En el desierto, al sur del Valle de la Muerte, pacientes simulados esperaban a que drones les suministraran sangre simulada. Fort Irwin, en California, es una base del Ejército que acogió, desde finales de septiembre hasta noviembre, el Project Convergence 2022, un ejercicio anual dirigido por Estados Unidos en el que militares de varios países trabajan juntos para explorar nuevas tecnologías al servicio de la guerra. Al probar la entrega de suministros médicos por medio de drones, junto con otras tecnologías, el Ejército está buscando formas de garantizar la supervivencia de los combatientes después de sufrir lesiones en batalla, en circunstancias en las que no es seguro enviar a personas a pie en busca de ayuda.
«El Proyecto Crimson pretende tomar un sistema aéreo no tripulado común (drones) y adaptarlo para que sirva de apoyo a una misión médica», explica Nathan Fisher, jefe de la división de robótica médica y sistemas autónomos del Centro de Investigación de Telemedicina y Tecnología Avanzada del Ejército de Estados Unidos, en un comunicado. «Este dron apoya la atención médica sobre el terreno cuando la evacuación de víctimas no es una opción. Puede mantener la sangre y otros artículos cruciales refrigerados en la unidad de refrigeración portátil autónoma y llevarla a los médicos en el campo.»
Los investigadores demostraron por primera vez que los drones podían transportar sangre con éxito en 2015. Como carga, la sangre tiene mucho sentido, ya que una pequeña cantidad puede salvar vidas, y los drones pueden transportar rápidamente pequeñas cargas según sea necesario. En el verano de 2021, los marines británicos probaron la entrega de sangre mediante un enjambre de drones, en el que los dedicados al reabastecimiento llevaban desde municiones hasta sangre a las tropas en el campo.
Para el Proyecto Crimson, el Ejército empleó un dron FVR-90, un UAV de despegue y aterrizaje vertical. Dos estabilizadores unidos a las alas del dron cuentan con dos rotores cada uno, lo que permite al FVR-90 despegar y aterrizar como un cuadricóptero. En vuelo, el FVR-90 vuela como un avión de ala fija, con una hélice orientada hacia el frente y su envergadura de más de 15 pies que permite realizar vuelos eficientes y duraderos de hasta 16 horas. El FVR-90 alcanza la velocidad máxima de 74 mph, pero puede transportar hasta 10 libras de carga útil bajo sus alas, listo para caer y entregar.
El dron «no necesita catapulta de lanzamiento ni pista de aterrizaje para realizar misiones de salvamento. Esto permite al personal militar preservar la vida en la fase crítica de la lesión y facilitar el transporte rápido a un hospital para su posterior tratamiento», dice el comunicado.
Más allá de los drones de entrega médica, el Ejército probó herramientas de comunicación y diagnóstico a distancia, diseñadas para mejorar la capacidad de los médicos de campaña para observar y gestionar la salud de los heridos sobre el terreno.
Una de ellas es el Battlefield Assisted Trauma Distributed Observation Kit, o BATDOK. Se trata de una aplicación para teléfonos inteligentes que puede trabajar con sensores colocados en los pacientes, escaneando información y almacenándola después para un máximo de 25 pacientes por dispositivo. Esta información puede compartirse a través de una red con otros dispositivos, o transferirse a través de protocolos como Bluetooth y WiFi, lo que permite a los médicos de campaña transmitir sin problemas los registros de los pacientes en el punto de transferencia para una mejor atención.
«La instalación puede ver el estado del paciente en tiempo real mediante BATDOK, mientras que los médicos en terreno pueden actualizar también los tratamientos y la medicación de los pacientes. Esto permite que la instalación sea alertada, se reúna y se prepare para tratar al paciente una vez que sea transportado», explicó Michael Sedillo, director de sistemas del programa de detección integrada en cabina del Laboratorio de Investigación de las Fuerzas Aéreas, en un comunicado de prensa.
Como parte del Project Convergence, las tropas llevaron camillas de heridos simulados a los transportes médicos, y los médicos aplicaron la atención en el tránsito. En el hospital de campaña, los médicos de campaña y el personal del hospital intercambiaron registros usando la infraestructura de comunicaciones local, asegurando un flujo de atención sin problemas.
El Project Convergence contó con participantes de los ejércitos británico y australiano, y con la observación de países aliados como Canadá y Nueva Zelanda.
En última instancia, ejercicios como éste mejorarán la capacidad de los militares no sólo para combatir, sino para garantizar que las lesiones en el campo de batalla se traten de la mejor manera posible. El reabastecimiento con drones de productos médicos necesarios, como la sangre, puede mantener a la gente en el campo de batalla con vida durante más tiempo hasta que lleguen los refuerzos o la evacuación. Una mejor gestión de los datos puede garantizar que se pierda la menor cantidad de información posible al transferir la atención, permitiendo a los equipos médicos avanzar en el tratamiento según lo permitan las condiciones.
A medida que los robots y las nuevas herramientas de datos se utilizan más en el campo de batalla, la formación en estos dispositivos que ahorran trabajo debería abrir la posibilidad de que los soldados se centren directamente en las tareas de salvar vidas, mientras las máquinas proporcionan las herramientas necesarias para ello.