La exploración activa de los yacimientos de gas en el Mediterráneo Oriental ha aumentado la importancia de la región para las potencias locales. La mayoría de los Estados europeos dependen de las importaciones de recursos energéticos, lo que significa que apoderarse de nuevas fuentes de gas es un elemento importante para reforzar su seguridad energética y diversificar sus fuentes de suministro de hidrocarburos.
En la actualidad, Grecia, Chipre, Francia e Italia se encuentran entre los principales actores que se han repartido entre sí los yacimientos de gas conocidos y futuros en el Mediterráneo. Todos estos Estados son miembros de la Unión Europea. Debemos añadir que otros Estados de la UE también se benefician indirectamente de los nuevos recursos, aunque no tengan acceso inmediato a los depósitos de gas. Sin embargo, tendrán la oportunidad de diversificar sus importaciones de gas y distribuir su dependencia de los hidrocarburos entre un mayor número de proveedores.
El descubrimiento de un nuevo yacimiento de hidrocarburos suele producir no sólo beneficios, sino también problemas adicionales, ya que los recursos naturales se convierten con frecuencia en una fuente de conflictos. El caso del Mediterráneo oriental no es una excepción, ya que otra potencia ha reivindicado una parte de los recursos de la región, potencia que oficialmente no había recibido ningún trozo del «pastel» de gas que los Estados europeos se habían repartido entre ellos. Esta potencia es Turquía, que ha decidido explorar activamente los yacimientos de gas del Mediterráneo oriental y también ha aumentado visiblemente su presencia militar en la región. En los últimos meses, los buques de guerra turcos y griegos se han visto implicados en varios incidentes peligrosos, y ambas partes han declarado su disposición a abrir fuego en caso de que se produjera una situación de emergencia. Ankara también ha advertido que «no se echará atrás» en un posible enfrentamiento. Al igual que Grecia, Turquía ya ha realizado maniobras militares en la región.
Las razones de Turquía
¿Por qué Turquía necesita los depósitos de gas del Mediterráneo? Hoy en día, Ankara se ve obligada a importar la mayor parte del gas que necesita. Según los datos de 2016, el gas importado representa el 99% de su consumo total. La mayor parte de este gas (más del 50%) lo compra a Rusia y a Irán, Azerbaiyán, Argelia y Nigeria se cuentan entre los demás proveedores importantes de Turquía. Las compras de recursos naturales por valor de miles de millones constituyen una pesada carga para la economía de Turquía, que se encuentra en una situación difícil. Su PIB se ha estancado desde 2017, con un crecimiento de apenas el 0,877% en 2019, en comparación con más del 7% hace dos años. Estas tendencias negativas se han visto exacerbadas por la pandemia de coronavirus. Ha sido un momento especialmente doloroso para Turquía, ya que el país ha tenido que hacer frente a las consecuencias del bloqueo, la suspensión parcial de las actividades económicas y una fuerte caída de los flujos turísticos, que siempre han sido una importante fuente de ingresos para Ankara. El momento en que se acortó la temporada de vacaciones de 2020 no pudo ser peor para Turquía. Según datos oficiales del Gobierno turco, en junio de 2020 el PIB de Turquía había disminuido en un 9,9% en comparación con el trimestre anterior.
Es sumamente importante en esas circunstancias que Turquía encuentre nuevas fuentes de energía: los yacimientos de gas en el Mediterráneo aliviarían la abrumadora carga que pesa sobre el presupuesto del país y darían a su debilitada economía un respiro. En tal situación, la disminución de la dependencia de las importaciones de gas podría plantearse como el objetivo a corto plazo. A largo plazo, Turquía tiene la intención de convertirse en un exportador neto de gas, para lo cual necesitará enormes depósitos de gas, incluidos los situados fuera del Mediterráneo.
La lucha por los recursos encaja bien en el concepto de política exterior «neo-otomana» de Recep Erdogan, que prevé una Turquía más dispuesta a enfrentarse a las potencias occidentales. Además, la «doctrina neo-otomana» supone reforzar la influencia regional de Turquía y la obtención de nuevos recursos en el Mediterráneo encaja bien en esta tarea.
Conflictos jurídicos internacionales en la controversia
El problema de Ankara es que las provisiones formales del derecho del mar no la permiten explorar y desarrollar depósitos de gas potenciales y conocidos en el Mediterráneo oriental. La situación, sin embargo, se complica por el hecho de que el derecho del mar, como cualquier otra norma jurídica internacional, tiene problemas comprensibles en cuanto a su cumplimiento. Además, las disposiciones del derecho del mar son muy complejas y los distintos Estados las interpretan frecuentemente de manera diferente, lo que es cierto tanto para Turquía como para Grecia. Por ejemplo, Turquía está explorando activamente los depósitos de gas en el mar Egeo, aunque jurídicamente no tiene derecho a hacerlo: en virtud del derecho del mar, prácticamente todo el mar Egeo pertenece a la zona económica exclusiva de Grecia debido a una cadena de islas griegas que están más cerca de las costas de Turquía que de la propia Grecia continental. Sin embargo, Ankara insiste en que las islas no deben tenerse en cuenta al determinar las zonas económicas exclusivas, lo que ha creado el primer conflicto jurídico internacional en la controversia.
El segundo conflicto se refiere a otro tramo del Mediterráneo entre Italia y Libia. Turquía ha reivindicado este tramo, citando su acuerdo con el Gobierno de Libia de Acuerdo Nacional. El problema es que el GNA no controla todo el territorio de Libia, lo que podría poner en duda la legitimidad del gobierno. Por otra parte, el GNA goza de reconocimiento internacional, hecho que Turquía subraya repetidamente.
Otro caso está relacionado con los yacimientos de gas más cercanos a las costas de Chipre. Turquía no reconoce a Chipre; sólo reconoce a la República Turca de Chipre del Norte (es el único país que lo hace). En consecuencia, Ankara considera que la exploración y explotación de los depósitos de gas en la Zona Económica Exclusiva de Chipre es una violación de los derechos de Turquía. Mientras tanto, el colosal depósito de gas de Calipso que se descubrió frente a la costa de Chipre en 2018 es uno de los principales puntos de discordia en la actual controversia energética.
El papel de la Unión Europea y de las partes europeas individuales interesadas
Desde el principio, Bruselas apoyó a Grecia y condenó las acciones agresivas de Ankara. Sin embargo, la Unión Europea no es del todo homogénea en su actitud hacia la disputa. En primer lugar, algunos de sus miembros están enfrentados a Turquía, como Grecia y Chipre, y su postura es inequívoca. Hay Estados interesados, como Francia e Italia, dos potencias europeas del Mediterráneo que también tienen interés en los yacimientos de gas de la región. Sus empresas de petróleo y gas, la francesa Total, y la italiana Eni, ya han comprado acciones de las reservas de gas mediterráneas descubiertas y han hecho los arreglos pertinentes con Atenas y Nicosia. En el punto muerto entre Grecia y Turquía, París y Roma están sólidamente detrás de Grecia. Además, Francia no se ha limitado a la retórica y ha enviado buques de guerra al Mediterráneo oriental, demostrando así su voluntad de apoyar a la Armada Helénica en una situación crítica. Se trata de un paso especialmente importante, ya que supone un cambio radical en el equilibrio de poder militar dentro de la disputa.
De todos los Estados miembros de la Unión Europea, cabe mencionar en particular a Alemania, que tiene una conexión especial con Turquía y actualmente ocupa la presidencia del Consejo de la Unión Europea. Es revelador que Berlín también se puso del lado de Grecia, aunque, a diferencia de Francia, se ha comportado con mucha más moderación. Alemania no envió su Armada a la región. El principal mensaje de Berlín es la necesidad de diálogo entre las partes enfrentadas y la distensión del conflicto. Esta es la típica postura de política exterior de Alemania, ya que prefiere evitar ejercer presión por la fuerza. Además, Alemania no tiene incentivos adicionales dentro de la controversia, ya que no reivindica los recursos del Mediterráneo.
En cuanto a la Unión Europea en general, el apoyo general a Grecia es fácil de explicar. Bruselas se basa en las disposiciones oficiales del derecho del mar y, a diferencia de Turquía, reconoce a Chipre y, por consiguiente, el derecho de Atenas y Nicosia a los yacimientos de gas. A largo plazo, esta nueva fuente de gas podría contribuir a estabilizar la Unión Europea y servir de red de seguridad en caso de crisis. No hace tanto tiempo que la crisis financiera mundial y los subsiguientes problemas de la zona del euro, que afectaron especialmente a Grecia, casi provocaron que Atenas incumpliera sus obligaciones y se retirara de la Unión Europea, hecho que podría haber sentado un precedente muy peligroso, que hubiera entrañado una reacción en cadena en otros Estados de la zona del euro con graves problemas financieros (como Italia). Teniendo esto en cuenta, los políticos europeos pueden muy bien contar con el hecho de que los ingresos procedentes del desarrollo de los yacimientos de gas ayudarán a mantener la economía griega en equilibrio y asegurarán tanto a Atenas como a Bruselas frente a posibles nuevas crisis económicas. Debemos tener en cuenta que la Unión Europea tuvo que establecer un programa de ayuda financiera y gastar importantes fondos para salvar a Grecia de la bancarrota.
Además, como ya hemos mencionado, la nueva fuente de gas permitirá a muchos países de la Unión Europea diversificar sus proveedores de energía y, por lo tanto, aumentar su seguridad energética.
¿Qué probabilidad hay de que la disputa se convierta en un conflicto «caliente»?
A pesar de varios incidentes críticos, no es particularmente probable que se produzca un conflicto abierto por los depósitos de gas en el Mediterráneo oriental, debido principalmente a que las fuerzas son desiguales. Turquía se ha encontrado casi completamente aislada, y el único acuerdo en el que Ankara puede confiar se ha logrado con el inestable Gobierno del Acuerdo Nacional de Libia. Por otro lado, hay toda una coalición de Estados, en la que Grecia y Francia ya han realizado ejercicios militares conjuntos.
La intervención militar de Francia cambia radicalmente el equilibrio de poder. La Armada de Turquía es más grande y más fuerte que la de Grecia (149 buques de guerra contra 116, según el Índice Global Firepower Index), pero significativamente más pequeña que la de Francia (180 buques de guerra). Sin embargo, no es sólo una cuestión de cuántos buques de guerra tiene cada lado. Lo que es importante aquí es su calidad: por ejemplo, Francia tiene cuatro portaaviones, mientras que Turquía no tiene ninguno.
El apoyo general de la Unión Europea a Grecia también es importante. La idea de imponer sanciones contra Turquía fue evocada en la última reunión de los ministros de asuntos exteriores de la UE. Las sanciones financieras podrían tener un efecto importante en Turquía, dado que la Unión Europea es el principal socio comercial de Ankara, que representa el 42,4% de sus exportaciones y el 32,3% de sus importaciones. En tal situación, las sanciones comerciales pueden resultar muy dolorosas para Turquía, especialmente dado el estancamiento de su economía y las importantes pérdidas que ha sufrido como consecuencia de la pandemia de coronavirus.
Además, el alcance de la influencia no militar de la Unión Europea contra Turquía no se limita a las sanciones económicas. En caso de un conflicto abierto entre Atenas y Ankara, Bruselas puede despojar a Turquía de sus actuales beneficios en el comercio con los Estados europeos. En particular, la cuestión de la exclusión de Turquía de la Unión Aduanera de la UE puede figurar en el programa de Bruselas. Por otra parte, la Unión Europea podría retirar para siempre la posible adhesión de Turquía a la UE y eliminar a Ankara de la lista de candidatos.
Aun así, no debemos descartar los graves obstáculos que se oponen a que Bruselas imponga sanciones a Turquía y recurra a otras medidas para ejercer presión sobre Ankara. Uno de esos obstáculos es la importancia geopolítica de Ankara para Washington. A pesar de todas las recientes complicaciones en sus relaciones, Turquía sigue siendo uno de los principales aliados de EE.UU. en la región y un bastión de la OTAN en el Oriente Medio.
En cuanto a la propia Turquía, un conflicto «caliente» podría resultar perjudicial para el país de varias maneras a la vez. En primer lugar, dada la desigualdad del poder militar, es muy poco probable que Turquía salga victoriosa de ese conflicto. En segundo lugar, una guerra socavaría la posición mundial de Turquía y su pertenencia a organizaciones internacionales. En tercer lugar, Turquía no puede permitirse, en su actual situación económica, ni aumentar activamente su poder militar (aunque sus autoridades afirmen lo contrario y hayan anunciado importantes aumentos del presupuesto naval, en el que la construcción de portaaviones figura a la cabeza de la lista de gastos) ni soportar la carga de posibles sanciones que, dadas las numerosas conexiones del país con la Unión Europea, podrían resultar muy dolorosas.
La retórica de los dirigentes turcos es muy beligerante, pero Ankara es muy consciente de las consecuencias reales de la ruptura con Europa y del inicio de un conflicto abierto con un país que es miembro tanto de la Unión Europea como de la OTAN. Es posible que, en lugar de instigar un conflicto «caliente», Turquía intente utilizar sus propios instrumentos de presión no militar, como el enorme número de refugiados presentes en el territorio turco. Desde 2016, Bruselas y Ankara tienen un acuerdo de refugiados en vigor. Sin embargo, Recep Erdogan ya ha demostrado en el pasado que es capaz de suspender ese acuerdo y «abrir» la puerta de Europa para los migrantes, lo que pondría en marcha nuevas crisis en las fronteras de la Unión Europea.
¿Afecta el conflicto del gas en el Mediterráneo a Rusia?
Aquí se debe prestar especial atención a las posibles perspectivas de Rusia en la disputa en curso. Naturalmente, Rusia tiene una relación muy tangencial con el enfrentamiento en el Mediterráneo, aunque el resultado de este enfrentamiento puede ser importante para Moscú.
Por un lado, Rusia difícilmente puede beneficiarse de que Turquía obtenga sus propias fuentes de gas. En la actualidad, Moscú es el principal proveedor de gas del mercado turco. Sin duda, Rusia está interesada en preservar este status quo. El reciente lanzamiento de la Turkish Stream confirma que Moscú pretende mantener su posición dominante en el mercado turco de recursos energéticos.
Por otro lado, una nueva fuente de gas para los países europeos podría hacer tambalear la posición de Rusia en el cada vez más importante mercado europeo. No es ningún secreto que los países de la UE están tratando de diversificar sus proveedores de recursos para una mayor seguridad energética. Sin embargo, el abandono del gas ruso es muy difícil, ya que ya se ha creado una infraestructura de gasoductos en Europa, lo que hace que el gas ruso sea relativamente barato.
Gran parte dependerá de que Grecia, Chipre e Israel logren construir conjuntamente el gasoducto EastMed destinado a transportar gas desde el Mediterráneo oriental hasta Grecia. Teóricamente, EastMed podría extenderse a otros estados europeos. Actualmente tiene un diseño para 10.000 millones de metros cúbicos de capacidad, que podría aumentarse aprovechando los recursos actualmente inexplorados del Mediterráneo Oriental. Este es un proyecto muy ambicioso y costoso, pero si se materializa, podría cambiar la situación en el mercado europeo del gas ya qu,e en cuanto al precio, podría competir con el gas barato de Rusia.
Si no hay un gasoducto que salga del Mediterráneo, el gas mediterráneo tendrá dificultades para dar de lado a Rusia en el mercado europeo: sin el gasoducto, el gas será transportado como gas natural licuado (GNL) vía marítima lo que aumentará significativamente su precio y lo hará mucho menos atractivo para los países europeos.
Fte. Modern Diplomacy
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