Antes que decidir cómo se cumple el compromiso de incrementar el presupuesto de Defensa al 2% del PIB, debe reflexionarse sobre los objetivos estratégicos y las capacidades militares, así como los retornos industriales y tecnológicos, asociados con esa inversión.
Por su interés, reproducimos este artículo de Enrique Fojón publicado por el Real Instituto Elcano
Resumen
En el caso hipotético de que España se decida a implementar el acuerdo al que se comprometió en la Cumbre de la OTAN en Gales de 2014, y por el que debía incrementar su presupuesto de Defensa hasta un 2% del Producto Interior Bruto (PIB) en el año 2024, su materialización presenta retos difíciles y oportunidades importantes. Precisamente por eso es necesario que cualquier esfuerzo encaminado a aumentar el presupuesto de la Defensa Nacional esté anclado en una reflexión previa sobre los intereses estratégicos de España a los que debe servir, sobre las capacidades militares que debe atender, en los retornos industriales y tecnológicos que puede conseguir y en el impulso que puede dar a la cultura estratégica nacional.
Análisis
A menos de siete años para alcanzar en 2024 un aumento del presupuesto de Defensa equivalente al 2% del PIB español (un 20% de ese porcentaje en equipo), el Gobierno se enfrenta al reto que supone la materialización de ese gasto. Entre otros aspectos, tiene que establecerse la necesidad estratégica que lo justifique (amenazas, riesgos, prioridades), las capacidades militares a conseguir (conceptos operacionales, transformaciones en el carácter y estructura de la fuerza, instrucción, formación, adiestramiento y alistamiento) y los retornos que puede dar a la riqueza y la economía nacionales (industria, empleo, tecnología, investigación, desarrollo e innovación). Además, y dado que el plazo fijado en la Cumbre de Gales para alcanzar el objetivo presupuestario fue el de 2024, sólo se cuenta con menos de siete años para planificar, de forma ágil, un amplio programa integral que incluya las capacidades militares adecuadas, el nivel tecnológico a alcanzar y el papel de la industria nacional. Dada la importancia de las decisiones a tomar, estas deben contar con la participación del Gobierno, la Administración, las Comisiones de Defensa de las Cortes Generales, las Fuerzas Armadas, el sector industrial y las comunidades científica y académica.
La decisión de los aliados de la OTAN de incrementar los presupuestos de Defensa se ha producido tras un largo período de austeridad presupuestaria entre los miembros europeos que ha mermado significativamente su capacidad para ejercer poder militar y, por tanto, para ejercer la influencia europea en asuntos internacionales. Si tomamos el gasto militar en relación con el PIB como indicador de la disposición a ejercer poder en la esfera internacional, actualmente Europa representa el 25.4% del PIB mundial y el 22.6% del gasto militar, mientras Asia posee el 31.5% del primero y el 25.6% del segundo. Estos datos dan idea de que, en lo que al llamado “poder duro” se refiere, Europa ha sido superada por Asia. Esto explicaría en buena parte el giro estratégico de EEUU hacia ese continente durante la última década, y podría contribuir a fomentar la percepción entre las elites políticas estadounidenses de que Europa ya no es la principal fuente de aliados capaces. La debilidad relativa del Reino Unido, Alemania y Francia, y su dependencia de los “posibilitadores operacionales” estadounidenses sin los que no es posible desplegar y sostener fuerzas, hace más difícil la contribución activa desde Europa a las acciones estratégicas globales de EEUU.
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Fte.: Real Instituto Elcano
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