Desde hace varios años, Irán ha enfocado su política exterior y de seguridad nacional en hacer frente a la presencia de Estados Unidos en Oriente Medio, en extender su influencia política y militar por la Media Luna Fértil (desde Irak hasta Líbano) y a combatir, hasta la destrucción, a su acérrimo enemigo, Israel, como frecuentemente enuncian sus principales dirigentes, entre ellos el recientemente desaparecido General Suleimani. Es evidente que en la región, en la que Irán quiere jugar un papel preeminente, se establece, con gran profusión de señales, la disuasión.
Dos situaciones disuasivas distintas.
El desarrollo de la cuestión israelo-iraní está siguiendo las líneas maestras de ese principio o modalidad estratégica que es la disuasión, en una región del mundo donde dos enemigos acérrimos intentan prevalecer a pesar de las múltiples amenazas.
Siguiendo las pautas de la fina reflexión disuasiva francesa (Politologie de la Defense Nacional), en el ambiente disuasivo existe siempre un defensor que pretende evitar las hostilidades merced a la realización de una acción disuasiva hacia el candidato agresor. Se puede admitir que, en un primer estadio, se está produciendo una disuasión convencional de Irán sobre Israel para evitar un ataque a los medios de desarrollo nuclear que tiene instalados el país islámico y que verosímilmente apuntan a una búsqueda del dominio de lo nuclear militar, al menos a la posibilidad de hacerlo, a pesar de la vigencia del Tratado Nuclear denunciado por Estados Unidos recientemente; aunque parezca extraño, en este caso el candidato agresor es Israel y el defensor, el que practica una política de corte defensivo disuasiva, es Irán.
En un segundo estadio, en el supuesto de que Irán consiga el dominio y la posesión de cargas nucleares militares, la situación se determinará como una disuasión mutua nuclear en la que el candidato agresor seguramente será Irán y el defensor Israel.
Se da por supuesto que el Estado judío posee armamento atómico y los medios apropiados para su lanzamiento (unas 200 cargas nucleares y los misiles balísticos Jericó III de unos 2000 km de alcance, aviación suficiente y capaz, y misiles crucero), a pesar de que nunca lo ha reconocido y no ha hecho pública su doctrina de empleo, una de las condiciones básicas para que el disuadido comprenda bien las situaciones de agresión que no serían toleradas por el defensor.
Contrariamente en este segundo caso, la República Islámica, dados la radicalidad de su régimen, su sistema político, el expansionismo de su actuación internacional, su falta de observación del respeto de los derechos humanos, su apoyo a grupos terroristas, su política belicista, falta de observancia de las leyes internacionales, etc, le confirman como un claro candidato agresor en el juego estratégico de la disuasión nuclear; al parecer Irán ya habría alcanzado el punto de no retorno en el que su programa nuclear podría estar enfocado a armar cabezas nucleares, a pesar, como se ha referido, de la observancia del Tratado, o como se ha dicho a la potencialidad de hacerlo; lo mismo ocurre con la disponibilidad de misiles lanzadores, parece real y existente (misiles Shahab III y Sajjil II con posibilidades de 2000 km de alcance).
HIPOTESIS DISUASIVAS EN LA AMENAZA DE UN ATAQUE PREVENTIVO ISRAELI.
“La disuasión es un modo estratégico bastante particular, ya que tiene por finalidad el evitar que otro actúe a nuestra costa haciéndole tomar consciencia de que la empresa que proyecta es irracional”. “La disuasión nuclear es el esfuerzo, la voluntad, de conducir a un enemigo eventual a no cometer ciertos actos amenazándole con represalias nucleares”; la disuasión militar, según la Doctrina española, consiste en mantener una fuerza militar adecuada para convencer a cualquier agresor potencial de que el uso de la fuerza contra los intereses nacionales de seguridad se encontrará con una reacción militar eficaz, y que los riesgos que deberá asumir, si inicia el conflicto, le supondrán daños superiores a cualquier ganancia prevista.
La disuasión tiene un carácter eminentemente político y pluridisciplinar ya que son variadas las herramientas que el defensor puede esgrimir ante el candidato agresor siendo la resultante causa del efecto disuasivo que crean. Hay que establecer que el empleo de la estrategia de disuasión tiene un carácter defensivo, y por lo tanto más acorde con la legalidad internacional, postergando a la categoría de agresor al candidato que rompa el statu quo.
También es patente que desde que aparece y se siente el efecto disuasivo, las partes se encuentran en conflicto, y para ser más explícitos, en guerra disuasiva. En este tipo o fase de la guerra el defensor practica la retención de la violencia latente con el adversario, amenazando con su liberación; tal amenaza es un medio de la disuasión ya que el fin es obligar al candidato agresor a retener indefinidamente su decisión de agredir, para lo cual aquel deberá alimentar permanentemente, con toda su potencia, la sensación paralizante que emite al candidato agresor; este periodo es diametralmente opuesto al desencadenamiento físico de la violencia o conflagración de las hostilidades.
Recordemos que según el estado de la situación, Israel planearía, al parecer, mediante un ataque a sus instalaciones de desarrollo nuclear, destruir las capacidades nucleares militares futuras de Irán, ya lo ha intentado en otros escenarios y en el ámbito cíber. Según la teoría enunciada, la República Islámica, como susceptible de ser atacada, se convierte de hecho en el candidato defensor y esgrime su disuasión para impedir que Israel inicie su agresión, que por otra parte anuncia con gran número de señales. Distinto es que nos alineemos, o no, conceptualmente con el Estado judío, por simpatía, por ser un aliado de los Estados Unidos, nuestro principal aliado también, por ser objetivo de las amenazas islámicas, etc, pero la realidad es que se plantea un ataque contra un país, contra sus intereses vitales y contra los intereses de su Defensa Nacional, en un ambiente legal internacional carente de regulaciones ad hoc que lo posibiliten.
Ante esta posibilidad, Irán emite todo su bagaje disuasivo, no solo hacia Israel, sino en todas las direcciones de este escenario globalizado. Al Estado judío le amenaza convencionalmente con una respuesta aplastante de tiro de misiles y cohetes propios, cuyo desarrollo, precisión y número ya se ha encargado de difundir previamente en los medios de comunicación, maniobras importantes y lanzamiento de pruebas culminadas con éxito; la posibilidad de que los grupos terroristas a los que apoya se unan a él coordinadamente, Hamas y Hezbollá, principalmente, abriendo e intensificando conflictos en el sur de Líbano y en la banda de Gaza, pero también en otros lugares donde haya intereses israelíes, amenaza fundamentalmente al activo más importante para los judíos, su población, los habitantes de un exiguo territorio que desde tiempo inveterado está imbuido del síndrome de Masada y de las causas del holocausto.
Pero además también dirige su disuasión al conjunto del mundo desarrollado, amenazándole con el cierre del Estrecho de Ormuz, con su significado en las economías occidentales, pero con una pretensión fundamental, que se impida por la vía política el ataque preventivo de Israel; a pesar de que tal acontecimiento significaría una guerra regional con todas sus consecuencias.
Pero no obstante, Irán ha jugado durante estos últimos años su futuro valor en la estrategia disuasiva, incrementando su potencia armamentística por una carrera acelerada para disponer de medios con los que poder amenazar a Israel e impedir sus ataques, como su parque de misiles, satélites militares propios, su Artillería Antiaérea, la mejora de sus sistemas de información y comunicaciones, y la fortificación de sus principales instalaciones de desarrollo nuclear, fundamentalmente.
Ante esta exhibición de razonamiento disuasivo se encuentra el Estado judío, el candidato agresor por el momento, con una panoplia de medios importantes como son su propia y disciplinada defensa pasiva, con insuficiencias todavía para el conjunto de la población ante una escalada en distancia que pudiera llevar a cabo la República islámica, sobre todo con agresiones sobre los núcleos urbanos más importantes, como es Tel Aviv, con desarrollos militares contra una posible “lluvia” de cohetes y morteros en las zonas fronterizas con Líbano y Gaza (el sistema Iron Dome, al parecer todavía insuficiente en número) y contra los misiles balísticos iraníes a través de los ya conocidos sistemas Patriot y los más recientes de tecnología propia y norteamericana, como los Arrow; en este sentido Israel también ha realizado su carrera de armamentos y el aumento progresivo de su potencia militar , como es normal en su estrategia de seguridad nacional al dotarse de capacidades que puedan hacer frente a sus principales amenazas. Es patente, por lo tanto, la existencia de dos carreras armamentísticas paralelas para concentrar la mayor potencia posible, lo que constituye una característica imprescindible de la disuasión.
Sin embargo Israel, que querría cercenar las ansias islámicas de hacerse con el arma nuclear, posee también otros elementos que tienen su peso en la dialéctica disuasiva, estos son su capacidad nuclear y misilística y la potencialidad, probada por la historia reciente, de ejecutar acciones con una gran sorpresa operacional y técnica, ambas enraizadas en una política de una gran ambigüedad calculada.
Un nuevo elemento se añade por tanto a este enfrentamiento disuasivo entre las dos potencias mediorientales y es la disposición del arma nuclear por Israel; este aspecto del que poco se habla en la capacidad de respuesta judía juega un papel importante. Se enfrentan disuasivamente dos adversarios, uno Irán, que es potencia convencional, con carrera armamentística hacia la capacidad nuclear pero sin posibilidades atómicas todavía; el otro, Israel, que es una potencia convencional-nuclear con las dos posibilidades de respuesta.
Se puede admitir que la amenaza convencional de un Estado contra otro no es disuadida normalmente por otra de tipo nuclear, así se pueden ver casos en la historia reciente, como el de la Guerra de Vietnam donde la derrota norteamericana no pudo ser paliada por su potencia nuclear; los conflictos bélicos indo-pakistaníes, que a pesar de su virulencia nunca han alcanzado el umbral nuclear. Sin embargo las estrategias de la OTAN y la francesa de disuasión preveían no solo la “detente” nuclear sino una respuesta de este tipo a una iniciativa bélica de los soviéticos de tipo convencional o con medios bacteriológicos y químicos; la opción nuclear norteamericana a la resistencia convencional japonesa, al término de la Segunda Guerra Mundial, da una idea de que existe una reflexión estratégica que abre el camino al empleo del arma nuclear.
El escenario de una respuesta nuclear israelí a un ataque masivo desde Irán que hiciera correr grandes riesgos a la supervivencia de su población no puede ser descartado, por algo tiene la bomba, y debería ser tenido en cuenta en este juego estratégico disuasivo en el que el país islámico intenta evitar el ataque a sus instalaciones de desarrollo nuclear. Al contrario de otros países nucleares, Israel no solo no reconoce su detención de un arsenal atómico sino que no “explica” su doctrina de empleo, aspecto que anima a reflexionar sobre que lógicamente estaría centrada en la defensa de sus intereses vitales, y es obvio que dada la geopolítica israelí, su territorio y población son las claves de su existencia, defendida por todos los medios a su alcance desde la fundación del Estado judío. Lo que se plantea por tanto es la posibilidad de una respuesta nuclear israelí, limitada, demostrativa, sobre zonas desérticas por ejemplo, a título de advertencia (coup de semonce), para detener las acciones agresivas intensas y con ánimo de destrucción de la República Islámica, y activar los frenos de la política y la diplomacia internacionales.
La disuasión nuclear mutua entre Israel e Irán
El segundo escenario contempla dos Estados dotados con capacidades nucleares, lo que significaría que el antiguo candidato agresor Israel, y la comunidad internacional, no han logrado detener la carrera nuclear islámica, transformándose además el Estado judío en el candidato defensor, por las peculiaridades políticas de Irán que le hacen susceptible de agredir para conseguir sus fines nacionales.
Es necesario apuntar que dos estados nucleares se disuaden mutuamente por la posibilidad de que, para impedir la agresión de uno de ellos, se recurra al armamento atómico, estableciéndose de facto el statu quo.
También es patente que la posesión de armamento nuclear por dos enemigos tradicionales les hace ser más cautos y precavidos, potenciando la negociación y el encuentro, como se ha visto en las relaciones entre Pakistán y su enemigo más real, India.
Es posible, por tanto, que un Irán nuclearizado pueda conducirse de otra manera que lo ha hecho hasta ahora, aunque con ello estemos reconociéndole un estatus de potencia regional innegable que puede favorecer su influencia en la zona; solo es posible aceptarlo con un cambio rotundo de su orientación ideológica y política.
Sobre la manera de plantear la disuasión nuclear de Israel, aunque no es evidente su doctrina, esta podría basarse en represalias masivas, único medio de evitar que la República Islámica pudiera modular la respuesta judía a toda una panoplia de agresiones posibles, entre ellas la convencional, a no ser que Estados Unidos, “más aliado que nunca de los judíos” hiciera suya la respuesta.
General de División (R) Ricardo Martínez Isidoro
Asociación Española de Militares Escritores
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