Muchos tenían grandes esperanzas puestas en la ofensiva de Ucrania del verano de 2023. Los anteriores éxitos ucranianos en Kyiv, Kharkiv y Kherson alentaron las expectativas de que un nuevo esfuerzo, reforzado con nuevos equipos y entrenamiento occidentales, podría romper las defensas rusas a mayor escala y cortar el puente terrestre ruso hacia Crimea. Si esto ocurría, se pensaba, la amenaza resultante para Crimea podría persuadir a Putin de poner fin a la guerra.
Los resultados no estuvieron a la altura de esas esperanzas. Aunque el verano trajo algunos éxitos de Ucrania (especialmente contra buques de guerra rusos en el Mar Negro), no hubo ningún avance en tierra. Los limitados que se consiguieron fueron a un precio muy alto y se han visto contrarrestados en gran medida por los avances rusos en otros puntos del campo de batalla. Ahora está claro que la ofensiva fracasó.
¿Por qué? ¿Y qué significa esto para el futuro de la guerra de Ucrania y para el futuro de la guerra en general? Las respuestas sólidas requerirán datos y pruebas que aún no están a disposición del público. Pero la mejor respuesta por ahora reside en la forma en que los dos bandos, y especialmente los defensores rusos, emplearon las fuerzas de las que disponían. A finales de la primavera, los rusos habían adoptado el tipo de defensas profundas y preparadas que han sido muy difíciles de atravesar para los atacantes durante más de un siglo de experiencia en combate. En la guerra terrestre ha sido, y sigue siendo, posible abrirse paso, pero eso ha requerido condiciones permisivas que no se dan en Ucrania: un defensor, en este caso Rusia, cuyas posiciones sean poco profundas, avanzadas, mal preparadas o sin apoyo logístico, o cuyas tropas estén desmotivadas y poco dispuestas a defender sus posiciones. Ese era el caso de las fuerzas rusas en Kyiv, Kharkiv y Kherson en 2022. Ya no es el caso.
Las consecuencias para Ucrania son desalentadoras. Sin un avance ofensivo, el éxito en la guerra terrestre se convierte en una lucha de desgaste. Un resultado favorable para Ucrania en una guerra de desgaste no es imposible, pero requerirá que sus fuerzas duren más que un enemigo numéricamente superior en lo que podría convertirse en una guerra muy larga.
Explicaciones cuestionables
Algunos culpan a Estados Unidos del fracaso de la ofensiva ucraniana. No todas las peticiones de ayuda de Kiev fueron atendidas. Por ejemplo, si Estados Unidos hubiera proporcionado cazas F-16, misiles de largo alcance conocidos como ATACMS, o tanques Abrams antes y en mayor cantidad, argumentan, Ucrania podría haberse abierto paso. Más y mejor equipamiento siempre ayuda, así que seguramente la ofensiva habría progresado más con armas más avanzadas. Pero la tecnología rara vez es decisiva en la guerra terrestre, y ninguna de estas armas podía transformar la ofensiva de 2023.
El F-16, por ejemplo, es una plataforma de 46 años de antigüedad que no sería capaz de sobrevivir en el entorno de defensa aérea de Ucrania. Estados Unidos y la OTAN lo están sustituyendo por cazas F-35 más avanzados precisamente porque es demasiado vulnerable. Aunque el F-16 se ha modernizado desde su introducción en 1978 y supondría una mejora para los MIG-29 de la era soviética, aún más antiguos y menos capaces de sobrevivir, una flota de F-16 no proporcionaría a Ucrania la superioridad aérea necesaria para abrir una brecha en tierra.
Los misiles ATACMS habrían permitido a Ucrania atacar objetivos más profundos, especialmente en la Crimea en manos rusas, lo que habría reducido especialmente la eficacia del sistema logístico ruso. Pero todas las armas tienen contramedidas, y los rusos ya han demostrado ser expertos en contrarrestar la guía GPS que el ATACMS usa para alcanzar sus objetivos. El sistema de misiles HIMARS de menor alcance fue muy eficaz para Ucrania cuando se introdujo por primera vez en la guerra en 2022, pero ahora lo es mucho menos, en parte porque los rusos han reducido su dependencia de los grandes nodos de suministro al alcance del arma, pero también porque han aprendido a interferir las señales GPS que ambos sistemas de misiles usan para guiarse.
Las armas decisivas son poco comunes en las guerras terrestres.
Los tanques Abrams estadounidenses son muy superiores a la flota ucraniana de T-64 y T-72, en su mayoría de la era soviética. Pero también lo son los Leopard 2 alemanes que Ucrania empleó en la ofensiva de verano. Los Leopard 2 funcionaron bien, pero no eran superarmas invulnerables. De los menos de 100 Leopard 2 en servicio en Ucrania, al menos 26 han quedado fuera de combate; otros no pueden usarse debido a problemas de reparación y mantenimiento. Como todos los tanques, el Leopard 2 y el Abrams dependen de la estrecha coordinación de armas combinadas con la infantería, la artillería y los zapadores para sobrevivir en el campo de batalla, y necesitan amplia infraestructura de apoyo para mantenerse en combate. Ucrania fue incapaz de proporcionarla en 2023. Los Leopard 2, débilmente apoyados, lideraron los asaltos iniciales del verano, pero apenas avanzaron. Más tanques avanzados de este tipo habrían ayudado, pero la ofensiva ofrece pocas pruebas de que mejores tanques hubieran sido decisivos.
Otros atribuyen el problema a una revolución militar más amplia en la que se considera que la nueva tecnología está haciendo que el campo de batalla sea demasiado letal para el éxito de las maniobras ofensivas, independientemente de los cazas F-16, los misiles ATACMS o los tanques Abrams. Los drones, la vigilancia por satélite y las armas de precisión son las tecnologías en las que ahora hacen hincapié la mayoría de los teóricos de la revolución militar. Sin embargo, todas ellas estuvieron presentes en los éxitos ofensivos de Ucrania en 2022 yen su fracaso ofensivo en 2023. Y la letalidad de estos nuevos sistemas en uso real no ha sido radicalmente superior a la de las generaciones anteriores de armas en más de un siglo de experiencia de combate de las grandes potencias. La experiencia bélica de Ucrania muestra pocos indicios de una nueva era de dominio de la defensa determinada tecnológicamente.
Otros hacen hincapié en el adiestramiento y la toma de decisiones estratégicas. Las brigadas que Ucrania destinó a la ofensiva de verano eran en su mayoría formaciones inexpertas que recibieron apenas cinco semanas de adiestramiento occidental antes de la operación. Por el contrario, la infantería británica de la Segunda Guerra Mundial recibió 22 semanas de instrucción, luego entrenamiento adicional en sus unidades de combate, y sólo entonces fue comprometida en combate. Cinco semanas no es tiempo suficiente para dominar las complejidades de la batalla moderna. Algunos oficiales estadounidenses creen también que el Estado Mayor ucraniano diluyó el poder de combate del país al dividir sus esfuerzos en tres frentes en vez de en un único eje, dejando a las tropas de cada frente demasiado débiles para avanzar. Desde este punto de vista, entre la dispersión de esfuerzos y el limitado adiestramiento de las unidades clave, los ucranianos se quedaron sin capacidad para emplear eficazmente los medios a su disposición.
Intrínsecamente difícil
Los argumentos sobre el adiestramiento y la toma de decisiones tienen algo de cierto. Como ya expuse en un ensayo anterior publicado en Foreign Affairs, las variaciones en el empleo de las fuerzas han sido normalmente más importantes que las variaciones en el material, por lo que las explicaciones basadas en su empleo tienen una considerable validez aparente. Pero estos argumentos implican que si las fuerzas ucranianas hubiesen estado mejor entrenadas y concentradas, habrían abierto una brecha en 2023. Tal vez. Pero aunque los rusos han demostrado poca habilidad o motivación en la ofensiva, ahora son defensores competentes. En 2023, las defensas rusas eran profundas, estaban bien preparadas, contaban con extensos campos de minas, estaban respaldadas por reservas móviles y estaban guarnecidas por tropas que combatieron duramente cuando fueron atacadas. Históricamente, romper defensas como éstas ha resultado muy difícil incluso para atacantes bien entrenados con un esfuerzo principal concentrado.
La Wehrmacht alemana de la Segunda Guerra Mundial suele considerarse uno de los ejércitos más competentes de la era moderna en los niveles táctico y operativo de la guerra. Sin embargo, el intento de avance alemán en Kursk, en el suroeste de Rusia en 1943, fracasó al enfrentarse a las profundas y bien preparadas defensas soviéticas. El Cuerpo Afrika alemán de Erwin Rommel no logró atravesar las profundas defensas aliadas en Tobruk, Libia, en 1941, a pesar de su superioridad aérea y su gran ventaja en tanques, y Rommel tampoco logró atravesar las profundas defensas aliadas en Alam el Halfa, Egipto, en 1942.
De hecho, históricamente ha sido muy raro que los atacantes rompan defensas de este tipo. Durante la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos aliados con superioridad aérea y aplastantes ventajas numéricas fracasaron contra tales defensas en las operaciones Epsom, Goodwood y Market Garden y en las batallas de Monte Cassino, la Línea Sigfrido y Villers-Bocage en 1944-45. Este patrón tampoco terminó en 1945. Este patrón tampoco terminó en 1945. Las ofensivas blindadas iraquíes quedaron empantanadas incluso contra defensas iraníes moderadamente profundas en el sitio de Abadán en 1980-81, y las ofensivas iraníes no lograron penetrar en profundidad las defensas iraquíes en Basora en 1987. Más recientemente, la batalla de Tsorona entre Etiopía y Eritrea en 1999 y la invasión israelí del sur del Líbano en 2006 mostraron un patrón similar, con ofensivas mecanizadas que avanzaban lentamente cuando se encontraban con defensas profundas y preparadas.
La maniobra ofensiva no ha muerto. Pero nunca ha sido fácil.
Se producen avances ofensivos. Pero normalmente requieren una combinación de habilidad ofensiva y un entorno permisivo creado por despliegues defensivos poco profundos y avanzados o defensores desmotivados o sin apoyo logístico, o ambas cosas. La invasión alemana de Francia en 1940 sacó a Francia de la guerra en un mes, y la invasión alemana de la Unión Soviética en 1941 avanzó hasta las puertas de Moscú en una temporada, pero ambas ofensivas fueron posibles gracias a defensas poco profundas y mal preparadas que comprometieron demasiado de su poder de combate hacia delante, donde podía ser inmovilizado, lejos del punto de ataque. La ofensiva estadounidense de la Operación Cobra en Normandía en 1944 rompió una defensa alemana atípicamente superficial y adelantada. La ofensiva israelí en la guerra de 1967 rompió las defensas egipcias en el Sinaí en menos de seis días, pero esto fue posible gracias a la escasa preparación y motivación de los egipcios para el combate.
La ofensiva estadounidense en la Operación Tormenta del Desierto de 1991 reconquistó Kuwait en 100 horas, pero esto fue posible gracias a posiciones de combate iraquíes fatalmente defectuosas y a las limitadas habilidades de los soldados iraquíes. Del mismo modo, las ofensivas ucranianas en Kyiv y Kharkiv en 2022 rompieron las poco profundas y sobreextendidas defensas rusas, y la ofensiva ucraniana en Kherson en 2022 abrumó una defensa rusa logísticamente insostenible que estaba aislada en el lado occidental del río Dniéper.
En 2023, sin embargo, los rusos se habían adaptado y desplegado una defensa más ortodoxa en profundidad sin la vulnerabilidad geográfica que les había minado en Kherson. Y estas defensas mejor diseñadas estaban guarnecidas por tropas que combatían. El pobre rendimiento de Rusia y su escasa motivación para el combate en 2022 habían llevado a muchos a esperar incompetencia o cobardía rusa, o ambas cosas, en 2023, pero los rusos habían aprendido lo suficiente de sus fracasos como para presentar un objetivo mucho más difícil para entonces. Tal vez un atacante con habilidades y entrenamiento de nivel estadounidense podría haberse abierto paso, como tienden a insinuar quienes hacen hincapié en el entrenamiento o en la toma de decisiones operativas. Pero se necesita gran ventaja en destreza y motivación para romper defensas como éstas. Ucrania no disfrutó de ello en 2023, y no está claro si incluso las tropas estadounidenses tendrían el diferencial de destreza suficiente para una tarea tan difícil.
Calidad frente a cantidad
La resistencia de las defensas profundas y preparadas en la guerra moderna hará muy difícil que Ucrania consiga un avance decisivo a corto plazo. Durante más de un siglo, esto ha requerido unas condiciones que parecen improbables para Ucrania en estos momentos. El Comandante en Jefe de las fuerzas armadas ucranianas, el General Valery Zaluzhnyi, ha calificado la guerra de estancada, pero cree que las nuevas tecnologías les podrían permitir un avance decisivo. Tiene razón en lo primero, pero probablemente no en lo segundo. Las armas ganadoras de guerra son muy raras en la guerra terrestre. La dificultad de la maniobra ofensiva en 2023 no fue producto de ninguna nueva tecnología radical, y es poco probable que ninguna nueva tecnología radical la anule. La adaptación del enemigo y la ubicuidad de la cobertura y la ocultación en tierra limitan la capacidad de las nuevas armas para atravesar defensas robustas, y las defensas de Rusia son ahora bastante robustas. El pronóstico de Ucrania depende en gran medida del futuro de la ayuda occidental, pero incluso si ésta es continuada, es probable que el conflicto siga siendo una guerra de desgaste de posiciones durante mucho tiempo, a menos que se produzca un colapso de la voluntad rusa de luchar o un golpe de Estado en Moscú. Así pues, el éxito de Ucrania exigirá paciencia para una guerra larga y dura, tanto por parte de Ucrania como de sus aliados occidentales.
¿Qué significa esto para el futuro de la guerra en general? La maniobra ofensiva no ha muerto. Pero nunca ha sido fácil. Normalmente requiere tanto un defensor permisivo como un atacante bien preparado. Esto ocurre a veces: ocurrió en 1940, 1967 y 1991 y probablemente volverá a ocurrir en algunos momentos y lugares. Pero no es fácil crear un enemigo permisivo por decreto. Y para explotar adecuadamente a un enemigo permisivo se requiere un costoso entrenamiento, equipamiento y preparación de los oficiales. La recompensa puede ser grande cuando se combinan estas condiciones: Alemania conquistó Francia en un mes, Israel derrotó a Egipto en seis días y Estados Unidos reconquistó Kuwait en 100 horas. Pero no siempre se dan las condiciones adecuadas.
Este patrón plantea un dilema a Estados Unidos. El Ejército estadounidense ha privilegiado durante mucho tiempo la calidad sobre la cantidad. Esto ha producido un ejército con las habilidades y el equipamiento necesarios para explotar las oportunidades ofensivas cuando se presentan, como hicieron en Kuwait en 1991 y pueden volver a hacer en el futuro. Pero si las condiciones no son las adecuadas y se produce una guerra de desgaste, el Ejército estadounidense actual no está preparado para soportar las pérdidas que esto podría producir. Estados Unidos sufrió menos de 800 bajas en 1991 y algo más de 23.000 en 20 años de contrainsurgencia en Afganistán. Pero en menos de dos años de guerra en Ucrania, cada bando ha sufrido ya más de 170.000 bajas. Estados Unidos ha producido unos 10.000 tanques Abrams desde 1980; en Ucrania, los dos bandos juntos ya han perdido más de 2.900 tanques. Estados Unidos está empezando a aumentar la producción de armas (y especialmente de municiones). Pero producir armas caras en las cantidades necesarias para soportar pérdidas a escala ucraniana será excepcionalmente costoso. ¿Y cómo va a reemplazar Estados Unidos al personal profesional con muchos años de servicio ante bajas del nivel de Ucrania?
Si la calidad puede garantizar victorias rápidas y decisivas, el planteamiento tradicional de Estados Unidos resulta acertado. Pero si la lección de la ofensiva ucraniana de 2023, a la luz de la experiencia pasada, es que las defensas profundas y bien preparadas siguen siendo robustas, como lo han sido durante el último siglo, entonces la calidad por sí sola puede no ser suficiente para garantizar el tipo de guerras cortas de avances rápidos y decisivos que la planificación defensiva de Estados Unidos ha tendido a presuponer durante mucho tiempo. La calidad es necesaria para la oportunidad, pero puede ser insuficiente en sí misma para el éxito. Y si es así, puede que Estados Unidos tenga que replantearse su equilibrio entre calidad y cantidad en un mundo en el que las condiciones permisivas se dan a veces pero no pueden garantizarse.
Fte. Foreing Affairs (Stephen Biddle)
Stephen Biddle es profesor de Pyblic Affairs en la School of International and Public Affairs de la Universidad de Columbia y Adjunct Senior Fellow de Política de Defensa en el Council on Foreign Relations. Es autor de Military Power: Explaining Victory and Defeat in Modern Battle.