España pertenece, como es bien sabido, a dos grandes organizaciones internacionales directamente relacionadas con la defensa y la seguridad: La OTAN y la Unión Europea (UE). Y no es fácil pertenecer a las dos organizaciones porque ambas requieren un previo querer ser o estar[1], en ambas organizaciones.
Es primordial conocer cómo queremos los españoles situarnos ante el reto y ante los desafíos que impone todo lo relacionado con nuestra defensa y seguridad. Después de 40 años de democracia ya deberíamos tener todos los datos, todo el conocimiento necesario para saber hasta dónde queremos y debemos de llegar porque, en estas cuestiones, si no lo hacemos, estaremos a lo que otros decidan por nosotros, con los peligros que ello conlleva.
La OTAN es una asociación, una alianza de naciones independientes que desde 1949 se organizaron para mejor alcanzar determinados objetivos militares. Aunque la OTAN nació para hacer frente a la amenaza soviética, aun hoy encuentra razones para no dejar de existir. Y la principal razón es que una Rusia gobernada por Putin vino a sustituir, en el pensamiento de la OTAN, la percepción de aquella antigua amenaza.
La UE es un caso bien distinto. Sin duda persigue los mismos objetivos de defensa y seguridad que la OTAN persigue, pero siguiendo un camino bien distinto. Para la UE lo importante es el conjunto los países que la integran y un poco menos los países considerados individualmente, como sucede en la OTAN. El objetivo último de la UE será llegar a decidir y actuar por sí misma, como un conjunto indivisible. Mas o menos como actúan los EEUU en todo lo relacionado con su propia defensa. Por este motivo, el RU fue perdiendo su interés inicial en pertenecer a una UE de cuya existencia y ventajas fue dudando de forma progresiva.
Sin embargo, dentro de una UE unificada, cualquier gobierno que disponga de la ambición, la voluntad y la fuerza militar necesaria podrá influir en los procesos de decisión y defender mejor sus propios intereses.
España es europeísta porque contribuyó y fue participante activo en la historia de muchos países europeos. Además, España tiene esa vocación porque vive en el convencimiento de poder defender mejor sus intereses dentro de una Europa unida. Todo lo contrario de lo que le sucede al RU por culpa de su propia historia y de su forma de entender las relaciones internacionales
La UE está aún en el proceso de llegar a ser y lo que cabe esperar de sus miembros es que contribuyan, en la medida de lo posible, a que sea lo que todos desean. El mundo se globaliza, pero se globalizará aún más con una UE plenamente unida, ayudada por un Brexit que de momento no ha hecho otra cosa que estimular este proceso unificador. La labor del RU dentro de la UE fue una continua labor de zapa y entorpecimiento. El RU nunca quiso, ni quiere, una UE fuerte en su conjunto motivo por el que, para lograrlo, siempre propició una UE desorganizada en lo político y débil en lo militar. Es muy posible que el RU haya visto a la UE como algo que le puede perjudicar gravemente porque puede ser un valladar a sus propias ambiciones internacionales, casi siempre relacionadas con la apropiación de lo que no es suyo, como los españoles comprobamos a diario en nuestro Gibraltar o los argentinos en sus Malvinas.
Cuando la UE empezó a desarrollar todo su pensamiento sobre cuestiones de defensa y seguridad, nadie quería perjudicar a la OTAN que era la organización más efectiva con la que contaban los europeos para garantizarse su propia seguridad. Todo lo que al principio se hacía dentro de la UE se concebía como algo que contribuiría a potenciar el pilar europeo de la Alianza Atlántica. Sus procedimientos de consulta y decisión colmaban cualquier preocupación de los estados miembros de la organización. Para España fue trascendente su ingreso en la OTAN porque le permitió tener una percepción de una nueva seguridad bajo la sombrilla nuclear estadounidense. Pero la situación ha cambiado por el Brexit.
Los EEUU empiezan a ver a la OTAN con no muy buenos ojos. No sabemos aún si con Biden sucederá lo mismo. Con Trump, los EEUU empezaron a alejarse de una organización cuyos miembros no hacen el esfuerzo necesario para alcanzar los objetivos de una defensa común. El “burden sharing” nunca se cumplió al gusto norteamericano. La aparición de China y sus ambiciones en el campo internacional y los problemas con Corea del Norte están desviando las preocupaciones norteamericanas muy lejos de una Europa que empieza a tener un cierto sentimiento de orfandad. Todos aseguran desear que el vínculo trasatlántico no se rompa…pero poco se hace aun para impedirlo.
Después del Brexit, Europa debe de responsabilizarse de su propia defensa, abiertamente, sin condicionamiento alguno. Sin los vetos del complicado y tantas veces desleal RU, la UE encontrará más fácil resolver sus problemas de defensa y de planeamiento estratégico dejando que sean los intereses de los 27 miembros de la UE los que sirvan de catalizador de las decisiones que se hayan de tomar. Los intereses son los que al final mueven todos los corazones, todas las voluntades.
En esta situación se está produciendo un reposicionamiento de los principales países europeos. La más destacada es Francia que, siendo la única potencia con capacidad nuclear, se siente como en la obligación de dirigir la política exterior europea. Francia está desplegando su fuerza naval muy activamente por el Mediterráneo, pero también por aguas muy lejanas. Uno de sus submarinos nucleares estuvo operando recientemente en las conflictivas aguas del mar de la China como una seria señal a este país contraria a sus aspiraciones territoriales y decisiones adoptadas por la vía de los hechos consumados. Hacia allá ira próximamente el portaviones inglés Queen Elizabeth y los EEUU hace tiempo que maniobran en la zona.
Después del Brexit los más importantes países de la UE, menos España, se están moviendo para situarse mejor dentro del plano de la defensa europea. Este Brexit y el manifiesto abandono del presidente Trump, dejó al pilar europeo de la OTAN en una delicada situación cuyo vacío no está claro cómo la UE podrá rellenar. Es indudable que la UE ira encontrándose a sí misma, poco a poco, cuando los distintos intereses de sus miembros vayan equilibrándose. Sabemos que Francia, Italia y Grecia se están moviendo dentro del Mediterráneo. Italia se ofrece a Francia como potencia naval por lo menos dentro de lo que fue el Mare Nostrum italiano o Mediterráneo central. En la reciente reunión entre los jefes de estado mayor de ambas marinas quedó constancia de una gran coincidencia de intereses y posibilidades de colaboración en el Mediterráneo. Italia ya ha adquirido 30 aviones F-35, a repartir entre su Marina y su Fuerza Aérea, y está renovando su fuerza submarina, con submarinos AIP[2].
Aun en plena crisis económica Grecia fue capaz de mantener, por razones obvias, unos destacados presupuestos militares y, además, con las ayudas y apoyos de los EEUU y Francia, que ya ha conseguido disponer de una base naval permanente en Chipre, es ya una potencia naval irreemplazable en el Mediterráneo oriental. Sus permanentes desencuentros con Turquía la mantienen activa políticamente y dispuesta para entrar en guerra si hiciese falta en la defensa de sus intereses. La opinión publica griega está a favor de su gobierno porque están en juego grandes yacimientos de petróleo y gas natural en el mar Egeo y en el Mediterráneo oriental.
Si España desea participar en la construcción de la nueva defensa y seguridad europeas debe de moverse mucho más asertivamente ante sus aliados y adquirir los correspondientes compromisos. Si Francia va a ejercer de potencia global europea, el Mediterráneo occidental podría ser una responsabilidad española. Una nueva estrategia de defensa europea podría obligar a España a responsabilizarse del debido y eficaz control del Estrecho de Gibraltar, vocación permanente de nuestra estrategia naval. Porque para la UE será más importante que el verdadero control del Estrecho lo ejerza España y no un RU siempre displicente con los intereses que no son propiamente los suyos.
En cualquier caso, las misiones que puedan corresponder a España dentro de la nueva estrategia europea, después del Brexit, dependerán del nivel de ambición del Gobierno de la Nación. Sin un nivel de ambición suficiente nos quedaremos en el grupo de los países europeos intrascendentes, con los que nadie cuenta para prácticamente nada. Lo que evidentemente no es nada bueno.
Y para finalizar, solo decir que las misiones en el exterior, en apoyo de ONU, OTAN y UE, parecen más que suficientes sobre todo cuando, en un ambiente de fortísimas restricciones presupuestarias, se puede llegar, casi sin darnos cuenta, a la consunción de las propias FFAA. Misiones en el exterior sí, pero primero estar donde debemos de estar dentro de la defensa europea. Y del Atlántico podremos hablar en otra ocasión.
[1] ÁLVAREZ ARENAS, ELISEO. Almirante. “El español ante el mar”
[2] Submarinos con propulsión independiente del aire
Aurelio Fernández Diz
CN (G) (R)
Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
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