Resulta un poco sorprendente la euforia que, en general, la victoria de Biden ha provocado en Europa. Da la impresión que todos los europeos esperan una marcha atrás y regreso a un mundo ideal de bien engrasadas relaciones entre Europa y los Estados Unidos. Sin embargo , esa visión no deja de ser una utopía.
La idea de que el ex-presidente Trump («America first») tenía una visión centrada en su país, sin tomar en consideración a los demás, mientras que su sucesor actuará de forma diferente es un poco naïve. Las promesas que el Presidente Biden realizó durante la campaña electoral, (to «build back better») le va a exigir grandes inversiones en infraestructura, educación, sanidad pública y tecnología «verde». Y no hay que olvidar que una reciente encuesta en los Estados Unidos reflejó que una mayoría de los estadounidenses considera que las dos principales amenazas a los Estados Unidos provienen del interior: la pandemia y el extremismo violento interno[1]. Entre los Demócratas , los cinco riesgos percibidos como más importante son la pandemia, el cambio climático desigualdad racial y desigualdad económica interna e injerencia de potencias extranjeras en las elecciones . Esto va a dejar pocos fondos para acciones exteriores.[2]
El nuevo Presidente ha prometido regresar al entorno internacional, rechazando el «America first» y señalando que America ha regresado…”lista para dirigir el mundo y no retirarse de él”. Pero hay que tomar estas declaraciones con un cierto distanciamiento. Parece como si un presidente demócrata fuese mucho menos beligerante que su predecesor republicano..
Desde hace bastantes años las visiones sobre política internacional entre los dos lados del Atlántico están divergiendo. Europa ha ido renunciando al uso de la fuerza en beneficio de un entorno hecho de leyes y reglas, de negociación y de cooperación internacional. No obstante, esta filosofía es relativamente reciente en términos históricos, pues no hace tanto desde que las diferentes naciones europeas trataban de imponer su voluntad mediante el uso de la fuerza.
En Estados Unidos, en general consideran el mundo dividido entre amigos y enemigos y el recurso a la fuerza y a la coerción es más frecuente, prefieren el palo a la zanahoria. El realismo político es su fuente de inspiración en política internacional. Su tendencia natural es hacia el unilateralismo. Frecuentemente señalan las limitaciones de toda la doctrina de Derecho Internacional, señalando su debilidad básica: actualmente no existe un Poder Ejecutivo Mundial ni unas fuerzas armadas mundiales para imponer el cumplimiento de las Leyes Internacionales.
Sin embargo, es interesante resaltar que los Padres Fundadores de los Estados Unidos conocían las realidades de la política internacional. Al no disponer del poder necesario para aplicar la fuerza en la resolución de conflictos, fueron lúcidos al reconocer su debilidad y renunciaron al uso de la fuerza y proclamaron su aversión a la guerra y al poder militar. Declararon que el derecho internacional era el mejor medio de regular las relaciones entre las naciones.[3]
¿A qué se ha debido este cambio tan completo por parte de ambos?. Es evidente que las dos guerras mundiales que tuvieron como escenario principal el continente europeo provocaron un brutal desgaste a las naciones europeas, que dejaron de tener potencia suficiente como para poder imponer su voluntad en el terreno internacional mediante la fuerza. La crisis de Suez fue la prueba más evidente de ello.
Si bien inicialmente, tras el fin de la segunda Guerra Mundial, algunos dirigentes americanos (Roosevelt, Dean Acheson) deseaban que Europa se convirtiera en una «Tercera Fuerza» capaz de defenderse de la Unión Soviética y permitiera la retirada de las fuerzas americanas del continente, pronto vieron la imposibilidad de esta política. Los países europeos estaban muy debilitados por el esfuerzo de la guerra y se enfrentaban, casi sin solución de continuidad, con un proceso de descolonización, en muchos casos, por la fuerza. A partir de ese momento se inició la dependencia estratégica de Europa del poder americano. Y con ella las tensiones entre ambos lados del Atlántico en cuanto a inversiones en defensa.
Estas tensiones parecieron últimamente motivadas por la presencia de un presidente «ultraconservador» y se pensaba que un futuro presidente Demócrata actuará de forma diferente. Al menos en las formas, así parece con que ocurrirá con Biden. Se cita por ejemplo, confirmando el estereotipo de presidente republicano, que la postura de Bush con relación al conflicto de los Balcanes, quizá la primera prueba de fuego de Europa tras la caída del muro de Berlín, fue ignorar este “pequeño” conflicto mientras la administración americana reaccionaba de forma colérica a los tímidos intentos de organizar una real fuerza europea. Y, aunque se consideró a la administración Clinton como de armonía transatlántica, la realidad de una Secretaria de Estado (Madaleine Albright) se caracterizó por «sermonear a los otros gobiernos…y presumir sin rubor del poderío y los méritos de su país»[4].
Y la situación fue empeorando bajo el presidente Clinton. La situación en Irak, que EEUU quería manejar con presión económica en espera de resultados rápidos y la UE deseosa de dar tiempo a que la presión económica hiciera su efecto sufrió un cambio no deseado por los europeos (y por Rusia entre otros países) cuando el presidente autorizó los bombardeos sin el respaldo de las NNUU, que es lo que deseaba Europa. La decisión de iniciar el despliegue de defensa antimisiles hizo que muchos europeos se sintiesen no protegidos, como hasta entonces, por el paraguas nuclear americano. Por tanto, quizá no habría que dar por supuesto una política «blanda» por una administración demócrata.
La Unión Europea pareció en algún momento ser capaz de jugar un papel relevante en la esfera internacional. Hay que reconocer que quizá como «soft power» juegue un cierto papel. Pero en el campo del poder militar, la EU está todavía muy lejos de ese objetivo. Los resultados de su intervención en los Balcanes o en Libia no han sido precisamente brillantes.
En consecuencia, es importante aceptar ya de una vez que la visión sobre el uso de la fuerza (¿es deseable, legítima, eficaz?) a ambos lados del Atlántico es profundamente diferente. Mientras Europa carece de medios suficientes para imponerse por la fuerza, y en consecuencia recurre a la negociación y a la mención al Derecho Internacional, EEUU, que ya había creado un potente instrumento para enfrentarse a la URSS, se encontró, tras la descomposición de ésta, sin contrapesos y con posibilidad de emplear la fuerza con mayor libertad. El número de intervenciones en el extranjero se incrementó de forma importante (Panamá, Guerra del Golfo, Somalia, Haití, Kosovo…)
Uno de los primeros desacuerdos entre los dos lados del Atlántico surgió cuando, tras la desaparición de la URSS, había que definir las nuevas amenazas. Para los EEUU, las naciones del «eje del mal» eran el enemigo sin matices, mientras que los europeos hacían una aproximación más matizada. Hay quien define la postura americana como de «seguridad total» a la que estaban acostumbrados al contar con fronteras totalmente seguras, sean marítimas o terrestres, con dos países no enemigos como vecinos.
No obstante, en el fondo hay una explicación más clara sobre las distintas actitudes: si no puedes imponer tu voluntad, es mejor tratar de negociar. Y esto nos obliga a volver a reflexionar sobre el título de este artículo: fortaleza y debilidad. Debemos aceptar que, a lo largo de la historia, los países poderosos, con fuerza militar suficiente, han impuesto sus soluciones directamente, por la fuerza de ser necesario, mientras que los más débiles han apoyado entusiásticamente la negociación, las reglas de derecho internacional , el multilateralismo y las concesiones.
¿Es válida esta visión para la nueva administración? Aunque el presupuesto de EEUU se mantiene bajo Biden más o menos intacto, está claro que su prioridad será aligerar la carga de las operaciones en el exterior y convencer a los aliados que acepten una mayor responsabilidad. Los planes para reducir su presencia en Afganistán , Irak y Siria, ya iniciados en la época de Trump, continúan aunque sea a un ritmo diferente[5]
Por otra parte , los aliados tradicionales parecen no aceptar ya el papel de aliados «junior» y seguir obedientes las indicaciones de Washington. Las llamadas de Macron a la «autonomía estratégica» para evitar el «duopolio EEUU-China» o las palabras de la Ministra de Defensa alemana Annegret Kramp-Karrenbauer sobre la posibilidad de Europa de actuar de forma autónoma parecen anunciar una época de roces con la administración Biden. El acuerdo comercial con China ha sido recibido con disgusto por parte de los EEUU[6]
El final de la Guerra Fría , que ponía en cuestión la razón de ser de la OTAN, al desaparecer el enemigo que obligó a su creación, obligó a buscar nuevas misiones que justifiquen el mantenimiento de una alianza muy útil para reunir voluntades alrededor de los EEUU. La aceptación de Operaciones «fuera del área» (Out-of-area Operations) abrió la puerta a una serie de operaciones a las que la UE no estaba ansiosa de apoyar. Cuando las acababa aceptando lo hacía con escaso entusiasmo, lo justo para contentar a los EEUU. No está claro si estas operaciones hacen a la Alianza más fuerte o abre la puerta a continuas desavenencias. Y se está comprobando que en las últimas reuniones de Ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN los europeos muestran sus intereses propios y más reacios a seguir tras los EEUU.
Un área donde se muestra esta situación es en la postura frente a China. La administración Biden, igual que su predecesor , ha presionado para incluir a China en la agenda política. En la última reunión en Bruselas, el Secretario de Estado Blinken declaró que China es una amenaza a la seguridad y prosperidad colectiva de los aliados. Sin embargo, la declaración adoptada por los ministros habla de «poderes autoritarios…que retan el orden internacional basado en reglas, incluyendo amenazas hibridas cibernéticas, el uso malicioso de las nuevas tecnologías así como otras amenazas asimétricas». Se hizo mención a Rusia, pero no a China.[7]
Es cierto que Biden hace una aproximación menos confrontacional que su predecesor, mencionando (Interim National Security Strategic Guidance) que «la competencia estratégica no… impide trabajar con China cuando sea de nuestro interés». Esto se aproxima a la visión europea de China como un aliado, un competidor y un rival todo a la vez. Pero no hay exacta coincidencia de posturas pues para EEUU, el poderío creciente de China es una amenaza directa a su posición dominante en la esfera internacional. En Europa pocos ven a China como una amenaza directa a su seguridad.
Para la mayor parte de los europeos, China es un asunto de política exterior, y prefieren lidiar con él a través de la UE. En lugar de distraer a la OTAN de su función primordial de disuasión y defensa frente a Rusia, la OTAN debe limitarse a vigilar aquellos desarrollos chinos en defensa que puedan tener un impacto potencial en la defensa de la OTAN. Es interesante mencionar que los países de la OTAN más próximos a Rusia son los más preocupados con el comportamiento asertivo de ésta, pero están más abiertos a China, mientras que los países más al Oeste que abogan por mayor capacidad militar de la UE muestran más preocupación por la infiltración china en sus mercados.[8]
También conviene señalar que las relaciones transatlánticas tras el fin de la Guerra Fría parece seguir la ley de efectos opuestos: cuando la relación es buena, la cooperación en defensa se reduce. En caso contrario, los países europeos aproximan sus posiciones en materias de defensa y seguridad. Durante la administración Clinton, los europeos dejaron el control de la crisis en los Balcanes en manos americanas. En la administración Bush, las posturas divergentes sobre Irak impulsaron la adopción de la Estrategia de Seguridad Europea y el lanzamiento de una serie de operaciones bajo la cobertura de la Política de Seguridad Europea.
Durante la crisis de confianza provocada por el presidente Trump, Europa reanimó una serie de iniciativas tales como la Cooperación Permanente Estructurada (PESCO) y el Fondo Europeo de Defensa (EDF). Hay por tanto un riesgo claro que con la visión idealizada de la administración Biden se pueda caer nuevamente en la tranquila dependencia de los EEUU. [9]
Sin embargo , hay pocos datos para asegurar a los europeos que el papel internacional de los EUU va a regresar al «“status quo ante». Si bien el tono de la nueva administración se aleja radicalmente de la de su predecesora, volviendo a integrarse en acuerdos en diferentes campos como el cambio climático y otros, no es previsible que cambie su postura de confrontación con otros poderes como son China y Rusia, donde las diferencias con Europa son muy importantes (acuerdo comercial EU-China o gaseoducto North Stream 2 Rusia-Alemania). Posiblemente, la propia edad del Presidente y la necesidad de no mostrar debilidad va a condicionar mucho su política.
Por eso sería necesario un nuevo esfuerzo por parte de la UE en completar su Autonomía Estratégica , sin volver a soñar el retorno del amable americano que proporcione un escudo protector y condiciona la política, dotándose de los medios necesarios tanto militares como de todo tipo para garantizar la defensa de sus legítimos intereses, sin que ello sea opuesto a su defensa del orden internacional basado en normas y no en la mera fuerza, pero sin ocultar su capacidad de defensa si otros medios y recursos fallan.
General de División (R) Ángel Guinea Cabezas de Herrera
Asociación Española de Militares Escritores
[1] Foreign Affairs 2 Marzo 2021 “Renewal at Home Requires Restraint Abroad” Charles A. Kupchan
[2] Misma publicación.
[3] Gerald Stourzh en “Alexander Hamilton and the idea of Republican Goverment”
[4] Thomas Lippman en “Madaleine Albright and the new American Diplomacy”
[5] “Renewal at Home Requires Restraint Abroad” Foreign Affairs
[6] “Colossus Constrained” por Charles A. Kupchan Foreign Affairs 2 Marzo, 2021
[7] “Biden, NATO and the EU: Who Deals With China, and Who With Russia?’ por Sven Biscop (29 March 2021) Egmont Institute
[8] Idem
[9] “Breaking the law of opposite effects: Europe’s Strategic Autonomy and the revived Transatlantic Partnership” por Iulian Romanyshyn