Bajo el aspecto más visible del portaaviones USS Gerald R. Ford, parece haber una trayectoria de desarrollo concurrente y de gran impacto, aunque más específica y centrada, que se esconde bajo el radar: el fortalecimiento del papel de la clase Ford como buque de guerra armado capaz de participar en combates marítimos intensos.
Por supuesto, la clase Ford operará principalmente para transportar, armar y apoyar a su ala aérea de portaaviones como plataforma de ataque masivo y de proyección de potencia, pero al mismo tiempo, la Armada parece estar tomando medidas especiales para mejorar sus armas, defensas y tecnologías de combate directo en mayor medida que los portaaviones anteriores.
La Armada acaba de completar los 18 meses de la larga y detallada fase de pruebas y ensayos Post-Delivery Test and Trials, (PDT&T), una serie de pasos de preparación bélica para el buque a medida que se acerca su despliegue. Parte del proceso incluye las pruebas de calificación de los sistemas de combate, durante las cuales se manejaron las armas en ejercicios de fuego real. Los detalles relativos a los ejercicios sugieren que se están intensificando los esfuerzos técnicos y estratégicos para armar y equipar a los portaaviones de la clase Ford como buques de guerra capaces de librar grandes combates marítimos en alta mar.
«Durante el ejercicio de fuego real, la tripulación destruyó drones propulsados por cohetes capaces de alcanzar velocidades superiores a 600 millas por hora; unidades de drones remolcados que simulaban cohetes atacantes; y objetivos de superficie de maniobra de alta velocidad controlados a distancia», señaló un informe de la Armada sobre el Ford.
¿Un nuevo papel?
Mientras que los portaaviones han estado históricamente equipados con diversos sistemas de combate de autodefensa, en la clase Ford parece que se está adoptando un enfoque más pronunciado en cuanto a armamento ofensivo y defensivo y preparación bélica para una plataforma que históricamente se consideraba casi puramente un sistema de lanzamiento de aviones o un aeródromo flotante.
En los últimos años, y especialmente con la clase Ford, la Armada ha ampliado las armas y defensas típicamente integradas en los portaaviones, yendo más allá de los niveles anteriores. Por ejemplo, ha explorado sistemas de defensa contra torpedos, posibles interceptores láser y, por supuesto, una creciente esfera de EW, defensas ciber-cinéticas de los buques, como misiles y cañones.
Hay muchas razones probables para ello, algunas de las cuales pueden estar relacionadas con la gravedad de la actual ecuación de la amenaza global, así como con las áreas emergentes de enfoque estratégico para la Armada. Por ejemplo, los portaaviones suelen desplazarse en Grupos de Ataque de Portaaviones con fines claros, ya que los destructores y cruceros, armados con sistemas de lanzamiento vertical, misiles interceptores y radares de defensa antimisiles extremadamente sensibles, pueden proteger y blindar a los portaaviones de los ataques.
Es probable que esto siga siendo así por razones obvias, pero al mismo tiempo, el pensamiento estratégico de las Distributed Maritime Operations (Operaciones Marítimas Distribuidas) de la Armada exige operaciones más desagregadas y, por tanto, menos condensadas. Los activos dispersos, que aprovechan los nuevos sensores de largo alcance y un gran número de sistemas aéreos y de superficie no tripulados, representan un objetivo menor para los enemigos que buscan disparar y destruir grupos de buques tripulados más condensados o agregados.
Además, los nuevos tipos de redes, junto con varias armas y sensores de largo alcance que cambian el paradigma, pueden mantener la conectividad y, al mismo tiempo, llevar a cabo operaciones más dispersas, lo que permite al servicio ampliar su zona geográfica de operaciones, cubrir más territorio y océano y ampliar los posibles métodos de ataque. Esto significa que los portaaviones pueden operar en menos grupos y llevar a cabo misiones cada vez más dispersas y con mayor grado de autonomía, circunstancia que, por lo tanto, plantea la necesidad de contar con defensas y armas ofensivas más orgánicas o incorporadas en caso de que se enfrenten a ataques enemigos.
Además, los nuevos tipos de trabajo en red, junto con diversas armas y sensores de largo alcance que cambian el paradigma, pueden mantener la conectividad y, al mismo tiempo, llevar a cabo operaciones más dispersas, lo que permite al servicio ampliar su zona geográfica de operaciones, cubrir más territorio y océano y ampliar los posibles métodos de ataque. Esto significa que los portaaviones pueden operar en grupos más reducidos y llevar a cabo misiones cada vez más dispersas y con mayor grado de autonomía, circunstancia que, por tanto, plantea la necesidad de contar con defensas y armas ofensivas más orgánicas o incorporadas en caso de que se enfrenten a ataques enemigos.
Fte. The National Interest
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