La República Popular China es una potencia económica, tecnológica, espacial, nuclear y militar, por este orden. Aunque la interrelación entre todas ellas es obvia, sin embargo es muy posible que los intereses del país asiático recorran esta pendiente descendente, antes de poner en riesgo todo el conjunto de “lo logrado” ante un conflicto militar importante y generalizado, y que este concepto esté, sobre todo, ligado a su primer potencial, el económico.
Sin duda que su elevado presupuesto militar, lejos todavía del de Estados Unidos, supone un incremento notable del esfuerzo de Defensa dedicado en los últimos años, pero si descontamos los importantes conflictos posibles, de recuperación de Taiwán y de su presencia reivindicativa en el Mar de la China Meridional, además de su problema de integración étnica en la provincia oriental de Xinkiang, donde los musulmanes uigures tratan de conseguir su autonomía real, religiosa y territorial, las dificultades en Hong Kong con su Ley de Seguridad, y finalmente los perennes, la siempre latente y forzada ocupación del Tíbet y sus intereses en la parte china del continuado conflicto de Cachemira, el más significativo e importante es el potencial y supremo conflicto que implica a China por su ubicación en el concierto internacional, como gran potencia, que lo es, y la posibilidad de que aplique su creciente esfuerzo militar en el mismo, a pesar del deterioro del apreciado sustrato necesario para la economía, la seguridad.
China posee otros polos, negativos, que lastran su despegue en flecha en otros sectores, y son la nivelación del nivel de vida del interior con” la costa”, cifrado en varios cientos de millones de personas carentes de los recursos necesarios, el grave problema de la contaminación ambiental que provoca este despegue sin precedentes, hasta la fecha no atendido debidamente, sin su participación en los acuerdos globales al respecto, y su sistema político de doble valencia, el económico liberal, hasta cierto punto, y la ausencia de democracia, a pesar de las ventajas que aprecian los observadores favorables, pues la gobernanza de China choca frontalmente con la de sus principales competidores asiáticos y por supuesto occidentales, entre los que identificamos, nítidamente, a Estados Unidos.
Es patente que sus relaciones con otros países del mismo corte político son fáciles, pues China aprecia la premisa de no inmiscuirse en los asuntos internos, quizás porque desea que hagan lo mismo con su sistema de “Un Estado y dos Sistemas”, aunque las relaciones con “los Grandes”, Rusia y Estados Unidos aportan otros matices.
Hasta épocas más recientes, Estados Unidos ha ejercido en Asia, y por supuesto en China, la máxima presión para que el Imperio fuera democrático, aspecto falaz si se tienen en cuenta sus fracasos al respecto cuando lo ha intentado en escenarios asiáticos de todo tipo, y es muy probable que este objetivo, por no ser pragmático, haya sido postergado.
Sin embargo, China, recientemente y como consecuencia de su auge, ha ido cambiando su visión estratégica con respecto a Rusia, cuando antes, con la Unión Soviética “vigente”, era el enemigo común, y de alguna forma Estados Unidos “defendía” a los asiáticos de alguna posible veleidad de los soviéticos.[1]
Es patente, por los acontecimientos recientes, que el acercamiento repetido entre Rusia y China es una realidad y que el país asiático parece haber perdido ese temor ancestral por su vecino nororiental, con algún problema territorial latente., o al menos que ya no precise aliados para paliar esa amenaza porque su fortaleza y sensación de seguridad han aumentado. La deriva autocrática de la Presidencia de la Federación Rusa, después de los esfuerzos de los 90, ha podido acercar a ambos grandes países, diferenciados todavía en el corte político de sus instituciones, pero mucho más parecidos que antaño en actitudes autoritarias, en la falta de relevo de sus dirigentes, en la ausencia práctica de oposición, en la falta de separación de Poderes, en la carencia de crítica mutua, y sobre todo en sus actitudes antinorteamericanas, pues Estados Unidos, potencia global como ellas, tiene también su visión estratégica que colisiona con las anteriores.
De hecho, el conflicto entre Rusia y Estados Unidos ya no es latente, es real, aunque indirecto, en la Guerra de Rusia y Ucrania, aunque sea Europa la que está saliendo más perjudicada por cuestiones sobre todo económicas y energéticas, pero más fortalecida en su cohesión, característica que se incrementa cuando se percibe “el enemigo a las puertas”.
La conflictividad sino norteamericana[2] era potencial desde que China inició su gran despliegue económico, basado en el “desarrollo pacífico” que propugnaban los líderes anteriores a Xi Jinping, que de alguna forma eran “tutelados” por la potencia económica norteamericana, que aconsejaba una menor capacidad exportadora del país asiático, para equilibrar el valor relativo del yuán frente al dólar, siendo imperativo para la estabilidad interior del momento en China, la opción contraria, por su incidencia en el empleo y por tanto en la estabilidad interna.
Es patente que desde hace varios lustros China ha cambiado su política de “desarrollo armonioso”, con cierto acuerdo norteamericano, por otra parte, por la de “auge progresivo”, que es cada vez más incompatible, en el límite, con la posición de Estados Unidos en el Pacífico.
El gran país asiático ha restablecido plenas relaciones con Rusia, desde que, el “investigado” por el Tribunal de la Haya, Presidente Putin, haya implementado alianzas internacionales de claro contenido socioeconómico y estratégico con diferentes países de varios Continentes, como en los BRICS(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), de profundo sentido energético, como la que les liga con las Repúblicas de Asia Central, Irán, India y Pakistán, en la Organización de Cooperación de Shanghai . En todas ellas, Estados Unidos no tiene ninguna participación, y todo se asemeja a un “cordón sanitario internacional”.
Podemos llegar a la conclusión de que China ha llegado a establecer, junto con Rusia, la compensación estratégica con los países hostiles que la rodean, potenciando una posible situación de “guerra fría” en la región Indo Pacífico, situación que detendría el progreso durante una generación a uno y otro lado del gran océano[3] ; China se ha convertido en un socio imprescindible para sus vecinos, y para Europa, y estos no deberían permitir que fuera tan predominante en Asia sin que existiera la estabilidad que en cualquier caso proporcionaría Estados Unidos.
No se nos antoja China como un país dado a la belicosidad agresiva, como su aliado ruso, al menos por los parámetros de su Historia, si no se perturba su estatus, eminentemente económico-exitoso y soberano, sino perseguidor de una política que la permita continuar con su ascenso como potencia económica mundial, cuyo influjo permite e incrementa el resto de sus potencialidades crecientes, muy cercanas al liderato mundial pero no culminadas.
El enorme poder continental de China, y sus alianzas geopolíticas, tejidas con fuertes intereses económicos invertidos en sus socios de conveniencia, a lo largo de Asia, pero por todo el Mundo, le dan una fortaleza geopolítica suficiente para sentir la tentación de actuar como la Alemania previa a las I y II Guerras Mundiales, aspecto que los politólogos chinos rechazan, pero que entra dentro de lo posible.[4]
La edificación de un nuevo muro que separe las zonas ribereñas del Imperio, en el Mar de la China Meridional, del resto de los países con derechos sobre esos territorios, perturbando la libre circulación enunciada en las convenciones internacionales, complementado con islas artificiales, fuertemente armadas, y las declaraciones de la voluntad de defenderlo, constituyen riesgos claros de confrontación ante la puesta en práctica de una organización defensiva anti- acceso que tiene como finalidad crear un glacis para la protección de China o como base de partida para sus futuras e hipotéticas acciones agresivas.
En este sentido, China intentaría, apartar de sus fronteras a los norteamericanos, limitar el alcance de su poder naval en el Pacífico y disminuir su potencial diplomático en el Mundo, aspecto que en alguna medida ha conseguido, con su señuelo económico, que tanto provecho proporciona a la Rusia de Putin, proponiendo una paz imposible en Ucrania, sin la condena de su socio agresor, por la posibilidad de que se encuentre en la misma situación por la recuperación, por la fuerza, de Taiwán, pues la unidad nacional está en el frontispicio de todas sus normas legales, empezando por su Constitución, como estado socialista.
Ricardo Martínez Isidoro
General de División. Rdo.
[1] En los años ochenta, en la relación de inteligencia Occidente-China, la materia de intercambio era el conocimiento profundo, por ambos, de la División Blindada Soviética.
[2] CHINA, Henry Kissinger. CAP. 18. El nuevo Milenio.
[3] China Henry Kissinger, Epílogo.¿ La Historia se repite?
[4] Informe Crowe. China Henry Kissinger.