Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos ha perfeccionado un nuevo arma: ‘weaponize the economy’. Un proceso de militarización de la economía que desde Washington se está usando como arma directa contra los países no alineados con la nueva visión y política americana.
La economía se ha convertido en los «nuevos marines» de los EE.UU. y las sanciones económicas son su cuerpo de operaciones especiales dedicado a infiltrarse en las líneas enemigas y sabotear desde dentro los objetivos designados.
La táctica con la que Estados Unidos desea imponer su criterio a sus rivales comerciales comienza a provocar reacciones de búsqueda de nuevas alianzas y formas de comerciar que ‘eviten’ las vías tradicionales que hasta ahora siempre pasaban por Estados Unidos como centro de transacciones comerciales mundiales.
A lo largo de la historia las superpotencias han mostrado músculo militar desplegando sus ejércitos y armadas por el mundo como muestra de poder para someter a sus contrincantes y opositores.
Desde los años noventa Estados Unidos ha usado su posición predominante en el sistema financiero mundial para imponer sanciones y doblegar a sus rivales, pero en los últimos tres años la militarización de la economía ha llevado a estas medidas a un nivel sin precedentes.
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos ha perfeccionado un nuevo arma que se está mostrando más eficiente que sus grupos de portaaviones, los misiles intercontinentales nucleares o sus más de 800 bases repartidas por todo el globo. En los últimos años estamos asistiendo a lo que los norteamericanos denominan: ‘weaponize the economy’, un proceso de militarización de la economía que desde Washington se está usando como arma directa contra los países no alineados con la nueva visión y política americana.
La economía se ha convertido en los «nuevos marines» de los EE.UU. y las sanciones económicas son su cuerpo de operaciones especiales dedicado a infiltrarse en las líneas enemigas y sabotear desde dentro los objetivos designados.
Bajo la promesa MAGA (Make America Great Again) se ha desatado una ofensiva más poderosa que apunta también a países tradicionalmente aliados con el fin de salvaguardar la superioridad del mercado, empresas y tecnología de los Estados Unidos.
Estos son los principales retos y desafíos a los que la política de sanciones y aranceles exponen a la economía mundial y los mercados internacionales.
Pérdida de la hegemonía del dólar
La moneda de cambio de referencia mundial desde los años cuarenta es el dólar norteamericano.
Sólo por esta razón Estados Unidos posee una ventaja competitiva sobre cualquier otra nación del mundo.
Ni tan siquiera China puede rivalizar con la moneda americana como tampoco, por el momento, el Euro pese a ser la moneda europea la segunda más usada en las transacciones comerciales mundiales.
El uso del dólar como arma de presión puede provocar una reacción de rechazo a su hegemonía buscando nuevas alternativas menos politizadas que impidan el efecto de las restricciones y sanciones.
Los últimos datos del Banco Central Europeo destacan la disminución del dólar en las reservas internacionales globales en 2018 situándolas por debajo del 62%.
La carrera por las naciones afectadas en busca de una alternativa libre de limitaciones puede haber comenzado como demuestran las acciones puestas en marcha por los bancos centrales de China y Rusia que deshacen sus posiciones en activos de bonos estadounidenses al tiempo que incrementan sus reservas en oro.
El dorado metal precioso ha tocado máximos de los últimos años especialmente tras las compras masivas de los bancos centrales que ha crecido en 651Toneladas según el WGC (El Consejo Mundial del oro).
La transición del patrón dólar hacia otra moneda menos «agresiva» no es un fenómeno que pueda suceder de la noche a la mañana, pero nunca antes se ha mostrado tanta determinación política desde diferentes países cuando hasta naciones alineadas tradicionalmente con EE.UU. comienzan a querer sacudirse esta dependencia en pos de una libertad que protege los intereses de sus empresas y ciudadanos.
Guerra de divisas a la vuelta de la esquina
Las alertas que estos últimos días se han vertido desde Portugal por parte de varios miembros del Consejo de Gobierno del BCE dejan claro que la guerra comercial desatada por Estados Unidos puede llevar a los mercados hacia una guerra de divisas que enfrente directamente al dólar contra el Euro.
La prueba de este peligro viene dada una vez que Donald Trump ha situado en el punto de mira a los bancos centrales, acusando a Europa de manipular el Euro, de la misma manera que ha incriminado a China de jugar con el Yuan.
El presidente norteamericano descargó una serie de acusaciones vía Twitter en las que denunciaba la devaluación del Euro y como los estímulos de Mario Draghi benefician “injustamente” al DAX (índice bursátil alemán).
Esta nueva fase en la guerra comercial de la Casa Blanca se abre un nuevo frente con aquellos países donde el déficit comercial norteamericano no es el deseado por su mandatario.
Las consecuencias de este enfrentamiento por parte de Estados Unidos puede provocar una ralentización de la economía lo que unido a los otros factores pone en peligro a sus propias empresas, como demuestra la carta que Apple ha presentado al Representante de Comercio de los Estados Unidos, Robert Lighthizer.
En la misiva hecha pública por Apple, la compañía de Cupertino alerta del efecto que las sanciones y aranceles «darían como resultado una reducción de la contribución económica de Apple a Estados Unidos”, añadiendo una clave importante a la hora de valorar la eficacia de los aranceles que terminan gravando los productos que compra cada día el consumidor, motor real de la economía USA, apuntando en su escrito como “los productores chinos con los que competimos en los mercados globales no tienen una presencia significativa en el mercado estadounidense, por lo que no se verían afectados por los aranceles estadounidenses”.
El despertar de nuevas relaciones
La táctica con la que Estados Unidos desea imponer su criterio a sus rivales comerciales entre los que se encuentras sus socios y aliados tradicionales, comienza a provocar reacciones de búsqueda de nuevas alianzas y formas de comerciar que ‘eviten’ las vías tradicionales que hasta ahora siempre pasaban por Estados Unidos como centro de transacciones comerciales mundiales.
Desde la negociación de Canadá con México, al margen de su mutuo vecino, hasta la alianza entre Rusia y China muestran el giro que las relaciones comerciales están produciéndose desde India hasta Turquía que, con el tiempo, pueden crear nuevas vías y sistemas de comercio donde la economía líder del mundo no puede interferir ni influencia perdiendo peso político, estratégico y económico.
Es el resultado más significativo de estos movimientos se plasma en la amistad entre Vladimir Putin y Xi Jinping, una relación que les ha obligado a coincidir por encima de sus rivalidades tras el aumento de la presión militar, política y sobre todo comercial ejercida desde EE.UU..
Fruto de este entendimiento entre naciones ha surgido la asociación BRICS. Una alternativa desarrollada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica que nace en clara contraposición al FMI creando una herramienta de influencia económica y financiera al margen del poder occidental.
Las relaciones comerciales alternativas que comienzan a tejerse entre naciones sobre las que recaen las sanciones norteamericanas y aquellas que indirectamente las sufren, tras alterar el libre comercio mundial de sus empresas, son el germen de mercado alternativo donde los intereses y medios de control tradicionales se escapan de la mano de quienes hasta ahora los controlaban.
Desde Europa el propio presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker deja claro el nuevo espíritu de emancipación remarcando que la moneda única: «El Euro debe convertirse en la cara y el instrumento de una Europa nueva y más soberana”.
Nuevo sistema de pagos internacionales
Estados Unidos es el sistema nervioso central del comercio mundial, por lo que puede ejercer a este la máxima presión siempre que lo considere oportuno.
Pese a que la alternativa a este sistema central no es fácil de implementar tras las últimas tensiones comienzan a sembrarse las primeras semillas de lo que puede ser una alternativa real al monopolio americano.
Cuanto más aleja Estados Unidos a Europa de una política común, más fácil será que el viejo continente termine por poner en marcha verdaderas alternativas al sistema financiero de americano.
En el momento en el que las sanciones afectan al sistema de pagos universal, las empresas, la economía y las naciones reaccionan buscando alternativas. Las recientes amenazas con excluir a empresas, bancos y hasta países enteros del sistema internacional Swift abre la necesidad de crear nuevos canales comerciales alternativos que garanticen la viabilidad de las transacciones entre bancos, empresas y gobiernos alternativas al Swift.
Tras la retirada unilateral de Estados Unidos del JCPOA (Plan de Acción Conjunto) con Irán y la puesta en marcha de sanciones contra este país y toda empresa que con el comercie, desde Europa se ha comenzado a trabajar en un sistema alternativo para poder llevar medicinas y ayuda humanitaria al país persa sin sufrir las sanciones americanas.
La Unión Europea está poniendo en marcha un sistema de medios de pago a través de un vehículo financiero especial llamado INSTEX, que garantice el comercio y los pagos recíprocos entre Irán y el viejo continente.
Rusia por su parte trabaja en un sistema alternativo que permita el flujo financiero y negocia con China una alternativa al Swift, que podría propagarse a otros socios comerciales de estos rompiendo la unidad mundial de las transacciones comerciales. Las empresas instan a sus gobiernos a dotarse de sistemas alternativos para poder seguir negociando con sus clientes en cualquier países sin ser excluidas del sistema bancario comercial internacional.
Pérdida de estándares y colaboración tecnológica
La retroalimentación tecnológica, el desarrollo intercontinental que se había forjado en las últimas décadas, donde el capital chino era una de las fuentes de financiación de Silicon Valley, los universitarios del país asiático inundaban las universidades americanas y muchos de ellos se integraban en uno de los polos tecnológicos más importantes del mundo está en la cuerda floja por la evolución y las limitaciones de una guerra comercial que tienen una clara vertiente tecnológica.
La lucha por la supremacía tecnológica es una de las bases de las sanciones a la tecnología Made in China. Si el año pasado ZTE pasó de ser un gigante a desaparecer como jugador destacado del mercado, en 2019 Huawei ha sido la segunda gran víctima de las sanciones del Trumpismo.
Estados Unidos trata de frenar el avance de la industria tecnológica china que ha pasado de la ropa barata a igualar y superar en algunas áreas la intocable superioridad tecnológica americana.
El bloqueo a las empresas y tecnología china provoca un freno en la evolución y fabricación de productos que no conocen nacionalidad, puesto que sus componentes aunque ensamblados en China tienen procedencias de múltiples países tras el perfeccionamiento a escala mundial de la globalización.
La vuelta atrás que parece se está implementando puede suponer una zancadilla para el desarrollo tecnológico y un freno a la capacidad productiva que tendrá repercusiones considerables sobre el consumidor, la auténtica víctima de la guerra comercial, que verá como sus productos se disparan de precio llegando a un punto de escasez en caso de que la situación empeore y tras el próximo G20 no se vislumbre un futuro claro.
La disociación y el muro de silicio que se está poniendo en pie puede provocar una separación que lleve a estándares diferentes como los de un tiempo y una división de un mundo que trabajaba como una unidad en tiempo real a escala planetaria, retornando hacia economías tecnológicamente cerradas que frenarán la velocidad del desarrollo mundial.
El mundo se acerca al filo de un cambio que puede romper la hegemonía adquirida en el comercio mundial por parte de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial y provocar un cambio comercial con repercusiones económicas importantes que anticipen una desaceleración económica con consecuencias negativas en el crecimiento y la calidad de vida de los ciudadanos.