Con Occidente atrapado en otra guerra prolongada e imposible de ganar, y Rusia cada vez más dependiente de Pekín, China está posicionada para salir del conflicto con más poder que antes.
La guerra en Ucrania se ha estancado en un sangriento punto muerto sin final a la vista. Mientras el mundo se prepara para más derramamiento de sangre y destrucción en el segundo año de guerra, los principales actores se encuentran sin una victoria clara, excepto China.
En un lado del conflicto están Estados Unidos y sus aliados. Desde la llegada al poder del Presidente Joe Biden, Estados Unidos ha sido el más firme defensor de Ucrania, aportando al país más de 75.000 millones de dólares en ayuda humanitaria, financiera y militar. Washington ha suministrado o suministrará en breve a Kiev sistemas avanzados de armamento, como Javelins, el sistema de defensa antiaérea Patriot y los carros de combate M1A1 y A2 Abrams. Los europeos también vienen prestando ayuda a Ucrania en distintos ámbitos, como el financiero, humanitario, energético y presupuestario, así como en el diplomático. En diciembre del año pasado, la Unión Europea acordó un paquete legislativo que proporcionará a Ucrania 18.000 millones de euros de ayuda financiera a lo largo de 2023. Sin embargo, a pesar del aparentemente inagotable apoyo prestado por Occidente a Ucrania, Estados Unidos y sus aliados europeos no están más cerca de expulsar a Rusia de Ucrania que cuando comenzó la guerra, mientras agotan sus propios recursos.
En el otro lado de la guerra Rusia, que sigue siendo el arquitecto de su propia desaparición. Aunque la economía rusa ha resistido el embate de las sanciones económicas occidentales, Moscú ha perdido el mercado de la UE, ha experimentado una tremenda fuga de cerebros, se ha hecho dependiente de Irán y Corea del Norte en cuanto a armas y suministros, y se ha convertido de facto en el socio menor de China. Desde todos los puntos de vista, Rusia ha fracasado en su intento de recuperar la hegemonía en su propio patio delantero. La OTAN está ahora más unida que nunca, ha incorporado a Finlandia y está a punto de incorporar a Suecia. Además, la guerra ruso-ucraniana ha acelerado la transición mundial hacia las energías alternativas, lo que supone una grave amenaza para la economía de Moscú, basada en los combustibles fósiles. En cuanto al coste humano de la guerra, el Centre for Strategic and International Studies informa de que las Fuerzas Armadas rusas y los contratistas militares privados que luchan junto a ellas han sufrido entre 60.000 y 70.000 bajas en combate durante el último año.
Está claro que el mayor perdedor de la guerra es la propia Ucrania. Tras haber resistido heroicamente el primer ataque ruso de decapitación contra Kiev, dirigido contra el propio presidente Volodymyr Zelenskyy, Ucrania se encuentra ahora en una situación de guerra de trincheras contra los rusos similar a la Primera Guerra Mundial. Las líneas del frente se han vuelto prácticamente estáticas a lo largo de las provincias de Kherson, Zaprizhchia, Donetsk y Luhansk. Desde el comienzo de la guerra han muerto al menos 8.000 no combatientes y decenas de miles de soldados ucranianos. Casi 18 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente, y 14 millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Vladimir Putin ha intensificado las maniobras nucleares, anunciando planes para emplazar armas nucleares tácticas en Bielorrusia en julio de este año, lo que supondría una amenaza existencial para la supervivencia de Ucrania. Aunque Kiev ha logrado evitar la derrota, la victoria, o más prácticamente el fin de la guerra, no parece estar a la vista.
Sin embargo, hay un país que está saliendo ganando de la carnicería: China. Del mismo modo que Pekín sonrió mientras Estados Unidos se desangraba en varias intervenciones en Oriente Medio durante las dos últimas décadas, vuelve a hacer lo mismo ahora que Washington se encuentra empantanado en otra guerra prolongada e imposible de ganar. Mientras tanto, China ha invertido grandes sumas en sus ejércitos, modernizando sus fuerzas aéreas y terrestres, ampliando las navales en Asia Oriental para contrarrestar la presencia naval estadounidense y mejorando sus arsenales nucleares estratégicos y tácticos y sus sistemas de lanzamiento. Los responsables políticos chinos entienden que las continuas y costosas incursiones estadounidenses en el extranjero no harán sino inclinar aún más la balanza de poder a favor de Pekín. China también ha aprovechado la guerra de Ucrania en su política exterior, aumentando constantemente sus relaciones económicas con Rusia y, según algunos expertos chinos, posiblemente suministrando armas y municiones a Rusia en un futuro próximo.
La devastadora ironía de la situación es que Occidente se ha visto envuelto en una guerra contra Rusia en el preciso momento en que debería haber estado cultivando a Rusia como contrapeso frente al ascenso de China. En lugar de ello, Occidente ha empujado a Rusia a los brazos expectantes de Pekín, que se ha mostrado más que dispuesto a mantener una «amistad sin límites» con una Rusia que tiene sobrados motivos para temer a una China en ascenso. Sin embargo, en lugar de una situación en la que Estados Unidos y Rusia trabajan juntos para contener a China, tenemos una en la que, de hecho, están librando una guerra el uno contra el otro en Ucrania. Estados Unidos se ha preparado así para una confrontación contra dos grandes potencias, una situación que sólo los optimistas ingenuos creen que Estados Unidos puede ganar.
Fte. Real Clear Politics (Nilay Saiya & Rahmat Wadidi)
Nilay Saiya es profesor asociado de política pública y asuntos globales en la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.