La anunciada integración entre Raytheon, el líder mundial en el desarrollo y fabricación de sistemas de misiles y radar con United Technologies Corporation (UTC), una de las grandes corporaciones aeronáuticas y de defensa norteamericanas, es un serio aldabonazo para las expectativas de Bruselas de potenciar y relanzar el sector europeo de la defensa mediante la creación del Fondo Europeo de Defensa y otras iniciativas económicas.
Juan Pons
La recién nacida Raytheon Technologies Corporation ‒nombre que ha recibido el matrimonio por conveniencia‒ no representa tan solo una iniciativa encaminada a mejorar y acrecentar la presencia de Estados Unidos en el mercado global de la defensa. Supone un nuevo reforzamiento del componente aeronáutico de UTC ‒que hace unos meses adquirió Rockwell Collins‒, y constituye un paso más en la concentración de empresas aeroespaciales y de defensa de Estados Unidos, medida que dio comienzo en 1994 con la fusión entre Northrop Aircraft y Grumman Aerospace.
El nacimiento de Northrop Grumman contó con el estímulo de William J. Perry, por aquel entonces el secretario de Defensa del presidente Clinton, que también propició la adquisición de McDonnell Douglas por parte de su rival Boeing, macro operación que se llevó a cabo en diciembre de 1996. Desde entonces, el proceso de concentración ha sido continuo, a tenor de las grandes inversiones en I+D+i y los altos costes de los productos militares de alta tecnología.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, por más que el presidente Donald Trump haya manifestado ante los medios de comunicación domésticos que se encuentra “algo preocupado” por la envergadura y posibles consecuencias de la fusión de cara a la libre competencia, resulta evidente que incluso en Estados Unidos, una decisión de tal magnitud estratégica ha sido previamente consensuada por sus promotores con la Casa Blanca y con el propio secretario de Defensa en funciones, Patrick M. Shanahan.
Como tercer gran suministrador de sistemas de armas y equipamientos del Pentágono, parece razonable que tan gran operación económica haya recibido el visto bueno del asesor de seguridad nacional, John Bolton, de los máximos consejeros presidenciales. También de los más influyentes congresistas y senadores de los Comités de Servicios Armados de ambas Cámaras e incluso del departamento de Comercio que dirige Wilbur Ross y de la FTC, la Comisión que impide las prácticas comerciales contra la libre competencia.
No es casualidad que el 10 de junio, a una semana exacta de que habrá sus puertas en el aeropuerto parisino de Le Bourget el mayor evento mundial dedicado a la aeronáutica y los sistemas de defensa aeroespaciales, ‒donde durante una semana se congregan los altos directivos de las principales compañías aeronáuticas, espaciales y fabricantes de misiles‒, ambas compañías norteamericanas hayan anunciado que han alcanzado un acuerdo para su nueva íntima relación que da paso a una de las corporaciones industriales más importantes a escala mundial, por delante de Boeing en facturación pero por detrás de Lockheed Martín, el campeón mundial.
Los medios de comunicación internacionales repiten una y otra vez que el acuerdo suscrito el 9 de junio por Gregory Hayes y Tom Kennedy, los directivos que están al frente de UTC y Raytheon, respectivamente, es una mega fusión y están en lo cierto, puesto que la suma del volumen de negocio de las dos entidades ascenderá en 2019 a unos 79.000 millones de dólares.
Valgan como ejemplos que la división Pratt & Whitney de UTC fabrica motores para grandes aeronaves comerciales, pero también para aviones de combate, como es el caso del Pratt & Whitney F135, el reactor tipo turbofán que propulsa al F-35. En el caso de Raytheon, en su amplia cartera de misiles de todo tipo, tecnologías y alcances se encuentran los famosos misiles crucero Tomahawk y los certeros tierra-aire Patriot, todo lo cual contempla un alza en la demanda doméstica y mundial tanto a corto como a medio plazo.
A cinco días de que la cita mundial aeroespacial del salón de Le Bourget, es evidente que las máximas autoridades políticas, financieras e industriales de Alemania, Francia, Italia y España van a aprovechar sus encuentros en París para tratar sobre cuál va a ser su reacción conjunta o individual frente al órdago de la administración Trump.
Porque es evidente que operación de Washington supone una nueva preocupación para los fabricantes europeos de aeronaves, principalmente Airbus, pero también de misiles (MBDA y Dielh), de electrónica y comunicaciones (Hendsoldt, Indra Leonardo, Thales y Rohde & Schwarz) y, por supuesto, de motores (MTU, ITP Aero y Safran).
Una opción sería aunar en un conglomero europeo las mismas capacidades que van a dar vida al nuevo gigante del complejo industrial-militar norteamericano. Sin embargo, es un camino harto complejo, dada la coyuntura económica europea y las dificultades para establecer una organización equivalente a Airbus pero en el campo de la electrónica, los misiles, las comunicaciones y las tecnologías de control del tráfico aéreo.
Si se opta por soluciones sectoriales, el sumatorio menos complicado es el de la electrónica y las comunicaciones, aunque Francia y Thales harían valer su liderazgo. En el ámbito de los misiles, Europa tampoco lo tiene fácil, ya que existen dos grandes fabricantes. Por un lado, el principal suministrador es MBDA, cuyos accionistas son la multinacional europea Airbus (37,5 %) y la italiana Leonardo (25 %) pero también la británica BAe Systems (37.5 %). El otro gran productor de misiles del viejo continente es la firma alemana Dielh. Un acercamiento entre ambas entidades es posible, pero nada fácil ya que Berlín quiere garantizarse un productor nacional.
En el terreno de los motores de aviación tampoco resulta sencillo, ya que en el caso español, ITP Aero es propiedad 100% de la británica Rolls Royce, que previsiblemente no estaría por la labor de aliarse con el resto de países europeos y enfrentarse al recién creado gigante norteamericano.
Con productos complementarios pero con numerosas sedes y factorías a lo largo y ancho de Estados Unidos, la integración de las estructuras organizativas y las capacidades de producción de UTC y Raytheon se prolongará a efectos prácticos y legales al menos hasta finales del primer semestre de 2020. Por esas fechas, UTC confía en haberse desembarazado de sus dos grandes áreas no aeronáuticas, como es Otis (fabricante de ascensores) y Carrier, especialista mundial en sistemas de aire acondicionado.