Israel está intensificando su ataque terrestre en la Franja de Gaza, pero destruir un movimiento poderoso como Hamás es una tarea difícil debido a varias dificultades y limitaciones. Además, lograr este objetivo podría resultar contraproducente para Israel.
El delicado equilibrio consiste en que Israel debe golpear con dureza a Hamás pero tratar de poner fin a la operación lo antes posible, al tiempo que determina si sus objetivos bélicos son los correctos. Desde un punto de vista operativo, las unidades terrestres israelíes tendrán que superar grandes retos.
En primer lugar, el combate en un área urbana muy densa, con una vasta red de túneles bajo ella que sirven para esconderse y como trampolín para los ataques. En segundo lugar, las IDF se enfrentarán a misiles antitanque, artefactos explosivos improvisados y minas, que retrasarán el avance y causarán bajas. En tercer lugar, las IDF utilizarán una enorme potencia de fuego para proteger a sus tropas suprimiendo el fuego hostil. Pero al mismo tiempo Israel también debe hacer todo lo posible para minimizar las bajas civiles, una tarea difícil en un combate intenso.
Israel cuenta actualmente con el apoyo internacional de Estados Unidos y otros aliados para golpear a Hamás, siempre que la población civil de Gaza no pague un precio significativo, especialmente en pérdida de vidas. Pero si aumentan las víctimas civiles, Israel se encontraría en una situación difícil y podría ver disminuir su apoyo.
Consideraciones geopolíticas en la balanza
Israel también debe sopesar consideraciones geopolíticas, ya que se enfrenta a un Irán agresivo y a su apoderado en Líbano, Hezbolá.
Es improbable que la guerra incluya la participación militar iraní directa, pero a medida que continúen los combates en Gaza contra Hamás, financiada por Irán, podrían deteriorarse aún más las relaciones entre Israel e Irán, que ya se encuentran en un punto bajo. El peligro es que un conflicto prolongado podría aumentar la probabilidad de un enfrentamiento directo entre ambos, que deben andarse con cuidado o encontrarse en su primera guerra a tiros.
Hezbolá, el socio árabe más poderoso de Irán, dispone de hasta 150.000 cohetes y misiles que pueden alcanzar la mayor parte de Israel. Irán y Hezbolá tienen sólidas razones para evitar una confrontación total con Israel. Por ejemplo, Irán preferiría mantener intacto a Hezbolá para poder disuadir a Israel de bombardear las instalaciones nucleares iraníes.
Hezbolá no quiere arriesgarse a una guerra destructiva con Israel, razón por la cual ha contenido sus acciones contra Israel durante casi 20 años, desde su última guerra en 2006. Aunque Israel y Hezbolá han tenido enfrentamientos menores desde que Hamás cruzó la frontera en su ataque terrorista del 7 de octubre, existen precedentes de que Hezbolá se ha mantenido al margen del conflicto. Hezbolá se ha mantenido al margen de todos los combates que se han producido entre Israel y Hamás desde 2008.
Pero si el enfrentamiento entre Israel y Hamás se intensifica, aumentarán las probabilidades de que se produzcan más y mayores escaramuzas entre Israel y Hezbolá, que podrían derivar en una guerra a gran escala. Israel puede luchar en dos frentes simultáneamente en la Franja de Gaza y el Líbano, pero preferiría evitar esa situación por la carga de recursos y personal que supondría.
La administración Biden está desempeñando un importante papel disuasorio al enviar dos grupos de ataque de portaaviones al Mediterráneo oriental, para disuadir a Irán y Hezbolá de unirse a la lucha y proporcionando defensa antimisiles, como ya ha hecho la Marina estadounidense cerca de Yemen.
Después de Hamás, ¿qué?
Si Israel consigue expulsar a Hamás del poder, se plantea otro grave dilema: ¿quién lo sustituirá?
Desde luego, Israel no quiere volver a gobernar la Franja de Gaza. Y la Autoridad Palestina, que actualmente mantiene a duras penas su territorio en Cisjordania, no puede recuperar el control. Los Estados árabes son otra opción. Pero aunque varios piden un alto el fuego, ninguno, incluido el único que tiene frontera con la Franja de Gaza, Egipto, quiere asumir la exigente tarea de dirigir la Franja de Gaza. Desde luego, la ONU no puede hacer este trabajo.
El peligro entonces es que ganar la guerra contra Hamás creará un problema peor: la Franja de Gaza podría hundirse en la anarquía, donde los diferentes grupos luchan entre sí mientras se enfrentan también a Israel.
En caso de que Israel se encuentre en posición de mantener el control de Gaza tras una victoria militar, podría enfrentarse a una grave crisis humanitaria, debido al mal estado de las infraestructuras de Gaza, que no hará sino empeorar debido a la guerra. Israel no quiere ser responsable de causar ni de resolver este enorme problema, pero esto ocurrirá si Israel se enreda demasiado en la administración de la Franja de Gaza.
El alto cargo de Hamás, Jaled Mashal, declaró que el grupo terrorista es «muy consciente de las consecuencias» de su ataque del 7 de octubre. Israel tendrá que gestionarlas hábilmente en las próximas semanas.