Estados Unidos se precipita hacia otra guerra en Oriente Próximo. El conflicto entre Israel y Hamás se intensifica con rapidez en toda la región y corre el riesgo de arrastrar a Estados Unidos directamente a la refriega.
La reciente andanada de misiles balísticos y aviones no tripulados lanzados por el movimiento Houthi de Yemen contra Israel, junto con una declaración del grupo de que tales ataques continuarán, y los continuos ataques contra posiciones estadounidenses en la región muestran que este conflicto se está extendiendo rápidamente. Estados Unidos se encuentra ahora en una situación nueva de guerra con Irán y sus socios regionales, a los que muchos en el Congreso han considerado parte de un nuevo «Eje del Mal» que incluye a Rusia y China.
La administración Biden se está preparando para tal escenario, pero Washington no está tomando las medidas adecuadas para evitar que se produzca tal desastre. El temor de la opinión pública estadounidense a que Estados Unidos se vea arrastrado a otra guerra en Oriente Próximo aumenta rápidamente: según una reciente encuesta de Quinnipiac, el 84% de los encuestados estaban «muy» o «algo» preocupados por la posibilidad de que Estados Unidos se viera arrastrado al conflicto.
El Presidente Biden y su equipo han advertido repetidamente a Israel de que no cometa los mismos «errores» que Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001, pero parece que Washington aún no ha aprendido de sus propios errores de las dos últimas décadas.
Si la administración no quiere entrar en otra guerra en Oriente Medio, tiene que evitar que el conflicto atraiga a actores adicionales de toda la región pues, la forma en la que se está librando parece hacer que ese resultado sea más probable, no menos.
Tras el ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre, Estados Unidos incrementó significativamente su presencia militar en Oriente Medio con la esperanza de disuadir un conflicto regional más amplio. Estados Unidos desplegó dos grupos de ataque de portaaviones, con unos 7.500 efectivos cada uno, dos destructores de misiles guiados y nueve escuadrones aéreos en la región del Mediterráneo Oriental y el Mar Rojo. Washington también desplegó otros 4.000 soldados en la región, con otros 2.000 en estado de alerta, que se suman a los aproximadamente 30.000 soldados que ya se encuentran en la región.
Este despliegue se produce en un momento en que el conflicto se está intensificando considerablemente. Más de 1.500 israelíes y más de 9.770 palestinos han muerto como consecuencia de la guerra. La situación en Gaza es desesperada, con más de un millón de desplazados y miles de personas que necesitan desesperadamente ayuda humanitaria. En Cisjordania, la violencia también ha ido en aumento, con unos 152 palestinos muertos a manos de colonos y soldados israelíes desde que comenzó la guerra, lo que ha llevado a Estados Unidos a pedir a Israel que «proteja a los palestinos de la violencia de los colonos extremistas israelíes».
Al margen de la guerra en sí, la violencia está aumentando en toda la región. Las fuerzas estadounidenses en Oriente Próximo ya han sido atacadas al menos 23 veces en Irak y Siria por grupos vinculados a Irán. En respuesta, las fuerzas estadounidenses llevaron a cabo ataques aéreos contra dos instalaciones vinculadas al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) en Siria, al tiempo que prometieron tomar más represalias si continúan los ataques contra el personal estadounidense. Israel y Hezbolá siguen enfrentados, con casi 50 combatientes de Hezbolá muertos desde el 7 de octubre.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, pronunció el viernes 3 de noviembre su primer discurso público desde el inicio de la guerra, en el que destacó la independencia de decisión de Hamás a la hora de lanzar su ataque contra Israel, al tiempo que presionó para que se pusiera fin al conflicto, aunque mantuvo que sigue siendo posible una guerra en toda la región. Nasralá también elogió a los Houthis de Yemen por involucrarse. Tras la última descarga de misiles balísticos y aviones no tripulados, los Houthis han atacado Israel tres veces desde que comenzó la guerra. Israel también ha seguido atacando a las milicias apoyadas por Irán en Siria tras el estallido de la guerra en Gaza.
El Gobierno de Biden debería darse cuenta de que una guerra más amplia en Oriente Medio sería ruinosa para Estados Unidos y la región.
Dada la relativa debilidad militar de los socios regionales de Estados Unidos, con la excepción de Israel que, no obstante se vería sobrepasado en un escenario de este tipo, Estados Unidos tendría que librar la mayor parte de los combates y asumiría la mayor parte de sus costes. Una guerra de este tipo supondría nuevos y dramáticos compromisos y problemas para Estados Unidos en la región, en un momento en el que Oriente Medio no representa el escenario central de sus intereses.
El riesgo de una gran guerra en Oriente Medio se produce cuando Estados Unidos ya está profundamente comprometido en ayudar a Ucrania contra la invasión rusa y en tratar de disuadir a China en el Indo-Pacífico, al tiempo que soporta una deuda nacional superior a los 33 billones de dólares y registra déficits presupuestarios de más de un billón de dólares cada año en tiempos de paz. Abrir un nuevo frente en Oriente Medio mientras se intenta perseguir los intereses declarados de Washington en Europa y el Indo-Pacífico corre el riesgo de sumir a Estados Unidos en una crisis económica.
Ni que decir tiene que, para el propio Oriente Medio, una guerra de este tipo sería catastrófica, desestabilizando la región política, económica y militarmente. La guerra amenazaría con empoderar a los actores no democraticos de toda la región a expensas de una auténtica estabilidad. Los profundos costes humanos y materiales asolarían Oriente Próximo durante generaciones.
En las últimas décadas ha quedado claro que arrojar dinero, armas y recursos militares a la Región suele tener profundas consecuencias negativas. En este caso, Washington se arriesga a una escalada mayor e incluso a su implicación directa en una guerra.
Biden tiene que dejar claro que el interés central de Estados Unidos es mantenerse al margen de la puerta giratoria de los conflictos de Oriente Medio y evitar verse arrastrado a una ruinosa campaña militar en toda la Región.
Fte. Responsible Statecraft (Jon Hoffman)
Jon Hoffman es analista de política exterior en el Cato Institute.