En medio de guerras, asesinatos y atentados en Oriente Próximo, dos acontecimientos podrían, en última instancia, remodelar la región para mejor. El primero es el descrédito del Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu. El segundo es el debilitamiento de Irán.
Netanyahu acaba de sufrir un importante desaire por parte del Tribunal Supremo de Israel, que ha rechazado su siniestro intento de crear un régimen al estilo de Orban. Netanyahu había estado pregonando una «reforma judicial», que no era nada de eso. Era una toma de poder. La táctica de Netanyahu le habría permitido anular las sentencias del poder judicial en lugar de lo contrario. No lo consiguió. La importancia de la decisión es doble. Defiende el carácter democrático fundamental de Israel. Y demuestra los límites de la influencia política de Netanyahu. El aspirante a hombre fuerte se ha revelado como débil.
Desde los atentados del 7 de octubre perpetrados por Hamás, los números de Netanyahu en las encuestas se han desplomado. Su cacareada reputación de «Sr. Seguridad» resultó ser un espejismo. De hecho, la puso en peligro al fortalecer a Hamás como fuerza de oposición a la Autoridad Palestina. Y su alianza de facto con Rusia implosionó cuando el Presidente Vladimir Putin agasajó a Hamás en Moscú a finales de octubre.
En consonancia con su carácter escurridizo, Netanyahu no ha desaprovechado la oportunidad de eludir la culpa de sus numerosos fracasos. «Estoy estupefacto. Estoy atónito. Nuestros soldados están luchando en Gaza. Nuestros soldados están muriendo en combate. Las familias de los rehenes viven una gran pesadilla, ¿y esto es lo que tienes que hacer? Ya habrá tiempo para la política», declaró Netanyahu en respuesta a una pregunta. Su declaración fue, por supuesto, en sí misma política.
Ahora, en un intento de ganarse el favor de la extrema derecha israelí, Netanyahu está reflexionando sobre el traslado de palestinos a otros países, mientras que su ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, está planteando abiertamente planes para llevar a cabo una limpieza étnica en la franja de Gaza: «Si hay 100.000 o 200.000 árabes en Gaza y no dos millones, todo el discurso sobre el día después será diferente». Tales declaraciones ya han llevado a la administración Biden a emitir un reproche diplomático. El 3 de enero, el Departamento de Estado declaró: «El Secretario ha dejado muy claro en varias ocasiones que no debe haber ningún reasentamiento forzoso de palestinos de Gaza, que Gaza es tierra palestina y debe seguir siéndolo. Y seguiremos dejándoselo claro al Gobierno de Israel, y esperamos que ellos también lo dejen claro».
Si la posición de Netanyahu se ha erosionado, Irán también parece cada vez más vulnerable. Está sacudido por protestas internas. Tiene un líder que envejece y no ha designado sucesor. Es vulnerable al terrorismo: Las evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses apuntan a que el atentado en una ceremonia en memoria del general de división Qassim Suleimani en Kerman, Irán, fue perpetrado por el Estado Islámico.
También se produjo el asesinato israelí de un alto cargo de Hamás, Saleh Al-Arouri, en Beirut. El ataque con drones fue un mensaje tanto para Hezbolá como para Irán, ninguno de los cuales parece ansioso por una confrontación abierta con Israel. Irán se ha cuidado de no verse envuelto directamente en un conflicto con Israel. Del mismo modo, Israel no debería sobrestimar su poderío militar. La tentación para la seguridad nacional israelí es intentar ocultar, si no borrar, el recuerdo de sus graves fracasos del 7 de octubre anotándose nuevos triunfos. Pero embarcarse en una guerra terrestre en Líbano bien podría convertirse en un nuevo embrollo. Sin embargo, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, está haciendo ruidos amenazadores, diciendo que sólo hay una «corta ventana de tiempo» para llegar a una solución diplomática con Líbano que evite una nueva guerra.
La pugna por Líbano no hace sino subrayar su importancia en los conflictos de Oriente Medio. Ningún país de Oriente Medio ha sufrido tanto las maquinaciones de las potencias que lo rodean como Líbano. La administración Biden debería redoblar sus esfuerzos para impedir que Israel lo ataque, una medida que podría resultar ruinosa no sólo para Israel sino también para la propia presidencia de Biden. Biden va a enviar a Israel como emisario a Amos Hochstein, un alto funcionario de la Casa Blanca. Debería dejar claro que la paciencia de Biden no es ilimitada. Con Netanyahu e Irán a la defensiva, ha llegado el momento de encontrar una solución diplomática que pueda alejar a Oriente Medio de mayores conflictos y conducirlo hacia un futuro más pacífico.
Fte. The National Interest (Jacob Heilbrunn)
Jacob Heilbrunn es editor de The National Interest y miembro no residente del Eurasia Center del Atlantic Council. Ha escrito sobre asuntos exteriores e interiores para numerosas publicaciones, entre ellas The New York Times, The Washington Post, The Wall Street Journal, Financial Times, Foreign Affairs, Reuters, Washington Monthly y The Weekly Standard.