El F-35, el arma más cara de la historia, el futuro de la supremacía aérea del ejército norteamericano es un proyecto aún plagado de problemas no resueltos que no impide a Washington presionar a sus aliados para que compren el avión más caro jamás producido.
Picos de presión en la cabina de la cabina del F-35 que causan a sus pilotos dolor extremo de oído y sinusitis, lecturas en climas fríos erróneas que obligan a cancelar la misión o la pérdida de la preciada capa que garantiza la invisibilidad a los radares enemigos cuando se vuela por encima de Mach 1.2 son algunos del os problemas que el Pentágono aún no ha solucionado tanto en sus aviones como en aquellos vendidos a sus lociones extranjeros.
Hace dos semana finalizó en la Base Aérea de Los Llanos en Albacete una nueva edición del curso de vuelo que se engloba dentro Programa de Liderazgo Táctico (TLP) de la OTAN, con la presencia estelar de la que se considera el arma de guerra más cara de la historia: El polivalente caza furtivo F-35.
La presencia del primer avión de 5ª generación operativo a nivel mundial en la base castellano-manchega marcaba un hito especial, puesto que era la primera vez que esta aeronave participaba en los cursos de perfeccionamiento de las misiones aéreas del TLP. Una edición que este año contaba entre otros con: los Eurofighter y F18 de la Fuerza Aérea Española, F-16 de Grecia y Polonia, además de los dos F-35A de los Estados Unidos.
La llegada por primera vez a Albacete de los F-35 muestra la apuesta de los Estados Unidos por el avión más polémico y que más ríos de tinta ha generado desde su presentación debido al elevado coste del proyecto. Calificado como el más caro de la historia del ejército norteamericano, el F-35 llegó a provocar la ira de Donald Trump quien criticó duramente el elevado coste del proyecto tras su llegada a la Casa Blanca.
A pesar de los obstáculos el proyecto denominado Joint Strike Fighter pasó de ser un avión para todas las fuerzas aéreas a tres variantes donde el F-35A diseñado para la USAF, fuerza aérea norteamericana, del que dos unidades participaron en el TPL de Albacete. El segundo desarrollo del JSF los compone el F-35B, un avión dotado con capacidad para el despegue y aterrizaje vertical (STOVL) utilizado por el Cuerpo de Mariners y compatible con el portaeronaves español Juan Carlos I. La última variante del proyecto es el F-35C diseñado exclusivamente para la US Navy y sus poderosos portaaviones nucleares.
El F-35, a pesar de las críticas Donal Trump, es uno de los productos que el presidente norteamericano está ofreciendo en sus giras mundiales desde que, en su primera visita a Europa y tras alcanzar la presidencia acusó a sus socios de la OTAN del escaso gasto en defensa. En sus mensajes a Europa incita a los gobiernos a incrementar el gasto militar adquiriendo, especialmente, cualquiera de las variantes del F-35 con el fin de hacer caja, amortiguar el prohibitivo coste de desarrollo del Joint Strike Fighter y de paso reforzar el «frente europeo».
En el caso de España el F-35B es la última esperanza para dotar de un ala embarcada operativa al Buque de Proyección Estratégica Juan Carlos I, que corre el riesgo de convertirse en una portaaeronaves sin aviones en poco más de diez años, una vez que expire la vida útil de los Harrier.
Pero si el F-35 ha sido la estrella indiscutible de la edición 2019 del TPL en España, las dudas sobre este complejo proyecto siguen alimentando los medios y a los altos mandos del departamento de Defensa de los EE.UU., que ha visto como el plazo de puesta en servicio del avión del futuro ha sufrido innumerables retrasos debido a problemas técnicos.
Pese a que el F-35 se considera operativo en las últimas semanas, medios norteamericanos han desvelado nuevos fallos técnicos, algunos de ellos conocidos desde hace años pero que aún continúan sin resolverse.
A pesar de las demostraciones realizadas tanto en España durante el mes de junio como en los ejercicios Red Flag puestos en marcha en los Estados Unidos el proyecto F-35, financiado por nueve países adheridos al programa de desarrollo y once clientes sufre, según las últimas filtraciones, graves fallos técnicos de los que destacamos los principales.
El F-35 no garantiza la privacidad
En medio de una corriente en pos de garantizar la privacidad de nuestros datos en nuestros dispositivos móviles, ¿cuán importante es la privacidad de las unidades y fuerzas de seguridad del Estado?.
Como si de un Cambridge Analytica se tratase las fuerzas aéreas de Noruega y otros países descubrieron con sorpresa como todos los datos soberanos de sus recién adquiridos F-35 ‘volaban’ directamente hacia los servidores de Lockheed Martin y de los Estados Unidos, tras cada vuelo y misión del avión.
El motivo de esta fuga de datos masiva es responsabilidad del sistema de información logístico autónomo denominado ALIS, que controla de forma autónoma todos los aspectos del F-35 permitiendo a este solicitar las piezas de repuesto necesarias por sí mismo, controlar las órdenes de trabajo, seguir las reparaciones y hasta realizar los informes de las misiones.
Todas estas funciones que suponen un paso adelante en la gestión de la flota, mantenimientos y controles necesarios en una aeronave tan compleja como el F-35, son al mismo tiempo un agujero que succiona todos los datos soberanos de cada operación y vuelo que realiza cada unidad vendida los clientes extranjeros.
Toda la información de vuelo, misión y la propia salud de cada aparato terminan en manos norteamericanas de forma automática. La situación es de tal gravedad que la pérdida y sumisión de datos soberanos de cada fuerza aérea han provocado la amenaza por parte de varios países de abandonar el programa del F-35 mediante un ultimátum lanzado al Departamento de Defensa de los EE.UU..
La solución a este problema no ha sido barata, como nada en el proyecto del Joint Strike Fighter. En 2018 Lockheed Martin se adjudicó un contrató por valor de 26 millones de dólares para ‘blindar’ los datos de los aviones en servicio comprados por diferentes países.
Por el momento la herramienta para la gestión de datos soberanos está siendo empleada por Italia, Israel, Noruega y Reino Unido quien había comenzado a trabajar en un parche propio para prevenir la fuga de datos.
La invisibilidad se pierde a velocidad supersónica
Si hay un elemento sobre el que todo gira en el F-35 es la invisibilidad. Estados Unidos presume de que la huella de su avión de 5ª generación es mínima si la comparamos con el resto de aeronaves que patrullan los cielos del mundo.
Además de un diseño pensado y realizado en pos de convertir al F-35 en un arma furtiva, cada perfil y cada elemento del fuselaje esconde su huella al radar para que nadie ni desde tierra, ni en el cielo pueda detectar su presencia. Para lograr la invisibilidad el avión esta ‘forrado’ de un material que esconde la firma de la aeronave ante el escrutinio de los radares enemigos.
Desde 2011 el departamento de Defensa de los EE.UU. es consciente de las deficiencias que esta capa de invisibilidad sufre a velocidades supersónicas.
La piel del F-35B y C comienza a degradarse y desprenderse cuando el avión vuela por encima de Mach 1.3 a gran altitud. La pérdida de esa capa protectora resta la ventaja que ha costado más de 300 mil de millones de dólares para conseguir un avión furtivo a los ojos del enemigo.
Esta deficiencia obliga a reducir los periodos y la altitud a la que el cazabombardero puede volar a máxima velocidad limitando su factor sorpresa y la capacidad de interceptar a otros aviones a velocidad supersónica, lo que representa una merma importante en las capacidades de combate.
Estos problemas incrementan también el coste tras cada vuelo de un F-35 donde hay un complejo servicio de revisión del aparato que eleva los costes de mantenimiento y de operación para las fuerzas aéreas de los diferentes países que se unen al coste récord por la compra de cada unidad.
Reuters
El ángulo del radar frontal limita las misiones en el mar
Una de las principales características del F-35 es que más que un avión tradicional es una plataforma combate que anticipa el futuro de un teatro de operaciones conectado entre los diferentes armamentos y sistemas desplegados en el campo de batalla.
El avión que debe garantizar el futuro del único portaaeronaves español puede comunicarse con barcos, aviones y otros sistemas de armamento indicando a estos el objetivo e incluso guiar misiles de terceros sin desvelar su presencia ni tener que usar sus propias armas exprimiendo de esta manera sus capacidades furtivas.
La variante más importante para la armada española es el F-35B, con capacidad de despegue y aterrizaje vertical imprescindible para utilizarlo en el Juan Carlos I, no destaca por su capacidad de búsqueda de objetivos en el mar, algo fundamental para una aeronave desplegada en en altar mar.
A pesar de contar con sensores distribuidos por todo el fuselaje que dotan al avión e cualidades únicas, el radar del F-35 tiene limitaciones en cuanto a lo que puede ver a la hora de rastrear el mar.
En la actualidad el avión en esas circunstancias sólo puede ver aquello que está delante del morro del avión sin posibilidad de ampliar el radio de acción del radar. Esta deficiencia data de 2012 y desde entonces el fabricante trata de encontrar una solución vía software.
En cabina resplandores y hasta sinusitis
Pese a que el fabricante Lockheed Martin ha indicado que está solucionando el problema, en más de una ocasión se han producido picos de presión en la cabina del avión que han provocado dolor intenso de oídos a los pilotos y hasta sinusitis.
Estos problemas se unen a los resplandores verdes que han aparecido en ocasiones en el casco de los pilotos, que tiene un precio de 350,000 Euros unidad, a la hora de aterrizar un F-35C en un portaaviones o los problemas con las cámaras de visión nocturna que, en determinadas circunstancias, impide a los pilotos ver correctamente el horizonte dificultando el aterrizaje tanto en tierra como en el mar.
A pesar de que oficialmente no está relacionado con los problemas anteriores, recientemente se ha reportado el primer accidente mortal tras a desaparición de un F-35 de las fuerzas de autodefensa japonesas en el Pacífico en abril de este año.
Tras los análisis realizados el dictamen indicó que la causa del accidente fue la desorientación espacial sufrida por el piloto Akinori Hosomi, de 41 años, que contaba con más de 3,200 horas de vuelo. Según Fuerza de Autodefensa Aérea de Japón, este fenómeno es «una situación en la que un piloto no puede detectar correctamente la posición, altitud o el movimiento de un avión”.
El frío extremo hace abortar las misiones
Los climas fríos son un ambiente hostil para la electrónica como han podido comprobar los F-35 desplegados en la base de Eielson en Alaska o aquellos en el norte de Noruega, puntos claves estratégicos para la Estados Unidos y la OTAN.
El frío extremo está suponiendo serios problemas para los aviones de última generación tras reportar alertas graves en la batería principal cuando las temperaturas descienden por debajo de -30ºC. En un avión donde la electrónica y el software domina todos los elementos y la aviónica del aparato las baterías son fundamentales.
El problema detectado en Alaska provoca que salten las alarmas en cabina obligado a cancelar la misión y retornar a la base en diferentes ocasiones. Según el Departamento de Defensa este fallo tiene la calificación de “mínimo impacto en la seguridad”.