En 1996, el marxista inglés Chris Harman escribió un influyente artículo titulado «El Profeta y el Proletariado», en el que intentaba descifrar la compleja relación entre Occidente y el Islam político. La observación de Harman de que «Occidente está con los islamistas cuando están en la oposición y contra ellos cuando están en el poder» sigue resonando hoy, encapsulando la dinámica cambiante y las contradicciones de esta relación.
El pensador libanés George Corm, en su libro «La cuestión religiosa en el siglo XXI», destaca el muro impenetrable de ideas preconcebidas y nociones superficiales que divide a Oriente y Occidente, fomentando la hostilidad mutua y el repliegue en sus respectivas esferas.
Sin embargo, el problema no reside sólo en la naturaleza de la relación, sino también en la percepción que se tiene de ella. Las decisiones y acciones de Occidente se rigen por cálculos de beneficios y pérdidas inherentes a su proceso de pensamiento. Las teorías conspirativas, la confusión y las obsesiones complican aún más la relación entre Occidente y el Islam político.
Francois Burgat, sociólogo francés, subraya en su libro «Maghreb Political Islam» que el islam político es innegablemente el sucesor legítimo de los movimientos de liberación nacional. Sostiene además que la retórica racista contra los musulmanes es una industria internacional compartida con los regímenes autoritarios árabes.
Para comprender la complejidad de la relación de Occidente con el Islam político, debemos volver a la historia. Durante la Guerra Fría, el Occidente capitalista instrumentalizó el Islam político como herramienta estratégica, explotándolo para contrarrestar el comunismo, el nacionalismo árabe y los movimientos de liberación nacional. Sin embargo, con el colapso de la Unión Soviética, deshacerse del Islam político resultó todo un reto. Se permitió que los movimientos islámicos florecieran y se presentaran como alternativas políticas en muchos países árabes musulmanes.
Occidente, impulsado por la necesidad de percibir una amenaza, ha creado enemigos históricamente. El fascismo y el comunismo fueron presentados sucesivamente como peligros existenciales. En la era poscomunista, se demonizó al Islam, sustituyendo la amenaza del comunismo por el espectro del Islam. Sin embargo, el Islam no representa una amenaza política ni militar para el mundo ni para Occidente, a pesar de la demonización que ha sufrido.
Las encuestas de opinión en Oriente Medio indican constantemente el resurgimiento del Islam político en los países árabes, con partidos islámicos que ganan fuerza electoral. El reciente conflicto de Gaza ha consolidado aún más el papel de la religión en la política, ganando aceptación entre la población de la región.
La dialéctica entre Occidente y el Islam político sigue siendo compleja y polifacética. El uso histórico que Occidente hizo del Islam político como aliado conveniente durante la Guerra Fría ha dado paso a la aprensión y la sospecha en la era poscomunista. Sin embargo, es esencial reconocer los matices y evitar las generalizaciones que perpetúan las percepciones erróneas y obstaculizan un diálogo significativo.
De cara al futuro, es necesaria una comprensión más matizada del Islam político para navegar por los retos y oportunidades que presenta esta relación. Entablando un diálogo abierto e informado, Occidente puede fomentar un enfoque más constructivo que respete las aspiraciones y la capacidad de acción de los países de mayoría musulmana, mientras que los musulmanes pueden cuestionar y superar los estereotipos e ideas erróneas perpetuados por Occidente.
En conclusión, la relación entre Occidente y el Islam político se caracteriza por contradicciones y dinámicas cambiantes. Reconocer el contexto histórico y las complejidades de esta relación es crucial para fomentar la comprensión y avanzar hacia un compromiso más constructivo. Al trascender las nociones preconcebidas y entablar un diálogo, ambas partes pueden trabajar para construir el respeto mutuo y la cooperación en un mundo que cambia rápidamente.
Fte. Geostrategic Media (Al Batayneh)
Al Batayneh fue miembro del Parlamento jordano.