La narrativa occidental, de que la guerra es entre Rusia y Ucrania, donde la cuestión central es el principio westfaliano de la soberanía nacional, se ha desgastado progresivamente dejando un vacío. Hoy se comprende que la guerra es en realidad entre Rusia y la OTAN, y que Ucrania había dejado de ser un país soberano en 2014, cuando la CIA y las agencias occidentales hermanas, Alemania, Reino Unido, Francia, Suecia, etc., instalaron un régimen títere en Kiev, subraya M.K. Bhadrakumar, embajador indio y destacado observador internacional.
La niebla de la guerra se está disipando y las líneas del enfrentamiento se están haciendo visibles. A alto nivel, se está iniciando un debate sincero sobre el final del juego.
Sin duda, la videoconferencia del Presidente ruso Vladimir Putin con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad en Moscú el pasado viernes y su reunión con el Presidente bielorruso Alexander Lukashenko en San Petersburgo aclaran la situación.
No cabe duda de que ambos acontecimientos fueron cuidadosamente coreografiados por los funcionarios del Kremlin y de que tenían la intención de transmitir múltiples mensajes. Rusia rebosa confianza en que ha logrado el dominio en el frente de batalla: ha derrotado al Ejército ucraniano y la «contraofensiva» de Kiev se aleja por el retrovisor. Pero Moscú anticipa que la administración Biden puede tener en mente un plan de guerra aún mayor.
En la reunión del Consejo de Seguridad, Putin «desclasificó» informes de inteligencia que llegaban a Moscú de diversas fuentes, que indican movimientos para insertar en Ucrania occidental una fuerza expedicionaria polaca. Putin la calificó de «unidad militar regular bien organizada y equipada que se empleará en operaciones» en Ucrania occidental «para la posterior ocupación de estos territorios».
De hecho, existe toda una historia de revanchismo polaco. Putin, gran estudioso de la historia, habló largo y tendido sobre ello. Se mostró tajante al afirmar que, si las autoridades de Kiev consienten el plan polaco-estadounidense, «como suelen hacer los traidores, es asunto suyo. Nosotros no interferiremos».
En la reunión con Putin en San Petersburgo, Lukashenko retomó el hilo de la discusión. Informó a Putin de los nuevos despliegues polacos cerca de la frontera bielorrusa, a sólo 40 km de Brest, y de otros preparativos en curso: la apertura de un centro de reparación de tanques Leopard en Polonia, la activación de un aeródromo en Rzeszow, en la frontera ucraniana (a unos 100 km de Lvov), para el traslado de armamento estadounidense, mercenarios, etc.
Lukashenko dijo: «Esto es inaceptable para nosotros. La alienación de Ucrania occidental, el desmembramiento de Ucrania y la transferencia de sus tierras a Polonia son inaceptables. Si los habitantes de Ucrania occidental nos lo piden, les prestaremos ayuda. Le pido [a Putin] que debata y reflexione sobre esta cuestión. Naturalmente, me gustaría que nos apoyara en este sentido. Si surge la necesidad de ese apoyo, si Ucrania occidental nos pide ayuda, entonces prestaremos asistencia y apoyo a la población de Ucrania occidental. Si esto ocurre, les apoyaremos de todas las formas posibles».
Como era de esperar, Putin no respondió, al menos no públicamente.
Lo importante es que Putin y Lukashenko mantuvieran esa conversación públicamente. Está claro que ambos hablaron basándose en datos de inteligencia. Prevén un punto de inflexión en el futuro.
Una cosa es que el pueblo ruso sea consciente de que su país está luchando de facto contra la OTAN en Ucrania, pero muy distinta es que la guerra pueda escalar dramáticamente hasta convertirse en una guerra con Polonia, un ejército de la OTAN al que Estados Unidos considera su socio más importante en la Europa continental.
Al explayarse sobre el revanchismo polaco, que tiene un historial controvertido en la historia europea moderna, Putin probablemente calculó que, en Europa incluida Polonia, podría haber resistencia a las maquinaciones que podrían arrastrar a la OTAN a una guerra continental con Rusia.
Una vez más, el poderío militar de Polonia no se traduce en influencia política en Europa porque las fuerzas centristas que dominan la UE desconfían de Varsovia. Sobre todo, Polonia tiene motivos para estar preocupada por la fiabilidad de Washington. En el futuro, la preocupación de los dirigentes polacos será, paradójicamente, que Donald Trump no vuelva a ser presidente en 2024. A pesar de la cooperación con el Pentágono en la guerra de Ucrania, los actuales dirigentes polacos siguen desconfiando del presidente Joe Biden.
En conjunto, por tanto, es razonable pensar que el ruido de sables de Lukashenko y la lección de Putin sobre la historia europea pueden tomarse más bien como una advertencia a Occidente con vistas a modular un final de partida en Ucrania que sea óptimo para los intereses rusos. Un desmembramiento de Ucrania o una expansión incontrolable de la guerra más allá de sus fronteras no redundará en beneficio de los intereses rusos.
Pero los dirigentes del Kremlin tendrán en cuenta la contingencia de que las locuras de Washington, derivadas de su desesperada necesidad de salvar la cara de una humillante derrota en la guerra por poderes, no dejen otra opción a las fuerzas rusas que cruzar el Dniéper y avanzar hasta Polonia.
Las reuniones consecutivas de Putin en Moscú y San Petersburgo arrojan luz sobre el pensamiento ruso en cuanto a tres elementos clave del final del juego en Ucrania.
En primer lugar, Rusia no tiene intención de conquistar territorialmente Ucrania occidental, sino que insistirá en tener voz y voto sobre cómo serán y cómo actuarán las nuevas fronteras del país y el futuro régimen, lo que significa que no se permitirá un Estado antirruso.
En segundo lugar, el plan de la administración Biden de arrebatar la victoria de las fauces de la derrota en la guerra es un fracaso, ya que Rusia no dudará en contrarrestar cualquier intento continuado de EE.UU. y la OTAN de usar el territorio ucraniano como trampolín para librar una nueva guerra por poderes, lo que significa que la absorción «a destajo» de Ucrania en la OTAN seguirá siendo una fantasía.
En tercer lugar, y esto es lo más importante, el Ejército ruso, respaldado por una potente industria de defensa y una economía robusta, no dudará en enfrentarse a los países miembros de la OTAN limítrofes con Ucrania si invaden los intereses fundamentales de Rusia, lo que significa que los intereses fundamentales de Rusia no serán rehenes del Artículo 5 de la Carta de la OTAN.
Fte. Modern Diplomacy