadas playas del mar Mediterráneo, es sólo un buen ejemplo que muestra la forma en que, este hombre carismático, usa su personalidad en las relaciones exteriores.

Sin embargo, no existe una base empírica, que demuestre que quienes estudian los movimientos de Putin en sus formas más intrigantes en las relaciones exteriores, deban basarse en su personalidad para comprender sus decisiones en materia de política exterior.

Fte. Modern Diplomacy (Punsara Amarasinghe)

Punsara Amarasinghe es candidato al doctorado en el Instituto de Derecho y Política de la Scuola Superiore Sant Anna, Pisa Italia. Ha sido becario de investigación en la Facultad de Derecho de la Escuela Superior de Economía de Moscú y ha obtenido un máster en Derecho Internacional en la Universidad de Asia Meridional, Nueva Delhi. Fue profesor invitado en la Facultad de Artes de la Universidad de Colombo (Sri Lanka).

Acerca de Redacción El Radar 2489 Articles
Equipo de Redacción

Sé el primero en comentar

Deja tu comentario